LA ANGUSTIA




SEMINARIO LA ANGUSTIA
CAPÍTULO 1
LA ANGUSTIA EN LA RED DE LOS SIGNIFICANTES
     No es extraño que ya desde el inicio Lacan  vuelva al grafo del deseo, primero por el título de este primer capítulo, la angustia como el deseo están tomados por los significantes, por eso dice que con la angustia vamos a poder articular otros elementos ya estudiados en anteriores seminarios, el Otro mayúscula, el otro minúscula, la cadena significante inconsciente, el sujeto y el objeto a, luego el fantasma.
    
     La angustia no es un tema que a los psicoanalistas no nos concierna, cosa pensable ateniéndonos a la fórmula de la relación esencial de la angustia al deseo del Otro, punto de origen del trauma subjetivo, el encuentro con el deseo del Otro mayúscula y de nacimiento del deseo del sujeto.

     Ese deseo del Otro mayúscula, tan bien figurado en la imagen del final del seminario anterior, sobre la identificación, por la escena con la mantis religiosa, que cobra su importancia ahora con la pregunta sobre el deseo del Otro, ¿qué quieres? Y ¿qué me quiere? En cuanto qué quiere él de mí y qué quiere él concerniente a este lugar del yo. Según emplaza el deseo en el grafo estaría en el camino de vuelta del segundo piso, homólogo y distinto del emplazamiento también en el camino de vuelta de la identificación narcisista i(a). La función de la angustia la vamos a ver en esa dialéctica de un piso y otro del grafo, entre el deseo y la identificación narcisista.

     Va a diferenciar la angustia de tres conceptos: seriedad (sérieux), preocupación (souci) y espera (attente), explicitando también que no la encontraremos situada en el círculo central entre ellos. Se diferencia del existencialismo en su filosófica interpretación de la angustia y va a traer la función de la seriedad de Sartre, de lo serio (considerar los valores como datos trascendentales independientes de la subjetividad humana y de transferir el carácter deseable del ser de las cosas a su constitución material), diferenciándolo de la angustia. Se aproxima a Heidegger y su concepción de derelicción, desamparo, es a través del ser-para-la-muerte que el filósofo lleva a la cuestión del ser y el siendo, el ser de lo que es, para decir que tampoco pasa por la angustia. Más bien la referencia de la vivencia de la cuestión Heideggeriana, que es de todos, remite al 2º concepto, preocupación (souci). En cuanto al tercero, la espera, no cree que promueva la angustia. Esta es la manera de Lacan de plantear la cuestión de la distancia desde la que abordar la angustia.

Toma del artículo de Freud, Inhibición, Síntoma y Angustia, y lo primero que va a enunciar es que no hay red de significantes para la angustia, no hay sentido ya que en cada malla de la red sólo está el vacío en el que hay angustia. Para la angustia no hay significación ni representación, sólo el vacío de la división, de la separación.
Coloca a los tres términos en distintos niveles según un marco de coordenadas, el orden de la dificultad para la horizontal y el del movimiento para la vertical.
Vemos cómo ha rellenado los espacios entre ellos, excepto dos marcados por la X.


En el eje del movimiento la inhibición supone parada del movimiento, siguiendo el orden de dificultad tenemos el impedimento, el cual es un síntoma, vemos como está en la misma columna que éste. Lacan aprovecha para hacer un cierto juego diciendo que la inhibición es también un síntoma pero ya en el museo. Con los términos que añade va a servirse de la etimología, en este caso etimológicamente implica también el sentido de estar impedido por caer en una trampa y la trampa es la captura narcisista. El impedimento está ligado a ese círculo de que en el mismo movimiento en que el sujeto avanza hacia el goce, se encuentra con la división, la rotura íntima, habiéndose dejado prender en el camino por la imagen especular i(a).
Después trae el término embarazo, que implica el sujeto revestido de la barra, que es a la barra a lo que alude etimológicamente el término (imbaricare), cuando no sabemos que hacer de nosotros mismos buscamos detrás de aquello que nos puede amurallar. En el embarazo la barra está en su lugar, como muy precisamente en el sentido del español, de la embarazada.
     En el orden del movimiento desde la inhibición encontramos emoción, que etimológicamente implica el movimiento que se desagrega. Y luego conmoción (émoi) con el sentido etimológico del patois, de trastornar, asustar, pero también del latín exmagare con el sentido perder la fuerza, y del portugués vendría a ser como abrumar, aplastar… Pero la conmoción es perturbación, caída de potencia.
Para terminar este capítulo, dirá que la angustia es un afecto, el cual tiene una relación estrecha de estructura con lo que es un sujeto, es decir es un afecto propio y original de la estructura subjetiva. Y nos recuerda que como ya formuló Freud, el afecto no se reprime, se reprimen los significantes que le amarran, el afecto se desplaza, se despega,  se desamarra, se libera, se metaboliza… El tema de la relación del afecto al significante es una cuestión que requeriría otro seminario.
Es porque no somos psicólogos, sino psicoanalistas, que Lacan nos introduce a la cuestión de la angustia abordando todos esos términos del cuadro de coordenadas y no una teoría general sobre los afectos, así termina el capítulo: “yo no os desarrollo una psico-logía, un discurso sobre esta realidad irreal que llamamos psique. Sino sobre una praxis que merece un nombre, EROTOLOGÍA. Se trata del deseo.



Capítulo II
La angustia signo del deseo

                                      

     Al inicio hace referencia al concepto de “enseñanza” y más por ser analistas, ya que dicho concepto debe verse afectado por el hecho de que el analista es un interpretante, es la palabra que utiliza “interprétant” que remite a quien extrae interpretaciones de hechos reales.

      Nos recuerda la variedad de sujetos que ha ido añadiendo a la cuestión del saber, por tanto del deseo, él no sabía, yo no sabía, dejará al sujeto de la frase indeterminado con un impersonal no se sabía Y es en relación a este no saber que el analista se supone debe saber alguna cosa. La pregunta es ésta, ¿qué es enseñar lo que él sabe? cuando se trata de enseñárselo no solamente al que no sabe, sino al que no puede saber.
    
      Es interesante el recorrido que hace a continuación sobre esta cuestión, qué es enseñarlo.
Primero como si esta enseñanza de un Seminario fuese una supervisión donde el analista, él en este caso, no intervendría más que para dar un análogo (subrayo análogo en cuanto que no se trata de una interpretación) de la interpretación, la adición de algo por lo que alguna cosa aparece, que da sentido a lo que se cree saber y hace aparecer en un destello lo que es posible captar más allá de los límites del saber.
Se trata luego de ir de la teoría psicoanalítica constituida como un cuerpo de saber, a lo que es su fuente, a saber la  experiencia psicoanalítica.
Y se plantea, ya que la enseñanza de un seminario es una experiencia común, que no puede quedarse en la posición del que interpreta, sino pasar al que comunica y hace comprender, siendo que el hacer-comprender constituye un escollo al hablar de la angustia, pues justamente la comprensión es algo que debemos dejar en suspenso.

     Cómo hablar de la angustia cuando subsumimos en ella experiencias diversas:
-angustia existencial (Kierkegaard)
-esa angustia para-normal o patológica que todos podemos experimentar
-la angustia de los neuróticos (material de nuestra experiencia psicoanalítica)
-incluso esa angustia más periférica con respecto a nuestra práctica, del perverso, incluso del psicótico.

Afirmación: La comprensión no es la de una vivencia sino la de un resorte.
Advertencia: No creer demasiado en lo que uno puede comprender.

Por eso la importancia de los elementos significantes que ha introducido y escrito, elementos privados en lo posible de contenido comprensible y así la comprensión es menos engañosa, algo necesario tratándose de un afecto, pues la angustia es un afecto.

Abarca bajo tres rúbricas las vías posibles para enseñar:

A.- La vía que llama del catálogo, que consiste en agotar no solo lo que el afecto es sino también todas las aportaciones hechas sobre esta categoría.
      Como en St. Tomás de Aquino, su división del afecto entre lo concupiscible y lo irascible, y la fórmula del debate escolástico proposición-objeción-respuesta, para tratar de saber cuál de los dos es primero con respecto al otro. La teoría que resulta de este método podría ser digna de recepción a no ser porque queda referida en último término al Bien Soberano. Veremos lo que esta teoría aclara para nosotros, que siempre puede dar más a la reflexión que la psicología pretendidamente experimental. (Santo Tomás concluye que lo concupiscible es primero porque lo irascible se inserta en cualquier lugar de la cadena concupiscible. No olvidemos que terminó el capítulo anterior que se trata del desarrollo de una praxis llamada erotología)
Pero esta vía empuja a la clasificación de los afectos que lleva a puntos muertos. Un buen ejemplo de ello es la teoría psicoanalítica del afecto que intenta David Rappaport, que no deja de ser un catálogo de las distintas acepciones de la angustia dentro de la teoría psicoanalítica, para darse cuenta de que son acepciones irreductibles y cuya discusión es infecunda. Recordatorio:
1.     el afecto como constituyente de la descarga de la pulsión (Freud)
2.     el afecto como connotación de una tensión, de su variación, respecto a fases conflictivas
3.     como señal a nivel del yo de un peligro venido de afuera.
El autor constata que nada se resuelve concerniente a la primacía de estos tres sentidos.

B.- La vía de lo análogo que discernirá niveles de angustia, sociológico, biológico, cultural, para llegar a una especie de tipología, Este método acaba en una antropología, vía que comporta más presunciones azarosas. Acaba en un núcleo central que es el Junguismo

C.- La experiencia conduce a una tercera vía, la que llama función de llave, utiliza la palabra “clé” que es llave y también clave, lo dice porque la llave (o la clave) es lo que abre y funciona para abrir. “La llave es la forma según la cual opera o no la función significante”. Me sugiere la intervención de desciframiento en cuanto que es el trabajo con los significantes del decir, cuyo efecto es el abrir a nuevos sentidos.

     En toda enseñanza importa la cuestión de la simplicidad. A la pregunta ¿Por qué lo real (señalo que está escrito en minúsculas) sería simple?
Lo que nos permite suponerlo es el tema del inicio subjetivo: “no hay aparición concebible de un sujeto como tal, más que a partir de la introducción primera de un significante y del significante más simple, el que se llama del rasgo unario”.

-El rasgo unario está antes que el sujeto y para que haya sujeto, es el trazo de la diferencia, de la división. La frase en el comienzo fue el verbo quiere decir en el comienzo fue el rasgo unario.

-Es un inicio ultra simple. Simple es la singularidad del trazo y es lo que hacemos entrar en lo real, tanto si lo quiere como si no lo quiere. Lo cierto es que eso entra y que ya ha entrado antes que nosotros. Así pues lo que hay entre los seres hablantes y lo real, es el campo del significante, pues a partir de este aparato del trazo unario es que se han constituido como sujetos.

- En el análisis antes de que podamos comprender o entender está la presencia del Otro, el Otro está ahí, por eso no hay autoanálisis.
Lo que es anterior a cualquier elaboración que podamos hacer es el Otro con mayúscula, inmersos en el lenguaje al hablar nos dirigimos a ese Otro, lugar de los significantes desde el cual construimos el mensaje, el Otro al que preguntamos sobre el deseo, ¿qué me quieres?, que nos evocó con la escena de la mantis religiosa que tiene que ver con el deseo del Otro.

Para aproximarse al deseo del Otro nos recuerda su enunciación, el “deseo del hombre es el deseo del Otro”, fórmula Hegeliana desde la cual Lacan da un salto en cuanto a la cuestión de la función del deseo.
En Hegel, el Otro (deseante en relación a mi deseo) es conciencia, es aquel que me ve, y esto es lo que compromete la lucha del puro prestigio, y aquí es donde está interesado mi deseo. Pero para el psicoanalista el Otro está ahí como inconsciencia constituida como tal. El Otro interesa a mi deseo en cuanto a lo que le falta y no sabe, y si está ahí tan fuertemente interesado es porque no hay otro atajo para encontrar lo que me falta como objeto de mi deseo. No hay otra manera de acceder a mi deseo que no sea ligado a la división del sujeto, que es la que hace a la dependencia del sujeto en relación al Otro mayúscula, que no se confunde con el otro minúscula, el semejante, en el sentido de que es la marca de la diferencia.

Nos da una serie de fórmulas a transcribir para ver luego su funcionamiento.
                       Fórmula 1                             Hegeliana
                       d(a): d(A) < a                      Deseo de deseo

El deseo de deseo es deseo de que un deseo responda al llamado del sujeto. Implica deseo de un deseante, el Otro mayúscula. Y si el sujeto lo necesita es para recibir de él reconocimiento. Luego el Otro instituirá algo, a minúscula, que es de lo que se trata a nivel de lo que desea. Y lacan nos muestra el sin salida de ello: exigiendo ser reconocido por él, soy reconocido como objeto, puesto que él es en su esencia una conciencia. Obtengo lo que deseo, soy un objeto y no puedo soportarme como objeto. Cortar con esto solo es posible mediante la violencia.

                         Fórmula 2                            Lacaniana
                         formula deseo                   Deseo del Otro

Aquí el deseo de deseo es el deseo del Otro, relación de d(a), con la imagen soporte de ese deseo que es i(a), pero no la imagen especular, aunque es del orden de la imagen, es el fantasma. El Otro barrado es el Otro caracterizado como falta. El fantasma que Lacan recubre con la anotación de la imagen especular.

Las otras dos fórmulas:
                                    Fórmula 3
                                    d(x): d(A) < x

La otra en realidad es la misma escrita de dos maneras, en direcciones opuestas.
                                    Fórmula 4
                                    d(0) < 0:
                                    
                                    d(a) 0 >d(0)                                    d(a) 0 >d(0)



La primera pone en evidencia la angustia es lo que da la verdad de la fórmula hegeliana, verdad que quiere decir la nº 3 de Kierkegaard.

La segunda es la verdad de la angustia que solo puede captarse con la fórmula 2 del deseo a nivel analítico.

Comparando las fórmulas 1 de Hegel y 2 la suya señala que a causa de la existencia del inconsciente podemos ser el objeto afectado de deseo y marcados así como finitos, nosotros, nuestra falta, sujeto del inconsciente, puede ser deseo y deseo finito.
Si puede parecer infinito es por la metonimia propia debido al vacío de la falta que siempre puede llenarse, hacer uno repetidamente, 1-1-1-… Es el 1 de la sucesión de la cadena significante.
A partir de este Otro mayúscula originario, lugar del significante y del S todavía no existente, que ha de situarse como determinado por el significante, de ahí su ejemplificación de la división:
A=Otro

El sujeto del inconsciente se inscribe como un cociente marcado por el rasgo unario del significante y en el lado del Otro. De esta operación de la división cae un resto, irracional y prueba de la alteridad del Otro es el objeto a. Ambos, el sujeto marcado por la barra del significante y el el objeto a como residuo de la condicionalidad del Otro, están del mismo lado, del Otro, por lo tanto el fantasma, soporte del deseo, está del lado del Otro.
Lo que está de mi lado es lo que me constituye como inconsciente, el Otro mayúscula barrado, en tanto imposible de alcanzar.

Terminará el capítulo, en esta teoría del deseo en su relación al Otro mayúscula, dando la vuelta en cuestión del amor, a la fórmula hegeliana, ese modo de conquista del otro, el partenaire, de “Te amo incluso si tú no lo quieres”, con su fórmula de “Te deseo incluso si yo no lo sabía”.
Es irresistible, el deseante, sin saberlo, lo tomo por el objeto para mí desconocido de mi deseo, yo te identifico a tí a quien yo hablo, al objeto que te falta a ti mismo.




CAPÍTULO III LA ANGUSTIA
DEL COSMOS A LO SINIESTRO

La pregunta por la que es requerido es esta: ¿cuál es la articulación entre la imagen especular y el significante? Responder que hay ahí un hiato, un corte, una escisión, es apropiado, sin embargo Lacan va a intentar dar una respuesta dado que la angustia le va a permitir repasar dicha articulación.
La existencia de lo imaginario y del significante no remiten a dos tiempos distintos en Lacan, pues ya en un texto del 1946 “Proposición sobre la causalidad psíquica”, dichos dos registros estaban ya en juego.
Para recordarnos que la articulación del sujeto al otro minúscula (Imaginario) y la articulación del sujeto al Otro con mayúscula (Simbólico) no están separadas, retomará el esquema del florero invertido.
Y nos recuerda que la relación especular toma su lugar y depende de que el sujeto se constituya en el lugar del Otro mayúscula, y su marca se constituye en relación al significante.
En el estadio del espejo el niño se reconoce en el espejo y se asume como totalidad en esa imagen especular [i(a)], y en ese movimiento que hace de dirigir su mirada al Otro mayúscula que le sostiene, confirma el valor de esta imagen.


En La interpretación de los sueños, Freud se refiere al inconsciente como el lugar de la otra escena. Esta dimensión de la escena permite justamente con su división del lugar donde está el espectador, imaginar la distinción radical del mundo y de ese lugar donde las cosas, incluso las cosas del mundo, se dicen. Todas las cosas del mundo se ponen en escena según las leyes del significante, que no son homogéneas a las leyes del mundo.
Primer tiempo el mundo, segundo tiempo la escena donde hacemos montar el mundo entero. La existencia del discurso, donde estamos implicados como sujetos, es anterior al advenimiento de la ciencia. “La escena es la dimensión de la historia”, la historia subjetiva tiene ese carácter de puesta en escena. Luego podemos entonces podemos cuestionar el mundo e interrogar, ¿no será que eso con lo que tenemos que lidiar, es simplemente el cúmulo de restos de lo que proviene de la escena cuando está en rodaje? Esto para introducir un tercer tiempo.

Es a través de la escena que nos lleva de la mano a Hamlet y a la escena sobre la escena, Hamlet va a hacer representar por actores el crimen cometido por el rey, y ante su presencia. Y Lacan remarca lo extraño, que cuando la escena solo se ensaya no parece agitar al rey, para quien va dirigida por Hamlet esta especie de trampa donde atrapar su conciencia por el crimen. En cambio será Hamlet quien tendrá una crisis de agitación cuando el personaje comete el crimen, claro que este personaje no corresponde al parentesco del hermano del rey que será asesinado, como es en la realidad, sino más bien el sobrino del rey, posición análoga a la de Hamlet con respecto al usurpador.
Esto que Hamlet representa en la escena es a él mismo cometiendo el crimen, matando al rey. Y Lacan nos dice que antes de vengar al padre, como su fantasma le pide, intenta con la escena dar cuerpo a algo que pasa por su imagen especular en el momento, no de vengar el crimen, sino de asumir el crimen que tendrá que ser vengado. Esta es una identificación imaginaria e insuficiente.
Es una pequeña crisis maníaca, ante el asesinato del padre, pero a la hora de la verdad, cuando tiene al alcance a su enemigo, no hace nada más que escabullirse con un pretexto, en otro momento mejor que en este en que el rey está orando.

Y trae un segundo momento, el de la identificación de Hamlet con Ofelia, captado por el alma furiosa que podemos legítimamente inferir ser la de la víctima, la suicidada, ofrecida en sacrificio, ella sucumbe después de la muerte de su padre.
Y vamos a ver en el duelo subsiguiente la identificación al objeto que es el resorte del duelo, por su lado negativo en los lamentos y no en el regocijo de haberlo tenido viviente entre nosotros; aunque también Lacan señala el lado positivo de esta identificación, que en Hamlet es la entrada en esta furia del alma femenina, (la venganza que clama Ofelia), aceptando entrar en combate incluso contra su imagen especular que es Laertes.

De aquí se puede considerar la distancia entre dos tipos de identificaciones imaginarias, la identificación a la imagen especular, i(a), de la escena sobre la escena, y la identificación al objeto a del deseo, que es reintegrado en la escena gracias a la identificación.
El tercer tiempo es el de la interrogación sobre el objeto en su estatuto de objeto del deseo, estatuto que Lacan persigue por la vía de la angustia. Este objeto no es el objeto de la epistemología, de la ciencia. Retomando “el pensamiento salvaje”, de Lévi-Strauss, entiende que si su planteamiento de la permanencia, perpetuidad, de la realidad del objeto, no contenta, es porque queremos preservar la dimensión de la angustia, luego debe haber una razón para ello.
El estudio de la función de la angustia es una vía a transitar como dice Lacan entre la vuelta a un cósmico asegurado y el mantenimiento de un patetismo histórico.

Nos recuerda la cuestión de cómo se anuda la relación especular con la relación al Otro mayúscula y que ya planteo al igual que Freud que la función de la investidura especular está situada en el interior de la dialéctica del narcisismo. La investidura de la imagen especular es un tiempo fundamental de la relación imaginaria, fundamental porque no toda la investidura pasa por dicha imagen, hay un resto pivote de esta dialéctica, bajo la forma del falo. Esto quiere decir que en lo imaginario el falo  vendrá bajo la forma de una falta.
                                                        
                     


En i(a) tenemos la imagen real, la producida por el espejo esférico, que es la imagen del cuerpo que funciona en el material del sujeto como imaginaria, es decir libidinizada, y ahí el falo aparece como una ausencia, es decir el falo no está representado a nivel imaginario sino que además está cortado de la imagen especular (-ϕ).
Intento articularlo con la figura topológica del cross-cap donde lo imaginario se afina.
   
                                                 

Imagen que ha manipulado para demostrar como un cierto corte puede dar lugar a dos piezas distintas, una que puede tener una imagen especular, la banda de moebius que representa al sujeto: “tenemos que pensar al sujeto como el sujeto donde “ello” puede hablar, sin que él se entere, e incluso del que hay que decir que nada sabe de ello en cuanto que habla”, y la otra que no es especularizable, el objeto a, el disco que se desprende por el corte de la banda de moebius, banda de una sola cara y especularizable. Se trata de la relación del –ϕ, imaginario inaprensible y ligado a un órgano, debiendo entrar en juego para la satisfacción del deseo, el falo, y de la constitución del objeto a, ese resto, ese objeto del que habla Freud referido a la angustia.
Va a tratar de articular el estatuto de este objeto, tratando de imaginarlo de otro modo que en el registro especular, para ello parte del sujeto (S) que habla, pues desde el momento que habla el trazo unario entra en juego, el 1 del que es preciso partir para poder decir 1 y 1 y 1… que constituye la identificación primaria. Pues es a partir de ahí que se reconoce como tal la unidad llamada i(a), la imagen de la experiencia especular y autentificada por el Otro y como tal a nivel de i’(a), que es la imagen virtual de la imagen real i(a). Vemos en el esquema que a este nivel de la imagen virtual (en el cuello del jarrón) no aparece nada. Por eso ha escrito ahí el –ϕ, porque no es sensible, ni presentable, como en el otro lado del esquema, no entra en lo imaginario.

El punto inaugural del deseo atañe a la relación del sujeto barrado con el objeto a bajo la forma del fantasma.
En la primera parte del esquema, es como si el sujeto pudiera ser realmente y no por intermediario del Otro, en relación entonces la imagen real i(a) y al objeto del deseo (a), que son los dos pilares de la función del deseo.
El deseo existe porque se puede conseguir eso, la relación sujeto y objeto deseo, dando un rodeo por el fantasma. Sin embargo no es posible porque solo podemos tener delante de nosotros la imagen virtual de la imagen real y sin nada el cuello del jarrón, el objeto no es visible siendo que constituye la imagen de su deseo.

 Más acá, a la izquierda está la presencia de a, demasiado cerca del sujeto para ser vista, pero que es el inicio del deseo. Es de ahí que la imagen virtual i’(a) toma su prestigio. Por eso cuanto más uno de aproxima a lo que cree ser el objeto de su deseo, más uno se desvía, pues más se acerca más da cuerpo a la imagen especular.
Ahora Lacan puede responder a la pregunta de cuándo surge la angustia, cuando algo viene al lugar del –ϕ, que corresponde del lado izquierdo al lugar del a objeto del deseo.
Lo siniestro (unheimlich) es lo que aparece en ese lugar del –ϕ, es la castración imaginaria, porque no hay imagen de la falta, por eso Lacan dice que entonces la falta viene a faltar.



CAPÍTULO IV LA ANGUSTIA

“Más allá de la angustia de castración”

Seguimos con la función del objeto que podremos seguir profundizando gracias a la angustia, al lugar que es el suyo. Las funciones del objeto se encuadran por la subversión del sujeto y la dialéctica del deseo, estos son términos del artículo en los Escritos que completa el grafo del deseo. Por lo tanto se trata de las funciones del objeto del deseo.



En el esquema óptico, en el lugar de i’(a) en el Otro mayúscula (a la derecha del espejo plano),


se refleja una imagen de uno mismo, que aunque autentificada por el Otro mayúscula, no deja de ser engañosa. Pues esta imagen se caracteriza por una ausencia, una falta, “eso que es llamado ahí no sabría aparecer”, es lo que orienta y polariza el deseo, pues tiene una función de captación. Luego el deseo no está sólo velado sino en relación a una ausencia.



Esta ausencia (implica también una posibilidad de aparición), es dirigida por una presencia que está en otro lado, ahí donde es inaprensible para el sujeto, es la presencia del a, objeto del fantasma. En el lugar de la ausencia ha colocado el signo –ϕ, que indica la relación con lo libidinal, eso que no se proyecta, ni se inviste a nivel de la imagen especular, irreductible, pues permanece investido a nivel del cuerpo propio, narcisismo primario, autoerotismo, goce autista.

Es el instrumento de relación al otro, imagen de mi semejante, la imagen del cuerpo en su función seductora, el partenaire sexual.



La angustia de castración en su relación al Otro mayúscula, lo es en cuanto angustia que viene a este lugar del –ϕ.

Si para Freud el límite en el neurótico, era la roca de la castración, Lacan abre una vía diciendo que no es la angustia de castración en sí misma que constituye el límite. El neurótico no recula ante la castración, sino de hacer de su castración lo que falta en el Otro, de hacer de ella la garantía de la función del Otro, quien siempre se sustrae en el renvió indefinido de los significantes. Se trata de una ficción, las historias del sujeto son sólo ficción, es su invención propia, la verdad de esta ficción es su enlace a los fantasmas individuales, que quedan recubiertos por ella.

Lacan explicita esta pregunta ¿qué es lo que asegura la relación del sujeto al mundo de las significaciones? Pues que en alguna parte hay goce. Y solo puede asegurarlo por un significante que falta, lugar faltante donde el sujeto es convocado a hacer signo, el de su castración.

Y Lacan nos dice que si el neurótico se para en el punto de dedicar su castración a la garantía del Otro, es por una razón interna al análisis, puesto que el análisis le lleva a ese encuentro.

”La castración no es a fin de cuentas nada más que el momento de la interpretación de la castración”.

Hay una posibilidad de pasaje, que veremos gracias a la exploración de la angustia, cuestionando precisamente el complejo de castración.



Lacan a partir de su planteo de que la angustia está ligada a lo que puede aparecer en el lugar del –ϕ, va a tomar el fenómeno de lo siniestro. Y tomando este término en alemán, descomponiéndolo, de unheimlich a Heimlich, y de unheim a heim, para afirmar que el lugar del –ϕ es la casa, el hogar del hombre. El hombre encuentra su casa en un punto situado en el Otro, más allá de la imagen de la que estamos hechos, el Otro representa la ausencia donde somos, y se ampara de la imagen que lo soporta, así la imagen especular deviene la imagen del doble, con lo que conlleva de extrañeza y que nos hace aparecer como objeto.



Es la historia de la imagen de la muñeca del cuento de Hoffman que es la imagen especular i’(a), Freud resalta la función del ojo y de la mirada y su importancia en la angustia de castración, y Lacan señala que el heim se revela aquí como deseo, no solo deseo del Otro sino también que el deseo propio entra ahí donde es esperado siempre, bajo la forma del objeto que soy y que me exilia de la subjetividad.

Lo siniestro tiene que ver con la presencia del doble y el sujeto no accede a su deseo más que sustituyéndose a uno de sus propios dobles. Los relatos de Hoffman y otras creaciones ponen en escena lo que en la realidad permanece en el estado de fantasma, el fantasma es deseo, el otro desaparece ante este objeto que soy yo, deducción hecha de cómo yo me veo.



Según la función reflexiva del Otro como espejo, los términos del fantasma: el sujeto escindido y el objeto a, pueden situarse diferentemente. Diferencia del fantasma perverso y del neurótico.




En el perverso las cosas están en su sitio, el objeto a está donde el sujeto no lo puede ver y el sujeto dividido está también en su lugar, así aunque inconsciente el sujeto perverso se ofrece al goce del Otro.

Sin embargo gracias al neurótico sabemos algo distinto, revela el fantasma en su estructura por lo que hace de él, se sirve de él para fines particulares, y es que el fantasma del neurótico está entero situado del lado del Otro, y es esto lo que lo hace parecer como perversión.

El fantasma del neurótico es lo que mejor le sirve para defenderse contra la angustia, dado que algo del orden del a, objeto, aparece en el lugar de la i’(a), la casa del hombre que es el lugar de aparición de la angustia. El objeto a que el neurótico se hace ser en su fantasma es un a postizo. Como ya Lacan nos recuerda que planteo con el sueño de la bella carnicera, el caviar que tanto le gusta y que no quiere, pues lo que le interesa es que su marido, de gran apetito, tenga ganas de ese poquito nada que ella guarda en reserva. Y aunque es el caso de la histeria también funciona para todas las neurosis, el objeto a del fantasma es también el cebo con el que se agarra al Otro. Es a esto a lo que debemos el psicoanálisis, con Anna O y Freud y Breuer, este último que se tragó junto con el cebo ese nada, no Freud que se supo servir de su propia angustia ante su deseo.



El neurótico ha podido trasladar la función del a en el Otro, pues la realidad que hay detrás de la falacia del uso del objeto en el fantasma es la demanda, lo que busca es una demanda, que quiere que se le demande, que se le suplique, pero lo que no quiere es pagar el precio. Lacan ironiza sobre la oblación y sobre los que predican la maduración genital como el lugar del don, cuando lo que el neurótico tendría que aprender a dar es ese nada que es su angustia.

Como el neurótico no da su angustia, todo el proceso del análisis consiste en que al menos dé el equivalente, pues ya comienza dando un poco su síntoma. En eso consiste la entrada en análisis, en aceptar el ofrecimiento que el paciente hace aunque sea engañoso, es el modo de entrar en el juego del que hará un llamado a la demanda, y como el analista no le demanda nada, tendrá que comenzar por modular las suyas.

A continuación Lacan critica la teoría de la frustración- agresividad- regresión. La agresividad apunta a la imagen especular, así cuestionada, y es en la medida en que se agotan hasta el fondo todas las formas de demanda, hasta la demanda cero, que aparece la relación de castración, la que se inscribe en el límite regresivo de la demanda.



La angustia no es señal de una falta, sino el defecto del apoyo que da la falta, y así va a enumerar el listado de Freud en su artículo <inhibición, síntoma y angustia>. No es la nostalgia del seno lo que provoca angustia sino su inminencia, todo eso que nos anuncia que vamos a entrar en el regazo. Y nos recuerda que la presencia- ausencia de la madre es un juego que el niño renueva dado que la ausencia asegura la presencia, por lo tanto tampoco tiene que ver con la angustia, al contrario lo que angustia más al niño es cuando la relación que instituye la falta que hace el deseo está perturbado y no hay posibilidad de falta, con una demanda materna que nos desfallece. Como en el caso Juanito, donde la prohibición de tocarse como toda prohibición es tentación, no se trata de la pérdida del objeto sino de la presencia de que los objetos no falten, que eso no falte. Del mismo modo que lo temido es el éxito, luego de nuevo que eso no falta.




CAPÍTULO V SEMINARIO LA ANGUSTIA


LO QUE ENGAÑA



Ciertas críticas al psicoanálisis se explican porque el psicoanálisis cuestiona el deseo de conocimiento, pero además el discurso psicoanalítico se emplaza en un más acá del momento de conocer.

Enojado Lacan con ciertas alusiones remarca que como analistas nuestra justificación como nuestro deber es el de mejorar la posición del sujeto. Y antes ha explicitado en relación al lugar del deseo en el proceso terapéutico, la cuestión de no coger una falsa vía, de no responder equivocadamente, cuando el deseo del analista está implicado en el fin perseguido, al que no se aplica exactamente el concepto de “curación” tal y como se entiende. No dejemos de recordar que dentro de nuestra experiencia todas las preguntas son posibles y que es necesario conservar un cierto hilo que garantiza que no hacemos trampa con la verdad que es nuestro instrumento esencial.

En cuanto a la angustia no debemos olvidar que su lugar ocupado por el –ϕ constituye un cierto vacío, todo lo que puede manifestarse ahí puede desviarnos respecto a la función de  estructuración de este vacío.

1.- Retomará la interrogación sobre la angustia sin abandonar el punto de mira que nos ha ido dando. Nos dio tres puntos de referencia en la clase anterior, en los que la dimensión del Otro permanece dominante: la demanda del Otro, el goce del Otro, y el deseo del Otro teniendo en cuenta que es también el deseo que corresponde al analista en tanto que interviene en la experiencia. El analista está incluido, la angustia es una angustia que nos responde y que provocamos, con la que tenemos una relación determinante. Esta dimensión del Otro está presente en la angustia, dimensión presente incluso en las investigaciones y respuestas de laboratorio (Pavlov) sobre organismos animales como los perros, es decir el mismo investigador entra ahí como Otro, y no puede elidirse del resultado, para un perro esta dimensión está implicada en su relación a su amo. Basta el montaje que implica la investigación para que dicha dimensión del Otro está presente, sea cual sea el animal, dimensión de la cual nada sabe el sujeto en cuestión, el sujeto que somos de eso que le constituye como campo, no sabemos nada.

Es decir el sujeto supuesto saber (Selbstbewuβtsein) es una suposición tramposa, una ilusión, una fuente de error. Esta imagen del sujeto supuesto de conocimiento se inicia con el objeto captado del estadio del espejo, con la imagen del cuerpo propio, dado que el sujeto ahí, con júbilo, cree estar ante el objeto que le hace a él transparente. Por eso el conocimiento está ligado a la ilusión de esta experiencia, el objeto será construido y modelado a la imagen de esta relación a la imagen especular. Por eso es insuficiente, la aparición de este objeto puede introducirnos en otra dimensión, la de lo extraño, la de algo que no se puede captar. Ante esto el sujeto vacila y esta relación del sujeto al conocimiento es puesta en cuestión.

Este objeto es correlativo del reconocimiento de nuestra propia forma, , este conocimiento deja escapar algún resto de esta investidura primitiva de nuestro ser por el hecho de existir como cuerpo y es este residuo no imaginado (no formando parte de la imagen) del cuerpo el que vuelve por un rodeo, manifestándose en este lugar previsto para la falta, el que por no ser especularizable, irreparable, tiene que ver con la angustia.

Lacan utiliza el libro de Goldstein, La estructura del organismo, donde formula que el organismo en sus efectos relacionales funciona como una totalidad, y diferencia entre la reacción catastrófica y en su interior el fenómeno de la angustia, para hablar de esa primera reacción catastrófica, trauma primario, del desvalimiento, Hilfosigkeit, situación de peligro insuperable, angustia primera.

Las dos condiciones de la angustia: que el agujero aparezca en el campo objetivo, es el surgimiento de la falta bajo esta forma positiva lo que es fuente de angustia, y segunda condición que haya una demanda del Otro, Goldstein o el investigador que demanda la respuesta a la prueba (test).

Trae ahora a partir del libro de Jones la pesadilla, pues la angustia de la pesadilla se experimenta como la del goce del Otro, como la figura que da Jones del íncubo que sentado encima de nuestro cuerpo nos aplasta con todo el peso de su goce.

Este ser que pesa por su goce es también alguien que nos hace cuestionar, bajo la forma del enigma. Es la esfinge del inicio del mito de Edipo, de pesadilla y cuestionadora, figura que da idea de la dimensión de la demanda, el enigma de la esfinge es lo que precede al drama edípico. El enigma implica una pregunta en su forma más opaca, como lo es todo enigma, es decir bajo la forma de un significante.

2.- Lacan recuerda lo que nos ha dicho sobre el significante:

-el significante es una huella borrada

-se diferencia del signo el cual representa algo para alguien

-el significante representa al sujeto para otro significante



Nuestra relación a un objeto perdido es una relación angustiada, dónde podemos reencontrarlo, puesto que algo olvidado no quiere decir que no esté ahí sino que estando aún ahí no sabemos reconocerlo. Por eso Lacan nos va a poner el ejemplo del síntoma histérico y del obsesivo.

En la histeria con grandes síntomas, anestesias, parálisis, disminución del campo visual, escotomas, la angustia no aparece en la medida en que esas faltas no se conocen.

Hay algo en la obsesión, en el modo en el que el obsesivo trata el significante, ponerlo en duda, borrarlo, triturarlo, desmigarlo, buscando encontrar bajo el significante el signo (representar algo para alguien). Quiere volver a la etapa anterior, ir al origen, al signo.

Y Lacan nos recuerda que no solo el hombre, borra y opera con sus huellas, también los animales, incluso señalan y constituyen con ellas su territorio, las borran y hacen huellas falsas, pero no hacen significantes, hacer huellas falsas para hacernos creer que son falsas, hacer huellas falsamente falsas es participativo del significante.

Hacer creer que las huellas son falsas cuando son justamente las huellas de mi verdadero pasaje, ahí se presenta un sujeto, un sujeto que habla, hay ahí un sujeto como causa, causa original del sujeto, es la causa de una huella, un trazo, que se presenta como vacío y que se hace tomar por una falsa huella. Es el modo de situarse en el lugar del Otro en una cadena significante.

¿Qué quiere decir esto? Que en el origen lo que posibilita la emergencia del significante es apuntar a lo que el Otro real no sabe, él no sabía se enraíza  a él no debe saber. El significante revela el sujeto pero borrando su huella.

                                           

Hay primero el objeto a reencontrar  a                      A   Y un A (Otro mayúscula)

Y en su intervalo aparece el …………………….S barrado…………….como tal como un no-sabido, es decir inconsciente (unbewuβt)



La existencia de la angustia está ligada a toda demanda, la cual es engañosa, en relación a lo que preserva el lugar del deseo, de ahí lo angustioso de llenar esta falsa demanda. No debe ser tomada al pie de la letra, lo que el niño demanda a la madre es esta relación presencia/ausencia (estructurada por el fort-da), que supone su primer dominio, en cambio cuando el llenar y colmar total es lo que hace surgir la angustia. Es la demanda la que indebidamente toma el lugar de lo que está escamoteado, el objeto a.



3.- Es la fórmula de la pulsión, S◊D, y en los neuróticos el fantasma, S◊a, se presenta privilegiadamente como S◊D. Es el término de Freud, el de pulsión, Trieb, que se diferencia del instinto, y de la necesidad, por ejemplo de alimentarse, la pulsión oral concierne a lo erógeno de la boca, a la pulsión oral el residuo que queda sin inversión es el pezón (y sus sustitutos).



El fantasma tiene el valor significante de la entrada del sujeto a la caza del objeto, que le va a llevar a una cadena infinita de significaciones llamada destino, y se le escapa que eso que se ha de encontrar es justamente el punto de partida, su modo de entrar en el significante.

Los primeros objetos, del pecho cortado (pezón) pasa de la demanda a la madre a la demanda de la madre, el escíbalo en relación a la zona erógena anal, el ano tiene una función de corte de un objeto, el escíbalo, con todo lo que puede llegar a representar, no sólo de don sino de identidad con este objeto.

Su valor de desecho designa su valor, lo importante, el lugar de un vacío donde vendrán otros objetos. Guardemos este lugar, interesándonos, como Pascal, por el deseo. El horror del vacío no es más que el horror por el deseo.






CAPÍTULO VI
SEMINARIO LA ANGUSTIA

LO QUE NO ENGAÑA

Subrayar de su introducción a este capítulo, respecto a las críticas de que sus analizantes asisten a su seminario, que no sólo el analista Lacan sabe reconocer en los que se analizan alguna otra cosa que lo que se lee en los libros, sino también a la inversa, los que se analizan con él saben reconocer en los libros lo que efectivamente hay en ellos.

1.- Lacan toma a Ferenczi justamente porque viene de ser publicado un libro suyo sobre la investigación de una teoría de la genitalidad. Hace hincapié en la parte femenina del desarrollo que Ferenczi hace, como una interrupción, en comparación a la del hombre, sin mediación, lateral al proceso de realización de la genitalidad. Al igual que Freud habla del desplazamiento del clítoris a la vagina, y plantea al modo de la histeria la genitalización que no erotización de otras zonas.

Y Lacan señala, partiendo del lugar vacío en la función del deseo, (pensemos en lo que dijo en el caso de la histeria con el sueño de la bella carnicera, mejor de eso que te gusta dejar un poquito vacío para mantener el deseo), la paradoja, de que esa cavidad vaginal no está inervada, y es justo el hogar del goce. Solo cabe el mito de la genitalidad y las construcciones míticas en torno al goce vaginal. Por eso nos insiste en el registro estructural que intenta abordando la angustia y con el lugar vacío en la función del deseo, pues sin ese registro nada puede articularse.

Si de la histeria se dice que es la neurosis más avanzada, es porque se sitúa en la diacronía de la maduración la más cercana a la genitalidad, al final de la maduración infantil, pero también sin duda está en el inicio, la más primordial sobre la que que se edifica la neurosis obsesiva. En esta diacronía no se sale de este ponerla al principio o al final, es el problema de lo evolutivo en el tiempo, de ahí la necesidad de la estructura sincrónica y constituyente del deseo, ese lugar vacío, cuya función es esencial.


2.- Continúa con la estructura de la angustia. Y lo primero que plantea es que la angustia está encuadrada, apoyándose en su esquema óptico, dado que el espejo (A=Otro mayúscula) tiene sus límites, lo que quiere decir que aunque permite ver un punto en el espacio no perceptible directamente, no permite por eso verse uno mismo. Este es el encuadre de la angustia.

De la misma manera que el fantasma está encuadrado, es su propuesta de la intervención de las Jornadas Provinciales de octubre del 1962, donde utiliza la metáfora de un cuadro colocado en el marco de una ventana, de lo que se trata es de no ver lo que se ve por la ventana. Como en “El hombre de los lobos” (caso de Freud), cuyo sueño es el fantasma desvelado, lo que se ve a través de la ventana, mostrando la relación del fantasma a lo real, fuera, más allá, de la realidad. En este sueño como en el esquema están los soportes, las ramas del árbol, y lo soportado, los lobos sobre ellas. (Al igual que en muchos dibujos de psicóticos, en el caso de Jean Bobon, los significantes están en el lugar de los lobos, “Yo siempre soy vista”, con el doble significado de la palabra “vista”, de ver y de postal (paisaje enmarcado).

Por eso vuelve a lo siniestro que se presenta a través de tragaluces (Ventana abierta en un techo o en la parte superior de una pared, generalmente con derrame hacia adentro.) Y que lo hace, de repente, de golpe, surge eso que no puede decirse y no porque no se pueda decir materialmente, sino porque no tiene el poder de autorizarse. Y aunque nos ha acercado la angustia a la espera con esa imagen de lo que esperamos al levantarse el telón, va a decir que la espera no es indispensable para el encuadre y que la angustia es otra cosa.

La angustia es cuando aparece en ese encuadre lo que ya estaba ahí, más cerca, el heim (nuestro hogar). Aunque la figura del huésped (desconocido) puede dar idea de lo siniestro, unheimlich, es insuficiente para designar la angustia. El huésped tendría más que ve con la espera, la impaciencia, luego la constitución de lo hostil (primer recurso más allá del desvalimiento, hilflosigkeit), lo hostil domado, adiestrado, aceptado, admitido.

Lo que es Heim, íntimo, es del orden de lo secreto, misterioso, clandestino, es decir Heimlich, y no pasa por las redes del reconocimiento. Permanece Unheimlich, y Lacan hace su juego de palabras con habituer (habituarse) y habiter (habitar), más habitual que habitado (vivido) o que habitable (vivible).
Por lo tanto el surgimiento de lo secreto, íntimo y clandestino, en el marco o encuadre lo que constituye la angustia, de aquí que sea falso que la angustia es sin objeto. En realidad se trata de otro objeto que el de la aprehensión por la red de los significantes, cuyo corte (cerrado), viene a cerrar una significación, “es esto”, este mundo del sujeto que habla es lo que engaña.

La angustia  por el contrario es ese corte abierto que deja aparecer lo inesperado, eso que es pre-sentimiento, eso que está antes del nacimiento de un sentimiento. Es lo que no engaña, fuera de duda, la angustia es la causa de la duda. La duda está para combatir la angustia y con engaños, se trata de evitar lo que en la angustia es horrorosa certeza.


Hacer es arrancar a la angustia su certeza. 


Así que va añadir en estas coordenadas del movimiento y la dificultad,  las dos casillas marcadas con una cruz, pasaje al acto y acting out. Y nos señala que está presente entre conmoción y embarazo, lo que está en más y lo que está en menos: ¿si eso con lo que bregamos está en más entonces no nos falta, pero si no nos falta porque decir que en otro lado que nos embaraza?

Es el significante lo que establece la posibilidad de engaño, por eso la angustia no se puede abordar científicamente, con el significante, significándola, no participa del juego significante, luego del equívoco. Por eso comprender supone avanzar en el malentendido, y no hay lógica posible en el caso de lo real que no sea tropezar con lo imposible.

Si Lacan trae el tema de la circuncisión, como una demanda de Dios, en cuanto Otro, es para decir que no debemos confundirnos relacionándola con la castración y su complejo, pues hacerlo es quedarse en el síntoma, es lo que el neurótico hace. Lo que hay que considerar en la demanda es la función del corte, recortando al objeto.

En realidad más que la voz superyoica del goce, ese mandato “Goza”, con su juego de palabras en francés “J’ouïs”, “Oigo”, lo que señala es el interrogante del deseo del Otro, ¿Qué quieres?, relacionado a la ley, pues a pesar de que deseo y Ley parecen estar en antítesis, son una misma cosa, son la misma barrera al acceso de la Cosa, dado que es el deseo del padre el origen de la Ley, “deseante me apunto al camino de la ley”.

Acaba con la ignorancia del sujeto respecto a lo que desea, ni porqué sobresale un objeto entre otros muchos, con el objeto fóbico que cubre mi angustia, y con el objeto fetiche sin saber por qué es ese objeto (el zapato, por ejemplo) lo que deseo y me atrae.

Ferenczi crée le concept d'« amphimixie », repris de la zoomorphologie : mélange de deux éléments constituants pour montrer la dynamique biologique fondamentale qui règle la vie psychique sexuelle. Ferenczi pense en effet que la sexualité aboutie, complexe, le coït, vient de la réunion savamment dosée chez chacun d'un mélange de deux tendances partielles : urétrales et anales. La thèse de cet ouvrage par trop avant-gardiste  de la armonía genitalest donc d'étudier sous le double angle, et biologique et psychanalytique, le phénomène de la copulación. Ferenczi fonde en cela une science ou pseudoscience, la bioanalyse.


  
CAPÍTULO VII  

SEMINARIO LA ANGUSTIA



NO ES SIN TENERLO





Lacan nos introduce, a modo de programa de su quehacer constante a lo largo de sus seminarios, con una cita de “NUEVAS LECCIONES INTRODUCTORIAS AL PSICOANÁLISIS” de Freud, de su lección 32, La angustia y la vida pulsional, en la traducción española, la cita es:

Se trata realmente (bien traducido el término alemán wirklich) de concepciones; esto es de introducir las debidas (correctas) representaciones abstractas, cuya aplicación a la materia prima de la observación haga nacer en ella orden y transparencia

Va a tratar de precisar, en este camino sobre la angustia, el estatuto de lo que designa con la letra a.



Retomando el esquema óptico nos recuerda que ahí lo vemos sobre el jarrón que simboliza el continente narcisista de la libido, i (a), y que se corresponde por mediación del espejo Otro mayúscula, con la imagen del cuerpo propio, i’ (a). Y que existe una oscilación, reversibilidad libidinal, de uno a otro, de la libido del cuerpo propio a la del objeto. Es ahí, en ese lugar, donde se da la incidencia de la angustia.



1 Punto importante: La angustia es la manifestación, la señal de la intervención del objeto a.

La angustia efectivamente es señal de algo, respecto a lo que pasa en esa relación del sujeto a este objeto, un sujeto dividido en su misma entrada a la existencia en el campo del Otro, por eso en esa relación entra en cierto modo borrado (fading). Es la señal de ciertos momentos de esa relación.
2     
           Precisiones sobre el objeto a:
·        Designado por una letra para dejarlo fuera de una referencia metafórica, es decir al significante. Luego fuera de la función significante y de la significación. No hay significante que lo designe
·         
      Este objeto está fuera de toda definición de objetividad, significación a la que puede remitir metafóricamente la palabra objeto en la relación sujeto-objeto. Y también fuera de la llamada realidad. No tiene imagen especular.
·        Y fuera de las coordenadas de la Estética Trascendental, de las dimensiones del tiempo y del espacio. Y por esa extrapolación tan fácil de hacer de lo imaginario en lo simbólico, en cuanto a los dos registros espacial y temporal, ya nos está situando el objeto a en el registro de lo real.

Tampoco el sujeto está en la conciencia, dado que se constituye como inconsciente, dada la incidencia del significante que lo precede, por estar en el lenguaje. Entrada del significante en lo real, significante que se encarna gracias al cuerpo, un cuerpo sin acceso, fuera de las categorías de la estética trascendental, y de “la extensión” de Descartes, -ni percibido pura y simplemente en el espejo, incluso ocurre cuando mirándonos en él, esa mirada que aparece no nos mira a nosotros mismos, sino ese otro que me mira, experiencia de extrañeza, inquietante puerta de aparición de la angustia que nos coge por los ojos, pasaje de la imagen especular al doble.

Rectificación de que la angustia es sin objeto, al revés “la angustia no es sin objeto”, aunque no se trata del objeto de la angustia, no se sabe de qué objeto se trata; parafrasea la frase de la relación del sujeto al falo, “él no es sin tenerlo”, no es ahí sin tenerlo y ahí donde es, eso no se ve, es necesario que no se vea que es el falo lo que está en causa, si se ve es la angustia.

Diferenciación del objeto a de los objetos especulares e imaginarios.
Afirmación: la castración del complejo de castración no es una castración, y además dice que es un fantasma, un fantasma de castración.
Efectivamente a partir de la noción de corte, las amenazas de cortarlo, como la mamá de Juanito, la cuestión de la circuncisión, pero lo cortado es un objeto común, intercambiable, manejable, se definen dos tipos de objetos.

En el estadio del espejo está.
-el plano de la 1ª identificación a la imagen especular, debido al desconocimiento original del sujeto en su totalidad.
-el del transitivismo en la relación al otro imaginario, el semejante, el otro minúscula. Esto contribuye a la dificultad de discriminar la propia identidad de la del otro.
-por eso es que se introduce la mediación de un objeto común, de rivalidad, de pertenencia, mío o tuyo.

En este campo de la pertenencia los objetos se diferencian entre aquellos que pueden compartirse y los que no.

Los objetos parciales, o las distintas formas del objeto a, son cinco, falo, pezón, escíbalo, mirada y voz, y cuando aparecen y devienen reconocibles, es la angustia la que nos señala su estatuto, anteriores al estatuto del objeto común, comunicable y socializado. Esas 5 formas corresponden a 5 formas de pérdida y de aparición de la señal.

Dos mecanismos en los extremos, el que comienza con la inhibición y termina con la angustia:
El objeto de glamur, de brillo deseable, de atracción es el que estimula la excitación , se sitúa del lado de la imagen especular al mismo nivel del que sería también el de la angustia, gracias a la conexión de la investidura erógena original que hay ahí en a, presente y escondida a la vez.

La elección del objeto de amor se produce en el yo, del otro lado del espejo, a nivel del encuadre del espejo por una restricción (Freud), una limitación del campo libidinal que excluye un determinado tipo de objeto por ejemplo en función de su relación a la madre.

Es la deficiencia de situar el objeto parcial en la transferencia, posición del analista donde yace la función del objeto parcial, lo que está implicado en el límite del análisis con Freud.
Es con la figura topológica del cross-cap que es posible concebir intuitivamente la distinción del objeto a y del objeto común construido a partir de la relación especular.
Banda de Moebius (el sujeto)

 que es de una sola cara y sin imagen especular. 
 

 
Se obtiene con el corte del cross-cap en un determinado punto de intersección y además se obtiene también un disco circular, esta figura residual puede materializarse como un ocho interior. Es el a, el resto caído por el corte.

En la imagen del jarrón que aparece un orificio al estar bordeado, en la 2ª sólo modificando el borde aparece a la vista como si hubiera un doble orificio, imagen extraña e invasora del doble.
                              



                                            





CAPÍTULO VIII
Seminario La Angustia

LA CAUSA DEL DESEO
En este seminario de lo que se trata es del objeto a, pues la angustia es la única traducción subjetiva de dicho objeto.
Un objeto anunciado anteriormente en la fórmula del fantasma, en tanto que soporte del deseo,     

1.
Cuando decimos “objeto del deseo” se produce un malentendido propio de la noesis[1], aquello hacia lo que apunta, luego ¿el objeto del deseo entonces estaría delante? No es así pues el objeto a está fuera de una analogía a la noesis, en todo caso en la intencionalidad del deseo este objeto se concibe como causa, luego como tal causa del deseo el objeto a está detrás del deseo. Es la diferencia entre lo que causa y aquello a lo que se apunta.
Ya Freud respecto a la pulsión distingue entre el fin y el objeto, ni están en un mismo lugar, ni coinciden, marcando lo esencial del objeto en su función como algo que se sustrae. Y respecto a la oposición interior y exterior, siendo el objeto a situar en el exterior y la satisfacción en el interior, Lacan lo resuelve señalando que la noción de exterior es antes de una cierta interiorización, en a de este lado del espejo plano (A).



Antes de que el sujeto en el lugar del Otro mayúscula, se capte especularmente en x, imagen que introduce la distinción yo/no-yo.
Esta es la manera de Lacan para situarnos en la noción de “causa”, sujeta a reduccionismos. La noción de causa pertenece a este exterior, lugar del objeto y antes de toda interiorización. Y para ilustrar lo anterior elige el fetiche, que desvela el objeto como causa del deseo.
No es el fetiche en cualquier cosa que se concrete, el zapato por ejemplo, lo que se desea, sino que es el zapato el que causa el deseo. El fetichista precisa que el fetiche esté ahí, dado que es la condición en la que se sostiene su deseo. (Síntesis de la función de señal de la angustia y su relación con una interrupción en el sostén de la libido).

2.
Ahí donde creemos encontrar al sujeto, en el yo del verbo (je), a nivel de lo inconsciente, se halla el a.
Para ilustrar esto de que somos (a) el objeto, Lacan toma la estructura subjetiva del masoquismo y el sadismo, que muestra su diferencia.
                       

Lado Sujeto                                                         Lado Otro
               
 
Si hay algo ahí x, llamado deseo sádico, que sólo puede articularse a partir de la disociación que apunta a introducir en el otro, imponiéndole lo que no podría ser tolerado, hasta el límite exacto en que aparece en ese sujeto una división entre su existencia de sujeto y eso que es infringido y sufre en su cuerpo. Luego en la intención sádica, no es tanto el sufrimiento del otro lo que se busca, sino su angustia. anotado en S 0

A su existencia esencial como sujeto.
Lo que caracteriza el deseo sádico es que su agente en la realización de su acto ritual no sabe qué busca, lo que busca es realizarse, hacerse aparecer él mismo como puro objeto, fetiche negro.
Sin embargo es para el masoquista, quien declara de entrada que quiere encarnarse como objeto, como objeto otro, es decir, identificarse al llamado objeto común, objeto de intercambio, le resulta imposible captarse como lo que es, lo que somos, (a).
Tanto para el sádico como para el masoquista estas identificaciones aparecen sobre una escena, aunque en ella el sádico no se vea y solo vea el resto.
Verse, reconocerse, como objeto de deseo es siempre masoquista. Decir que el superyó es la causa del masoquismo es insuficiente, más bien, si el objeto es causa del deseo entonces el superyó participa en la función de este objeto como causa. El objeto sin el cual no hay angustia, marca su peligrosidad, que muerde.
Lacan ya dijo que deseo y ley son una misma cosa, en el sentido en que su objeto les es común. Como en el mito de Edipo:
-        El deseo como deseo del padre y la ley son una misma cosa
-        Que si la relación de la ley al deseo es tan estrecha, es porque la función de la ley traza el camino del deseo, el deseo por la madre, es idéntico a la función de la ley, al ser esta quien lo prohíbe, impone desearla.
-        Si la mujer que se debe preferir tiene que ser otra que la madre, hay así un mandamiento para el deseo, es el mandamiento que el deseo del padre hace ley.
Lo que el masoquista quiere hacer aparecer sobre la escena es que el deseo del Otro haga ley; es el modo en que aparece él mismo como desecho (el objeto a).
El complejo de castración es efecto de esta correlación deseo del padre y Ley, la que nace de la mutación del deseo del padre después del fantasma de asesinato del padre. Por eso encontramos el –ϕ en el lugar en que a falta.
Después de lo anterior se abordan “las posibilidades estructurales de la manifestación del objeto a como falta. Esla roca de la que habla Freud como reserva irreductible de la libido. El objeto está ligado a su falta, necesaria ahí donde el sujeto se constituye en el campo del Otro, en ese origen (represión originaria), lo irreductible de lo incognito, ese vacío central, y es ahí donde se sitúa el agalma de su seminario sobre la transferencia.

Ese lugar vacío delimitado en la imagen por un borde (jarrón), límite de la imagen especular, es el lugar elegido por la angustia.


El borde enmarca el límite, ilustrado aquí por el límite del espejo y el 
Y Lacan nos recuerda que la transferencia es alguna cosa más que repetición de un traumatismo antiguo, es ese amor real y presente, gracias al cual se instituye la pregunta central de la transferencia, sobre el agalma es decir sobre su falta, pues con lo que falta que uno ama. Y haciendo una equivalencia con su frase, amar es dar lo que no se tiene, dice para tener el falo y poder servirse de él, es preciso no serlo. Y añade regresar a la condición de serlo, tanto para un hombre como para una mujer, es siempre peligroso.
Con el caso de la joven homosexual de Freud, nos introduce al pasaje al acto, señalándonos dos de sus condiciones, el embarazo supremo al cruzarse con la desaprobadora mirada del padre, y la emoción intensa por la súbita imposibilidad para afrontar la escena de abandono por su Dama, es decir la 1ª es la identificación absoluta del sujeto a ese a al que se reduce, la 2ª es la confrontación del deseo y de la ley. Su resentimiento y su venganza son esta ley, el falo supremo Φ. Promoción del falo al lugar del a. Freud define el campo propio del análisis, todo gira alrededor de la relación del sujeto a a.



[1] Noesis: 1) visión intelectual, pensamiento 2) en fenomenología, acto intencional de intelección o intuición.




CAPÍTULO XI
Seminario La angustia

Puntuaciones sobre el deseo

     En el inicio de este capítulo, Lacan a partir de la lectura de artículos sobre la contratransferencia que han trabajado Perrier, y Granoff, a quienes dejó al cargo en su ausencia vacacional, retoma el tema para insistir que en este tema de lo que se trata es del deseo del analista, quien hace obstáculo a la contratransferencia, a sus dificultades y confusión expresadas en los artículos, incluso cita el de Lucía Tower que no puede evitar poner las cosas sobre el plan del deseo.
Es sobre la cuestión del deseo que uno se debe preguntar, cuestión no planteada hasta ahora por los psicoanalistas.

     Lacan nos recuerda lo que ya dijo en uno de los capítulos anteriores, “el deseo es la ley”. Lo sustancial de la ley es el deseo por la madre, inversamente lo que fija la norma del deseo, lo que lo sitúa como deseo, es la ley de prohibición del incesto.
En el erotismo, el deseo puede presentarse como voluntad de goce, pero esta voluntad fracasa, encuentra su propio límite en el ejercicio mismo del deseo, la ley es freno, sujeta y para al sujeto en el camino del goce, tanto en la perversión como en la neurosis. Y eso que en la primera se da la subversión de la ley, es decir, es el deseo el que soporta la ley, mientras en la segunda es la ley la que sostiene el deseo, el sujeto neurótico no puede desear más que según la ley, como deseo insatisfecho, en la histeria, y como deseo imposible en la obsesión.
El tema de la angustia nos lleva al mito de la ley moral en el sentido de una autonomía del sujeto, cuando la ley moral

     Es en relación al peligro interno de la señal de angustia en el yo que enunciaba Freud, que lacan va primero a desmontar el mito de la ley moral en el sentido de la autonomía del sujeto, cuando es heterónoma, esta es la definición de esta palabra: dicho de una persona: Que está sometida a un poder ajeno que le impide el libre desarrollo de su naturaleza. Es así como Lacan entra a plantear la cuestión de lo real, que cuando interviene, lo hace elidiendo al sujeto y determinando por su intervención misma la represión (lo traumático). Es la vuelta del significante a la huella, porque con la intervención de lo real, es el significante lo que salta, reenvía al sujeto a la huella y al mismo tiempo lo suprime, ya que sólo hay sujeto por el significante (definición del significante).
Hay pues una relación de lo real y de la angustia. En el caso del masoquista lo que se le escapa es lo que busca, cree que busca el goce del Otro y por eso no sabe que lo que busca es la angustia del Otro.
Recordemos que en el seminario anterior sobre la identificación, ya había hablado de la angustia como manifestación específica del deseo del Otro. Tomando lo dicho por Freud, si la angustia es señal en el yo entonces no es señal para el yo, si se alumbra en el yo es para advertir al sujeto de algo, a saber de un deseo, de una demanda que no concierne a ninguna necesidad (demanda de amor), concierne sólo al ser mismo, que lo pone en cuestión, que lo anula, que se dirige a mí como perdido, que solicita mi pérdida para que el Otro se reencuentre. El deseo del Otro no me reconoce, me cuestiona y me interroga en la raíz misma de mi deseo. Y es porque apunta ahí, a la raíz misma, que uno no puede hacer nada, para evitar ser cogido, sólo comprometerse. Esto es la base del análisis, el deseo del analista suscita en mí la dimensión de la espera, ya estoy cogido, comprometido.
En cuanto que el deseo interviene en el amor, es su apuesta esencial, el deseo no concierne al objeto amado.

22 de abril 2014 


CAPÍTULO XII
Seminario La angustia

La angustia señal de lo real

“La angustia no es sin objeto” es la fórmula de Lacan, que le sirve para desmontar el lugar común de la oposición miedo/angustia, cuando se dice que el miedo es ante un objeto, ante un peligro objetivo y como reacción adecuada, para lo que se sirve de los terrores relatados por Chejov, señalando, además la característica de la angustia ausente en los ejemplos relatados por dicho autor, que es la amenaza en la que el sujeto se halla concernido en lo más íntimo de sí mismo.
Y también pone de manifiesto que su noción de objeto es distinta de la que manejan los autores de semejante lugar común, esa fórmula dibuja una relación subjetivada, es decir un objeto en relación a un sujeto marcado por la falta.
Cuestiona también la noción de peligro pues es la angustia misma la que avisa al sujeto, y al decir Freud que se trata de un peligro interno, sería algo ligado a una estructura a conservar, luego se trataría de una defensa, noción en la que ya la función de peligro estaría implicada. Para orientarse en la función de la angustia sólo la noción de real, en su opacidad en oposición al significante (ya se refirió a esto en el anterior capítulo), sirve pues eso ante lo que la angustia surge como señal es lo irreductible de lo real.

Para situar lo real vuelve como soporte al signo de la barra de la división. Proceso de subjetivación: el sujeto se constituye en el lugar del Otro, que como tesoro del significante está ya constituido y que espera al sujeto, todavía mítico, es decir no existente como tal. Sólo existirá como tal por el significante que en relación a él es constituyente.

operación de la división: en A cuantas vece S?
Este A (Otro) de la interrogación no será el mismo del resultado, marcado por la barra

Y el resto, lo irreductible del sujeto, el a, resto irreductible de la división para el advenimiento del sujeto.
El “a” no tiene común denominador, entre a y S, sería como poner a como numerador y S como denominador 

Este “a” como caída de la operación subjetiva lo reconocemos como objeto perdido. Y es esto lo que tiene que ver con el deseo y con la angustia. La angustia en un momento lógicamente anterior al del deseo.

La angustia entre x y deseo

X en el piso primero, que solo podemos nombrar retroactivamente, el otro (A) como diana donde el sujeto se ha de poner (en el lugar del Otro), el 2º piso de la angustia constitutivo de la función de “a” (Otro barrado, la falta en el Otro), y en el tercero está el sujeto barrado como sujeto de deseo.
Lo irreductible de “a” es del orden de la imagen, (la angustia que entra por los ojos). El paso de más que da <Edipo es el de ver lo que él ha hecho (gozar de la madre), esto hace que él vea al instante siguiente sus propios ojos en el suelo, los ve como objetos-causa. Habiendo perdido la vista se dice que se vuelve vidente. Lacan para tratar de dar cuenta de la angustia, trae también el caso de Sta Lucía y Sta Ágata, que portan sobre una bandeja, una los ojos, otra los pechos, presentados como objetos de nuestro deseo, estas imágenes no nos introducen en el orden de la angustia. Para que se dé, el sujeto ha de estar más íntimamente implicado, como el masoquista o sádico.
Ya sabemos lo que plantea Lacan respecto al masoquista, que su fantasma de ser el objeto de goce del Otro, enmascara lo que busca, la respuesta a esta caída esencial del sujeto en la miseria, el desecho, busca la repuesta en el Otro que es la angustia. Podríamos decir la angustia de Dios.
En el sádico la angustia está menos escondida, en la delantera de su fantasma que hace de la angustia de la víctima una condición necesaria. Pero esto mismo nos ha de hacer desconfiar. Está claro que para él la referencia al Otro es esencial, forma parte de su alcance. Y ¿qué busca? Lacan toma los textos de Sade (Los 120 dias..) para señalar que el trofeo supremo blandido indica que se busca el revés del sujeto (ponerlo al revés). Se trata del paso al exterior de lo que está escondido. Remarca el carácter instrumental de la función del agente, lo que le sustrae el alcance de su acción, salvo por un breve relámpago.
Con los dos masoquista y sádico nos muestra el juego de ocultación de la angustia y del objeto, llevados a un primer plano, uno a expensas del otro. Es el lazo radical de la angustia al objeto en tanto que cae, su función esencial de ser el resto del sujeto, resto como real (estatuto real de estos objetos)
Efectivamente la angustia aparece en la separación y esos objetos son separables, porque tienen ya el carácter de objetos enganchados.
Son objetos, como el pecho, ambi-receptores, subrayando con este término que es necesario articular la relación sujeto materno-pecho, como la del bebe al pecho. El corte no pasa para los dos  por el mismo sitio.
Para el siguiente capítulo la angustia en la vertiente del deseo y en la del goce.

24 abril 2014




CAPÍTULO XIII
Seminario La Angustia 
de Lacan

Aforismos sobre el amor

Antes de entrar en materia, indica la dificultad de traducción del ruso, dado que en el capítulo anterior habló de los terrores de Tchekhov, de los términos, terror, miedo horror etc. Y llega a señalar la función del ne expletivo (je crains qu’il ne vienne=temo que venga), la de representar al sujeto de la enunciación, y no solo el sentimiento, entre el temor de que venga y la esperanza de que no venga.

Entrando en materia se refiere de nuevo a la oposición miedo y angustia, que no es sin objeto, retomando la frase de Freud “angustia ante alguna cosa”.
En la angustia el sujeto está concernido, interesado, cogido en lo más íntimo de él mismo. Y es del lado de lo real lo que hace que la angustia no engañe. A lo que apunta la angustia de lo real es de lo que la angustia es señal.
Vuelve a repetir el proceso de subjetivación de la división, e introduce que el sujeto mítico (S) prealable a la puesta en marcha de la operación es el sujeto del goce, sólo aislable de esta manera mítica. Así que nos lo añade en el primer piso de la división, marcado antes por una X.

Así que ahora tenemos a la angustia entre el goce y el deseo.
Son los tres tiempos de la división. Y añade que el goce no conocerá al Otro sino gracias al resto a. Y lo que adviene en el último es el sujeto dividido implicado en el fantasma, donde él es uno de los términos que constituyen el soporte del deseo.
                                (fórmula del fantasma)
Como el término de esta operación es el sujeto dividido ya que el a es irreductible y no se puede operar con él, y como la operación realizada es la relación a respecto a S lo que está interesado en el sujeto barrado. De esta manera Lacan viene a sugerir que el a es metáfora del sujeto del goce, pero esto no podría ser solo si el a fuese un significante (la metáfora es la sustitución de un significante por otro, sustitución creadora de un nuevo sentido). Pero justamente lo irreductible es lo no reductible al significante, luego a no es un significante, y es este resto que resiste lo que viene a constituir el fundamento del sujeto deseante, no del goce, vía de búsqueda que no es del goce. Es al querer hacer entrar el goce en el lugar del Otro, lugar del significante, que el sujeto se precipita como deseante. Es la grieta entre el goce y el deseo y ahí que se sitúa la angustia.
“El tiempo de la angustia no está ausente de la constitución del deseo”, “Franqueada la angustia, fundado sobre el tiempo de la angustia, es que el deseo se constituye".
En “Pegan a un niño” primer análisis de un fantasma por Freud, subraya el 2º tiempo elidido en la constitución del fantasma que el análisis no puede más que reconstruirlo.

Para llevarnos a la cuestión en qué forma se encarna el objeto a del fantasma soporte del deseo, nos recuerda que el objeto cae del sujeto en su relación al deseo.
Y es porque el falo no solo es el instrumento del deseo sino su negativo que se presenta en la función de a con el signo menos. El punto del final de análisis de Freud, de la amenaza de castración para el hombre y de la envidia del pene para la mujer, es posible sobrepasarlo, es un límite para el análisis llevado en una cierta dirección.
Va recordarnos lo planteado al final del anterior capítulo
--sobre el masoquista y el sádico, lo que no es visto en su finalidad, el masoquista apunta al goce del Otro y en último término a lo que apunta es a la angustia del Otro, y en el sádico lo patente es que apunta a la angustia del Otro y lo que queda enmascarado es el goce del Otro. Lo que en uno está oculto aparece en el otro a nivel de su finalidad, es decir en el primero se oculta la angustia y en el segundo el objeto a. No son reversibles, uno el reverso del otro.
--sobre el corte (Lo que cae , lo que es separable) lugar donde la angustia puede ser esperada, que emerge
--el ejemplo que muestra la conexión entre angustia y orgasmo, esa hoja que debe entregar el candidato es el ejemplo de eso que puede ser para el sujeto durante un instante el a.

Avanzará ahora tomando algo del orden de la relación del deseo al goce. Si las analistas mujeres parecen desplazarse mejor en el tema de la contratransferencia en sus escritos teóricos, parece pues que la mujer entiende bien lo que es el deseo del analista.
Retoma el lugar de la angustia de medium del deseo al goce y apotará fórmulas aforísticas:
--sólo el amor permite al goce condescender al deseo
--en el cuadro de la división se muestra que a es el acceso al Otro y no al goce, es todo lo que queda de la entrada del sujeto en el Otro
--cuando el S vuelve a salir del Otro, es lo inconsciente, es decir el Otro barrado, lo que importa es la relación de caída en que se encontrará en relación a ese a. Luego desear al Otro no es más que desear a.
--Proponerme como deseante es proponerme como falta de a y es así como yo abro la puerta al goce de mi ser
--Toda exigencia de a en el camino de encontrar a la mujer no puede más que poner en marcha la angustia del Otro, en el sentido de que mi deseo lo hace sólo a (objeto), y es por esto que el amor-sublimación permite al goce condescender al deseo.
--Lo que el Otro quiere sobre esta vía que condesciende a mi deseo, es mi angustia. Y es en tanto que ella quiere mi goce, es decir gozar de mí, que la mujer suscita la angustia del hombre, porque no hay deseo realizable que no implique la castración. Como se trata de goce, en que es ami ser que ella quiere, ella sólo lo puede alcanzar aue castrándome.

Y deja la cuestión de la mujer para el próximo día despues de decir que para ella interesarse al objeto como objeto del deseo le supone menos complicaciones que al hombre, en quien la angustia de castración es más intensa.

Reus 9 mayo 2014



CAPÍTULO XIV
SEMINARIO LA ANGUSTIA

La mujer, más verdadera y más real

Primera afirmación de Lacan: es preciso concebir el goce como independiente de la articulación del deseo. El deseo se constituye más acá de la zona que separa goce y deseo, en la falla donde emerge la angustia. Concierne al Otro interesado en el goce, que es el Otro real. El deseo no lo concierne en su centro, sólo excéntricamente y al lado, a minúscula sustituto del Otro mayúscula.
Si la mujer se presenta como superior en el campo del goce, se debe a que el lazo al nudo del deseo es más laxo.
Para el hombre el menos de la función fálica, hace que su lazo al objeto deba pasar por esa negativización del falo y el complejo de castración; es el estatus del -ϕ en el centro de su deseo el nudo por el que no tiene que pasar la mujer.

Es al deseo del Otro al que la mujer se afronta, y en esta confrontación el objeto fálico viene en segundo lugar y porque juega un papel en el deseo del Otro.

En torno a esta diferencia aquí señalada, tenemos a Tiresias, ciego por el castigo de Juno, a quien Jupiter manda llamar para consultarle sobre la cuestión del goce, y que ha sido durante siete años mujer. El responde que el goce de las mujeres es más grande que el del hombre. Es debido a la limitación para el hombre su relación al deseo que inscribe al objeto en el –φ.
Y tomando con ironía la imagen que expone Sartre del niño que hunde su dedo en la arena y que según él imita el acto fundamental (la jodienda), señala que la resonancia de esta imagen en lo inconsciente es el engullimiento deseado de todo el cuerpo en el seno de la madre-tierra, como denuncia Freud en Inhibición, Síntoma y Angustia, el retorno al seno materno es un fantasma de impotencia, (el acento está colocado en el ser, ser el falo).

Lacan transmitiendo cierto disgusto insiste en lo que él ha dicho, que a lo real no le falta nada. Y aclara con su historia de los potes, primero que aun haciéndolos iguales, esos potes son diferentes (Bertand Russell, distinción de los individuos), segundo que lo sustituible entre los potes es el vacío alrededor del cual se hace un pote, tercero que la acción humana comienza cuando ese vacío es tachado. En el jarrón está enteramente la relación del hombre al objeto y al deseo.

Va a tomar a continuación la relación de la mujer al goce y al deseo. Respecto al deseo, después de presentar la observación de su analizante, toma el jarrón femenino, no importa si está lleno o vacío, pues no falta nada, ya que es la presencia del objeto la que está ahí, porque esta presencia no está ligada a la falta del objeto causa del deseo, al –φ al que está ligada en el hombre. Y se sirve del mito de la costilla de Adán, para decir que la angustia del hombre está relacionada con el no poder, pues la mujer para el hombre es un objeto hecho con eso, su costilla. La mujer se tienta tentando al Otro, es el mito de la manzana, ella es el pez que hace que el pescador permanezca enganchado a la caña, es el deseo del Otro lo que le interesa.
Con respecto al goce de la mujer, recuerda que ella acepta bien la impotencia del partenaire, recordando la fórmula del masoquismo que ya nos dio en el sentido que busca despertar una angustia en el Otro. “El masoquismo femenino es un fantasma masculino” y así el hombre por procuración hace sostener su goce de algo que es su propia angustia. Es lo que recubre el objeto, en el hombre el objeto es la condición del deseo, y el deseo no hace más que cubrir la angustia.
Para la mujer es el deseo del Otro el medio para que su goce tenga un objeto. Su angustia es ante el deseo del Otro pues no sabe bien lo que este deseo cubre.
La impostura para el hombre, la mascarada para la mujer.
Dejar ver su deseo para la mujer es angustiante. El dejar ver para la mujer es dejar ver lo que hay, si no hay gran cosa es angustiante, mientras que para el hombre dejar ver su deseo es dejar ver lo que no hay.

A continuación Lacan tomará la imagen de Don Juan. “Don Juan es un sueño femenino” Es un hombre al que no le falta nada. La relación compleja del hombre al objeto en él está borrada, pero al precio de aceptar su impostura, y su prestigio está ligado a esta impostura, está siempre en el lugar de otro. Aunque no está claro que inspire el deseo, ni que él lo sienta a pesar de deslizarse en el lecho de las mujeres. No es un personaje angustiante para las mujeres, pues cuando la mujer siente realmente ser el objeto en el centro de un deseo, es cuando huye.
Y terminará con los dos pacientes varones de Lucía Tower, más concretamente con uno de ellos, mostrando que una vez la analista toma la medida a su relación al deseo que es cuando puede guardar sus distancias en la transferencia.

Reus 12 mayo 2014     

 Capítulo xv      

UN ASUNTO DE MACHO

Seguirá tomando a la analista Lucía Tower, que ya lo hizo en el capítulo anterior, su artículo sobre contratransferencia, en relación a la mayor facilidad de la posición femenina respecto al deseo.

Haber apreciado el deseo de su paciente produce  que dicho deseo vuelva a su lugar; prendido en su analista la pone bajo presión. "Habiendo buscado el deseo del hombre, lo que encuentra en él no es la búsqueda de su deseo de ella, sino la búsqueda de a el verdadero objeto del deseo, que no es el Otro mayúscula sino ese resto a".                                                                   



Y a la analista de saber que el paciente siempre puede buscar y que no se trata de encontrar, es eso justamente de lo que él tiene que darse cuenta, que no hay nada a encontrar, porque lo que para el deseo macho es el objeto de la búsqueda no le concierne más que a él. Lo que busca es (-φ), lo que le falta a ella, esto es un asunto de macho.

Claro que el modo en que la falta juega en el desarrollo femenino no se articula al nivel en que es buscado por el deseo del hombre quien busca hacer brotar lo que en el partenaire debe estar en el lugar supuesto de la falta. Él tiene que hacer el duelo de encontrar en su partenaire, su propia falta (-φ), la castración primaria. Hecho el duelo podrá dar un paso, franquear una etapa, en la comedia edípica, pues lo que había antes era la culpa, gran pecador que cedía bajo el peso de su (-φ).



La relación al objeto a para la mujer.

La mujer  quiere el objeto del deseo en cuanto que ella no lo tiene, Freud planteo que su reivindicación de pene está ligada a la relación con la madre, a la demanda. “es en la dependencia de la demanda que el objeto a se constituye para la mujer, ella sabe muy bien que en el Edipo de lo que se trata es de tener el objeto”. “Si ella se interesa en la castración es porque entrará en los problemas del hombre”.
Digamos que para la mujer es lo que no tiene lo que constituye en el inicio el objeto de su deseo, mientras que para el hombre es lo que él no es o donde él falla.
Si el fantasma del Don Juan es un fantasma femenino lo es porque juega para ella la función de que hay al menos un hombre que lo tiene y que lo tiene siempre, que no lo puede perder. Ninguna mujer puede cogérselo a Don Juan es su posición en el fantasma.
Lo que una mujer ve en el deseo masculino es ese objeto que deviene su pertenencia.
Hay otras maneras como confundir con el objeto a, el deseo del hombre (Sta. Teresa y la erotónoma).

La relación del hombre a sus diversos a tal y como se proponen o imponen.
El niño deberá aprender a rayar de la carta de su narcisismo su pequeño grifo (referencia al caso Juanito), justamente para que eso pueda comenzar a servir. En el hombre es el –φ el objeto en juego y es en la medida en que pierde que él gana. Como en el apego homosexual que es la castración lo que está en juego, castración que el homosexual asume.
Vuelve a la cuestión del jarro vacío y la mujer se presenta con la apariencia del jarro vacío, que es lo que engaña al partenaire, imaginando que puede contener el objeto de su deseo.  
                                                                                         
Es el –φ, el jarro de la castración. El objeto del deseo a para el hombre no tiene sentido más que si se ha revertido en el vacío de la castración.
El objeto a se desata, cae de la imagen narcisista. Por eso Lacan dice que el primer nudo del deseo macho con la castración no puede producirse más que a partir del narcisismo secundario.
La estructura del jarro y de su borde le sirve para construir la forma topológica de la botella de Klein donde se pasa desde la cara interna a la externa sin tener que franquear el borde.







El trasvase permite captar como el a toma su valor en el pote –φ siendo ahí –a. El jarro está entonces medio vacío al mismo tiempo que medio lleno. Lo importante es la transformación del jarro ya que si deviene angustiante es en tanto que el a viene a llenar a medias,  el vacío de la castración original. El a viene de otra parte y está constituido por el deseo del Otro. Es ahí donde reencontramos la angustia, la angustia se constituye y toma su lugar en una relación que se instituye más allá del vacío de un tiempo primero de la castración, por eso el sujeto solo tiene un deseo en cuanto a la castración primera, retornar ahí, modo de suturar o juntar lo dividido.
Se refiere luego a la angustia del masoquista y cita un artículo de Grünberg sobre el masoquismo, donde el autor plantea que con la angustia se toca el nudo mismo del masoquismo, y aporta un caso donde evidencia dos movimientos, uno la abreacción de la angustia en silencio, oculta por eso solo se ve el sufrimiento, el otro un mostrar y demostrar su complejo de castración No hay angustia verdadera: “Yo no tengo más que desear que se me corte alguna cosa y entonces ya no tengo angustia”.

En el último punto del capítulo retoma la cuestión del corte mediante la circuncisión, recordando el corte en el cross-cap y lo que se aísla como esa forma no especularizable, que tiene que ver con la autonomía del objeto a, objeto del deseo.

REUS Junio 2014



CAPÍTULO XVI
LOS PÁRPADOS DE BUDA

En este capítulo seguimos con el objeto del deseo, más allá que el título tiene que ver con el viaje reciente de Lacan a Japón, del que nos va a hablar en el punto 3.
Recordemos que viene de hablarnos de dicho objeto a en relación a la circuncisión, objeto cortado luego con una relación especial a la separación, como tal perdido y de nuestra relación permanente a este objeto perdido; esta separación de una cierta parte del cuerpo deviene para el sujeto, simbólica de una relación fundamental al cuerpo propio.
Está claro que hablar de la angustia es hablar del deseo, también el deseo es el fondo esencial del mensaje freudiano. Hablar del objeto a es ir al lugar central de la función del deseo, ahí donde a el objeto de los objetos, se forma. Y por tanto estamos en la función de la causa, objeto causa del deseo, causa irreductible.
Este objeto perdido, trozo de carne arrancado en los distintos niveles de la experiencia corporal donde se produce el corte, es el sustrato de toda función de la causa. Es esta parte de nosotros mismos prendida en el formalismo lógico, constituido por el trabajo del uso del significante, y jamás recuperable.
Conviene recordar entonces que no somos objetos del deseo más que como cuerpo, el deseo en último término queda como deseo del cuerpo del otro y nada más que deseo de su cuerpo. La causa figurada en la falta se aloja en las entrañas, en la experiencia corporal. Lacan nos lo ilustra con el determinismo de la función por ejemplo de un brazo, que es como nos prevenimos antes que de su pérdida de su no control, que alguien se lo apodere o que pueda olvidárselo, algo que podemos entender de cómo se presenta en la histeria, brazo paralizado, no propio, como mecánico.
La relación del sujeto al significante necesita (necesidad estructural) la estructuración del deseo en el fantasma, el funcionamiento del fantasma implica el borrado o desaparición del objeto, necesaria en tanto que el objeto estructura un cierto nivel del fantasma, objeto escondido en tanto que sincopado, fundamento del funcionamiento último de la causa.
El sujeto desde el momento en que habla está por esta palabra implicado en su cuerpo, por este compromiso del sujeto en la dialéctica significante hay siempre en el cuerpo algo separado, sacrificado, “la libra de carne”. El resto es lo que sobrevive a la prueba de la división del campo del Otro por la presencia del sujeto, el a.
Subraya claramente Lacan que lo que hay más de mí mismo en el exterior no es tanto por proyección sino porque ha sido de mí cortado. Y todo su punto 3 con su experiencia de la escultura de Buda le sirve para introducirnos en la cuestión de la imagen, es decir del espejo en cuanto que es el campo del Otro donde debe aparecer la primera vez sino el a, sí su lugar, resorte radical que hace pasar de la castración al espejismo del objeto del deseo.







CAPÍTULO XVII
LA BOCA Y EL OJO

El objeto a funcionando como resto de la dialéctica del sujeto al Otro, completará la lista dada por Freud del objeto parcial, oral, anal y fálico. Ya nos ha planteado que el deseo añadido a la imagen es función de un corte sobrevenido en el campo del ojo.
Lacan nos pone en situación: la angustia es la única que apunta a la verdad de la falta, en ese punto de no coincidencia de la falta con la función del deseo en acto, estructurado por el fantasma y por la vacilación del sujeto en su relación al objeto parcial, que crea la angustia. Así que por eso en cada etapa de la estructuración del deseo debemos localizar el punto de angustia.
Para ello primero vamos a retornar a la oralidad. Hay disyunción entre el lugar de la satisfacción y el de la angustia; hay unión entre el a funcionando como (-ϕ) complejo de castración y el nivel visual o espacial según la cara en que lo encaremos. Y desarrolla la cuestión del nivel de corte en la pulsión oral. Lo importante que plantea respecto a esta cuestión es que la mama, objeto de la pulsión oral, cumple como objeto ambo-receptor, del lado materno es de la madre, del lado del lactante es del niño, de esta manera funciona a nivel del a, ser eso de lo que el niño está separado de manera interna en la esfera de su propia existencia.
¿Dónde está el punto de angustia? Más allá de la esfera que reúne niño y mama, está a nivel de la madre, en el Otro. Punto de angustia que no se confunde con el lugar donde se establece la relación con el objeto del deseo.
Hay dos puntos originales a distinguir, la relación con la mama será estructurante para el sostén en relación al deseo; la mama será después objeto fantasmático. Y el punto de la angustiaen que el sujeto tiene relación con su falta. Este punto no coincidente con la mama es deportado al lugar del Otro, está suspendido a la existencia del organismo de ésta. Recordar: el a es un objeto separado, no del organismo de la madre, sino de aquel del niño. La relación a la falta de la madre se sitúa más allá del lugar en el que se ha jugado la distinción del objeto parcial funcionando en el deseo y donde se asegura el fantasma en su relación al objeto parcial.
Posteriormente Lacan con la cuestión del vampirismo expone el mensaje que nos revela la imagen del vampiro, la posibilidad de la falta en cuanto pone en cuestión la función de la madre. El punto de angustia está a nivel del Otro, del cuerpo de la madre, y es ahí donde lo sentimos. La separtición – no la separación sino la partición en el interior - está ya inscripta a este nivel oral en la estructuración del deseo. El funcionamiento del deseo - es decir del fantasma, de la vacilación que une estrechamente el sujeto al a, es por lo que el sujeto se halla suspendido, identificado a ese resto a – queda siempre elidido, escondido, subyacente a toda relación del sujeto con un objeto cualquiera y es por eso que debemos detectarlo ahí.





En el esquema del jarrón reflejado en el espejo del Otro se halla más acá del espejo.





¿Qué será a nivel del complejo de castración? Es un vuelco del punto del deseo y del lugar de la angustia. La castración en su relación fálica implica la privación del órgano, a este nivel el Otro está evidentemente implicado. Si no hubiera Otro no habría castració
 


Lacan hace un recorrido tomando el órgano macho, su tumescencia, su intumescencia y el orgasmo, mostrando que aquí en la cuestión fálica el punto de angustia se halla en una posición inversa a la de la pulsión oral, lo homólogo del punto de angustia orales el orgasmo mismo como experiencia subjetiva, la existencia de la detumescencia implica el lazo del orgasmo con lo que se presenta como corte, separación, desaparición de la función del órgano. Pero aun en esta inversión deseo y punto de angustia no coinciden en ninguno de los dos casos.
Seguidamente tomará la cuestión del ojo objeto parcial, para ordenar deseo, objeto y punto de angustia. El recorrido aquí nos lleva a tratar de descubrir la función excluida del ojo, el elemento de fascinación en la función de la mirada, el fantasma del tercer ojo y el hecho de que aquí el punto de deseo y el de la angustia coinciden pero no se confunden, no solo no se confunden sino que dejan abierto ese y “sin embargo”.
Planteará la cuestión donde puede ser franqueada la barrera del complejo de castración.




Cf. le célèbre haïku de Issa :
露の世は 露の世ながら さりながら
tsuyu no yo wa tsuyu no yo nagara sari nagara
C’est un monde de rosée un monde de rosée pourtant et pourtant  



CAPÍTULO XVIII
La voz de Yahvé

Añade dos formas más del objeto a de los planteados por Freud, oral, anal, fálico, como son el ojo (pulsión escópica) y la oreja (pulsión vocal). Lo que une a todos estos objetos, lo común es la fundación del sujeto en el Otro por la vía del significante y el advenimiento en ella de un resto alrededor del cual gira el drama del deseo, drama que quedaría opaco si la angustia no estuviese ahí para permitirnos revelar su sentido.
Debido al uso analógico del símbolo va a tomar un artículo de Reik ( Lo ritual, psicoanálisis de los ritos religiosos) y el objeto ritual, Shofar, que le servirá para sustanciar la función del a en este nivel, que permitirá revelar la función de sustentación que liga el deseo y la angustia. Este objeto es un cuerno que emite un  sonido.
 


Recorriendo este artículo la función de este cuerno es la celebración del diálogo, pacto y alianza con Dios, Reik concluye que es la voz misma de Yahvé.
Con respecto a esta forma de a  conviene despejarla del significante articulado y acercarla al significante emitido, es decir a la emisión vocal, es esta dimensión lo que interesa. Lo que nos interesa es saber dónde se inserta este objeto, la voz, como separado, en qué dominio enlazarlo en la referencia al Otro y a los estadíos de emergencia e progresiva instauración por el sujeto de ese campo que es el Otro del sujeto.
Para ello retornará primero al nivel del ojo que es el del espacio.
La base de la función del deseo es este objeto a central, en tanto que está separado, siempre elidido, en otra parte que ahí dónde soporta el deseo y por tanto en relación profunda con él. Este carácter de elusión en ninguna parte es más manifiesto que a nivel de la función del ojo. Es por esto que el fantasma, soporte satisfactorio del deseo, está siempre marcado por su parentesco con los modelos visuales donde por lo común funciona y da el tono de nuestra vida deseante.
En ese espacio nada parece estar separado. El espacio tiene una cierta relación con el ojo, a este cuerpo el espacio está suspendido. Lacan vuelve así a decirnos que la forma i(a), mi imagen, mi presencia en el Otro es sin resto, no puedo ver lo que ahí yo pierdo, es el sentido del estadio del espejo.
 



Este esquema funda la función del yo ideal y del Ideal del yo y muestra la relación del sujeto con el Otro cuando domina la relación especular, espejo de Otro mayúscula. Es la imagen i(a) especular el objeto característico del estadio del espejo. Posee la seducción ligada a la función del conocimiento. Es una imagen cerrada, gestáltica, marcada por la predominancia de una buena forma, es lo que tiene de tramposo.
Lo que hay de ilusorio se revela con aportar una mancha en este campo visual para ver dónde se ata la punta del deseo, “suficiente una mancha para hacer función de lunar (grain de beauté)”. Muestra el lugar de a aquí reducida al punto cero aludido anteriormente. Pues más que la forma es la mancha de belleza lo que me mira y es por esto que me atrae, a veces más que la mirada de mi partenaire, pues esa mirada me refleja no es más que mi reflejo, vaho imaginario. Ceguera de la castración siempre elidida a nivel del deseo cuando este está proyectado en la imagen. El blando del ojo del ciego o el ojo inerte de la cosa marina (La dolce vita) es eso por lo que somos mirados y muestra como la angustia emerge en la visión en el lugar del deseo que dirige a. El cero del a es por donde el deseo visual enmascara a veces lo que le falta esencialmente al deseo. El objeto a es lo que falta, no especular no puede3 ser captado en la imagen.
Es decir la relación recíproca de la angustia y del deseo, a este nivel, se presenta bajo el enmascaramiento ligado a las funciones más engañosas de la estructura del deseo. En oposición está la abertura del shofar, del objeto de este otro nivel.
Lo que se deja oír en el shofar siguiendo a Reik es el mugido del toro alcanzado de muerte, crimen original, punto de partida de lo que se prohíbe, imposible de transgredir, lo que constituye el deseo original. Sin embargo es secundario a la relación de este objeto que hace de a, la voz, que trae dimensiones nuevas en la relación del deseo y la angustia.



                          














  
    
    


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