lunes, 28 de julio de 2014

CAPÍTULO XV Seminario La Angustia

UN ASUNTO DE MACHO

Seguirá tomando a la analista Lucía Tower, que ya lo hizo en el capítulo anterior, su artículo sobre contratransferencia, en relación a la mayor facilidad de la posición femenina respecto al deseo.

Haber apreciado el deseo de su paciente produce  que dicho deseo vuelva a su lugar; prendido en su analista la pone bajo presión. "Habiendo buscado el deseo del hombre, lo que encuentra en él no es la búsqueda de su deseo de ella, sino la búsqueda de a el verdadero objeto del deseo, que no es el Otro mayúscula sino ese resto a".                                                                   



Y a la analista de saber que el paciente siempre puede buscar y que no se trata de encontrar, es eso justamente de lo que él tiene que darse cuenta, que no hay nada a encontrar, porque lo que para el deseo macho es el objeto de la búsqueda no le concierne más que a él. Lo que busca es (-φ), lo que le falta a ella, esto es un asunto de macho.

Claro que el modo en que la falta juega en el desarrollo femenino no se articula al nivel en que es buscado por el deseo del hombre quien busca hacer brotar lo que en el partenaire debe estar en el lugar supuesto de la falta. Él tiene que hacer el duelo de encontrar en su partenaire, su propia falta (-φ), la castración primaria. Hecho el duelo podrá dar un paso, franquear una etapa, en la comedia edípica, pues lo que había antes era la culpa, gran pecador que cedía bajo el peso de su (-φ).



La relación al objeto a para la mujer.

La mujer  quiere el objeto del deseo en cuanto que ella no lo tiene, Freud planteo que su reivindicación de pene está ligada a la relación con la madre, a la demanda. “es en la dependencia de la demanda que el objeto a se constituye para la mujer, ella sabe muy bien que en el Edipo de lo que se trata es de tener el objeto”. “Si ella se interesa en la castración es porque entrará en los problemas del hombre”.

Digamos que para la mujer es lo que no tiene lo que constituye en el inicio el objeto de su deseo, mientras que para el hombre es lo que él no es o donde él falla.

Si el fantasma del Don Juan es un fantasma femenino lo es porque juega para ella la función de que hay al menos un hombre que lo tiene y que lo tiene siempre, que no lo puede perder. Ninguna mujer puede cogérselo a Don Juan es su posición en el fantasma.
Lo que una mujer ve en el deseo masculino es ese objeto que deviene su pertenencia.
Hay otras maneras como confundir con el objeto a, el deseo del hombre (Sta. Teresa y la erotónoma).

La relación del hombre a sus diversos a tal y como se proponen o imponen.
El niño deberá aprender a rayar de la carta de su narcisismo su pequeño grifo (referencia al caso Juanito), justamente para que eso pueda comenzar a servir. En el hombre es el –φ el objeto en juego y es en la medida en que pierde que él gana. Como en el apego homosexual que es la castración lo que está en juego, castración que el homosexual asume.
Vuelve a la cuestión del jarro vacío y la mujer se presenta con la apariencia del jarro vacío, que es lo que engaña al partenaire, imaginando que puede contener el objeto de su deseo.  
                                                                                         
Es el –φ, el jarro de la castración. El objeto del deseo a para el hombre no tiene sentido más que si se ha revertido en el vacío de la castración.
El objeto a se desata, cae de la imagen narcisista. Por eso Lacan dice que el primer nudo del deseo macho con la castración no puede producirse más que a partir del narcisismo secundario.
La estructura del jarro y de su borde le sirve para construir la forma topológica de la botella de Klein donde se pasa desde la cara interna a la externa sin tener que franquear el borde.







El trasvase permite captar como el a toma su valor en el pote –φ siendo ahí –a. El jarro está entonces medio vacío al mismo tiempo que medio lleno. Lo importante es la transformación del jarro ya que si deviene angustiante es en tanto que el a viene a llenar a medias,  el vacío de la castración original. El a viene de otra parte y está constituido por el deseo del Otro. Es ahí donde reencontramos la angustia, la angustia se constituye y toma su lugar en una relación que se instituye más allá del vacío de un tiempo primero de la castración, por eso el sujeto solo tiene un deseo en cuanto a la castración primera, retornar ahí, modo de suturar o juntar lo dividido.
Se refiere luego a la angustia del masoquista y cita un artículo de Grünberg sobre el masoquismo, donde el autor plantea que con la angustia se toca el nudo mismo del masoquismo, y aporta un caso donde evidencia dos movimientos, uno la abreacción de la angustia en silencio, oculta por eso solo se ve el sufrimiento, el otro un mostrar y demostrar su complejo de castración No hay angustia verdadera: “Yo no tengo más que desear que se me corte alguna cosa y entonces ya no tengo angustia”.

En el último punto del capítulo retoma la cuestión del corte mediante la circuncisión, recordando el corte en el cross-cap y lo que se aísla como esa forma no especularizable, que tiene que ver con la autonomía del objeto a, objeto del deseo.





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