martes, 2 de diciembre de 2014

LA CLÍNICA AL DIVÁN Actividad de psicoanálisis de Umbral-Tarraco



¿Otra manera de pensar la bisexualidad?

Creo que este interrogante no debería tener una respuesta, sino quedar siempre abierto y siempre vigente, abierto a otras maneras de pensar el sexo, la diferencia de sexos y la bisexualidad. Esta es la idea conclusiva después de escribir este texto.

     Hablar de sexo no escapa al lenguaje ni a la referencia al discurso social de la época.Tomando el tema del sexo y de la diferencia de sexos a lo largo del tiempo, nos damos cuenta de que las diversas invenciones y teorías, apoyadas generalmente en la biología del momento, reflejan cuestiones ideológicas, políticas, metafísicas, económicas, que dominan en el seno de la sociedad.
     Veámoslo, M. Safouan en su último libro “El Psicoanálisis. Ciencia, Terapia –y Causa” cita a T. Laqueur (La fábrica del sexo) quien cuenta que durante miles de años, datando ya del siglo II y IV, se mantuvo la creencia de la existencia de un solo sexo, las mujeres tenían las mismas partes genitales que los hombres solo que en el interior del cuerpo y no en el exterior. Las mujeres eran en el fondo hombres pero un defecto de calor vital había resultado en la retención en el interior de las mismas estructuras. Laqueur afirma que estas explicaciones según la biología antigua reflejaban la realidad metafísica sobre la que reposaba el orden social (Metafísica: Parte de la filosofía que trata del ser en cuanto tal, y de sus propiedades, principios y causas primeras)
     Por eso la nueva biología con su investigación sobre la diferencia entre los sexos aparece cuando los fundamentos del antiguo orden social han sido sobrepasados. En el s. XVIII se inventa el sexo tal y como lo conocemos, los órganos que hasta entonces se llamaban por un mismo nombre (ovarios y testículos) se diferencian lingüísticamente y otros que todavía no tenían nombre pasan a tenerlo (vagina), es decir se inventó la existencia de dos sexos dando al género un nuevo fundamento. En esta época el cuerpo de las mujeres devino el objetivo para la redefinición de las relaciones hombres-mujeres, que desde un punto de vista social son fundamentales.
Safouan señala respecto al tema del género, y adhiero a su afirmación, que “no se puede decir nada del sexo que escape a nuestros prejuicios sociales relativos al género”.

     Siguiendo al autor vemos que a partir del s. XX, un tiempo preocupado por poder justificar y poder distinguir los roles sociales de hombres y de mujeres, la ciencia encontró en la diferencia del pene y de la vagina no solo el signo de una diferencia sexual sino su propio fundamento. Así antes de 1905 nadie pensaba que hubiera otra clase de orgasmo femenino que no fuera el clitoridiano, surge entonces la concepción del orgasmo vaginal, tema muy discutido, sobre todo en medios feministas. Sobre esa diferencia es evidente que el clítores no es un pene famenino, que no se puede oponer a la vagina y que nada en la naturaleza sirve a la interpretación del mismo.
     En las lenguas encontramos una misma manera de referirse a la diferencia entre los sexos, hacen del pene el significante de lo masculino, mientras que lo femenino es simplemente definido por su simple alteridad. Si “el sujeto es otro” como dice Lacan, marcado entonces por la alteridad, podemos hacer nuestras las palabras de Safouan: “la alteridad persigue a los seres humanos, y todos sin distinción de sexo estamos concernidos por la cuestión de esta alteridad que representa lo femenino”. 

     Recordemos  el ejemplo de Lacan de dos niños que van en el tren el cual hace su parada en la estación y el niño se exclama “mira estamos en Hombres” y la niña replica “no, tonto, estamos en Mujeres”. Y aquí no hay resolución posible es lo que es para el uno y lo que es para el otro, ni hay relación posible, este ejemplo sobre los significantes y la diferencia de los sexos nos da idea del litigio irresoluble sobre el tema de la diferencia sexual. Por eso se puede afirmar que la biología no nos da la clave de la diferencia sexual.

     Fue Fliess, amigo de Freud, el primero que, a partir de pensar una correspondencia estructural entre la nariz y los órganos genitales, estableció su teoría sobre una bisexualidad fisiológica constitucional.
     Freud adhirió a la existencia de una disposición bisexual para el ser humano, aunque tomó una cierta distancia respecto al tema, quizá porque no había encontrado todavía un lugar para la bisexualidad en su teoría. Digamos que el tema se presenta para Freud en esa relación de amistad con Fliess y que aun intentándolo nunca llegó a aceptar la bisexualidad según la versión de su amigo.
     Si hay algo que Freud mantuvo desde el inicio fue su rechazo a hacer del tema una causa de la represión, Fliess proponía que un sexo se determinaba reprimiendo lo que hay constitucionalmente del otro sexo, para Freud sin embargo se  reprime toda representación incompatible para el yo, sea o no sexual directamente.
     Pero mantuvo la bisexualidad como un elemento no eliminable de la vida psíquica sobre todo en razón de la clínica. Recordemos su famoso artículo sobre “Fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad”, donde enuncia que un síntoma histérico es la expresión, por una parte, de una fantasía sexual masculina, y por la otra de una femenina. Y da el ejemplo de una mujer que en pleno ataque histérico con una mano se arrancaba la ropa (masculina) mientras que con la otra se apretaba la ropa  y  se cubría (femenina).

     Vuelvo a tomar a Safouan  que trae el libro de Otto Weininger titulado “Sexo y carácter”, justo el año de su publicación en 1903 se produce la ruptura de Freud y Fliess, en este libro  Weininger desarrolla la noción de bisexualidad, y como éste es amigo de un paciente de Freud, Fliess infiere que Freud habló a su paciente del descubrimiento de la bisexualidad del que Fliess se adjudica la autoría.
     Weininger piensa que la bisexualidad no es solo una disposición embrionaria sino que es una regla que hace que solo existan combinaciones de masculino y femenino. Es decir todo hombre y mujer resultan de estas combinaciones en distintas proporciones que definen la dosificación sexual propia de cada individuo. Así por ejemplo un hombre que es hombre al 75% buscará su complemento en una mujer que detente el 25% masculino y una mujer a x% buscará el hombre con el % de femenino que le falta. Estas proporciones no son fijas sino que se modifican a lo largo de la vida. Intentar definir el ser hombre y el ser mujer lleva a veces a conclusiones tan silvestres.

[Una pequeña curiosidad, A. Ch. Kinsey (entomólogo y pionero estadounidense en el estudio de la sexualidad humana) desarrolló en los años 70 una teoría algo similar pero en relación a la homosexualidad y a la heterosexualidad, es decir cada uno es más o menos hetero u homo según sus proporciones, de lo que se deducía la bisexualidad cuando la repartición era el 50% de homo y el 50% de hetero]

     Lo que me interesa rescatar de Freud por su base subversiva es:
-no solo aportó una sexualidad infantil general, universal, sino que su aporte más importante fue el de enunciar el infantilismo de la sexualidad humana.
-Sostuvo además la tesis de la independencia de la elección de objeto respecto al sexo en sí, los humanos están habitados por una sexualidad que no les guía hacia el objeto que aseguraría la perpetuación de la especie,
- si es una sexualidad indiferente al sexo del objeto, deja dicha elección a la particularidad de cada uno,
-la genitalidad no está inscrita en el programa genético.  (Safouan lo enuncia así, es a título de semblante que se constituye el objeto sexual.)
-Insiste en la separación clara y neta entre lo psíquico y lo biológico a propósito de la cuestión fálica, así como en una pasividad muy activa que va hasta el rechazo de recibir todo, como una manera de preservar una falta esencia de la subjetividad (como en la histeria y el sueño de la bella carnicera)

     La elección de género, cuando tiene lugar, me emplaza a tratar de aclarar el concepto de falo en Lacan, primero porque es a partir del autoerotismo que se instaura, en una sexualidad todavía precoz, la creencia del falo como único símbolo sexual. El autoerotismo no implica distinción de género, ya que cada uno entra en el goce fálico cualquiera que sea su sexo anatómico, es decir, tanto el pene como el clítoris se erotizan igualmente, por tanto igualdad de goce. Y segundo porque el falo aparece como el símbolo a partir del cual cobra sentido una bisexualidad psíquica y después una elección del género; al mismo tiempo la constatación de una elección de género afirma la bisexualidad implícita.
     Para Lacan el falo no designa para nada lo que se es o se tiene, sino que es el índice de una falta en ser del hablante, sea cual sea su sexo, esta falta polariza y orienta el deseo, y es aquí en este lugar de la falta que Lacan coloca el (-φ), como vemos en negativo, es decir no puede ser positivado, ya que solo puede aparecer como ausencia, siendo el objeto clave de un goce absoluto. Si Lacan escribe el (–) es para señalar que, en el campo del lenguaje, se resiste a toda articulación y denominación, que es indecible, y que en el campo especular es invisible, que solo puede aparecer como ausencia, trascendiendo así la diferencia anatómica de los sexos.
     El falo es la falta donde reside la esencia de la subjetividad o la castración misma. Y la neurosis reside en que el sujeto quiere gozar creyendo encontrar en el pene su positivado. El sujeto hablante, hombre o mujer, es víctima del lenguaje ordinario que hace de la ausencia del órgano el signo del sexo femenino.
     Y a este nivel fálico se entiende lo que enunciaba Lacan como “dar lo que no se tiene”, lo que el sujeto da es su falta, su castración, eso por lo que hace del otro la causa de su deseo.

      De un único símbolo sexual a la elección de género hace imprescindible la construcción fantasmática del complejo paterno, como el fantasma de seducción que implica la construcción de un padre seductor que erotiza y feminiza tanto al niño como a la niña, pues de la respuesta a la seducción paterna depende la elección del género sexual.
     Los que rechazan o reniegan de la feminización por un padre se sitúan del lado masculino y los que aceptan la feminización del lado femenino,  más allá de que como dice Lacan la mujer está no-toda feminizada, permanece un poco, o un mucho masculina.
     Dadas las críticas habituales que se nos hacen de atribuir la actividad del lado masculino y la pasividad del femenino, es importante aclarar, para no caer en ese malentendido, que cuando hablamos de actividad y pasividad nos referimos a la calificación de una actividad fantasmática y no son conceptos que definan “hombre”  o “mujer”, son las formas verbales propias, besar y ser besado, además todos los fantasmas fundamentales comportan un sentido activo y otro pasivo, seducir y ser seducido, pegar y ser pegado, mirar y ser mirado, etc., implicaciones pasivas y activas  variables según la historia, las fijaciones y las repeticiones del sujeto.

     Cuando la bisexualidad es explicita como en el caso de las asociaciones de bisexuales, lo hace bajo el juego de la no elección de género. Leyendo ciertos artículos de cómo definirse bisexual, se llega a largas clasificaciones según los distintos tipos de personas y su erótica, lo que no hace en mi opinión más que añadir confusión, porque se mezclan y amalgaman cuestiones como la identidad sexual o la orientación sexual, la elección del sexo del objeto, con la realidad de unas prácticas sexuales determinadas etc…
     En realidad la sexualidad humana comporta solo un elemento invariante, que es el sexo anatómico, mientras que los otros son todos variables, mudables, tenemos el género psíquico y como venimos de plantear la elección de género es aparte de la anatomía; la elección de objeto o el género del partenaire sexual, ya Freud decía que nuestra libido, la de todos, oscila normalmente durante la vida entre el objeto masculino y el objeto femenino, y es algo que está bajo la particularidad de cada sujeto, de sus identificaciones y de su fantasma; el fin sexual, qué hacer con el partenaire, abarca la extensión de prácticas posibles, y supone el juego de las pulsiones; el deseo sexual, fuente de la excitación sexual, siendo la causa del deseo lo que lleva a diferentes combinatorias, a variaciones sexuales, y a una diversidad, que dependerá de una fantasmática del sujeto.

Rosa Navarro Fernández
Reus 1 diciembre 2014