martes, 7 de marzo de 2017

Poesía



Ella viene – viene y se va –
Ella soy yo

Una
Sombra dorada de cuerpo lejano

Dos
Silencios blancos de dudas calladas

Tres
Culpas nevadas de fantasmas cotidianos

Ella
Que ama mis noches ausentes
Desea respirar tiempos de llanto
Tiempo de penas, que duerme quieto
Y despierta con la presencia

Yo
Odio tu calidez trepadora
Esa sonrisa invitadora
De mundos suaves
De rosadas lejanías

Ella viene  -- viene y se va --

Ella soy yo – imán de deseos --



jueves, 2 de marzo de 2017

EL CUERPO CUESTIÓN FUNDAMENTAL DEL SABER PSICOANALÍTICO


         S. Freud inventó el psicoanálisis gracias a la escucha de sus pacientes dando lugar a un saber psicoanalítico transmisible, revelando a partir de los trastornos corporales de la histeria, no solo su causa psíquica inconsciente sino también cómo lo inconsciente busca el goce, es decir, el síntoma corporal es la escritura de un goce.
      J. Lacan definió la entrada del ser humano en el lenguaje como el primer trauma del sujeto. Es traumático nuestro encuentro con un lenguaje que nos preexiste, con el lenguaje del Otro, que vehicula su demanda y su deseo. El cuerpo al nacer se inviste de una significación fálica al venir a equivalerse a la falta del Otro,  debido precisamente al deseo del Otro materno, un deseo que lo determina y lo aliena. Esta significación que carga pulsionalmente el cuerpo, será expulsada afuera, al exterior, por la represión originaria, primer acto de un sujeto que se hace existir gracias a negarse y resistirse a ser objetivado, engullido y anonadado por el deseo del Otro.
La objetivación corresponde a estar en una posición pasiva, la de “ser…”, como ser gozado, ser hablado, ser cosificado, es la alienación del sujeto. La consecuencia de esta represión es la pérdida definitiva del cuerpo real al que no nos será posible acceder, es decir la pérdida y el corte o separación de algo de uno mismo,  pero también ganamos existir como sujetos aunque al precio de ser un sujeto dividido. La mitad de nosotros mismos, el cuerpo pulsional, o sea la pulsión, expulsada afuera pulsionará constantemente la vida psíquica pues lo que fue expulsado al exterior nos retornada siempre investido pulsionalmente.
La pulsión está articulada a la demanda del Otro, y la demanda materna concierne al cuerpo del niño pues el lugar al que esta demanda llama al cuerpo es el de lo que convendría ser para satisfacer el goce materno. Las pulsiones pues están al servicio de dar al Otro lo que le falta y evitar así la angustia de su castración.
El deseo del sujeto resulta de su propia división, por decir no o por contrariar el deseo del Otro, operación necesaria para hacerse existir como sujeto de su propio deseo. La dinámica del  deseo del ser hablante es la repetición, que no debemos entender como la repetición de un mismo acontecimiento, sino que se trata de intentar revivir de una manera activa el traumatismo subjetivo que uno ha vivido de manera pasiva. En realidad uno intenta juntarse con su propio doble ideal, reunir ambas partes de la división, cosa imposible pues el sujeto no puede estar en ambas partes al mismo tiempo. Podemos pensar el deseo como un intento de rencontrarse a sí mismo, bien con la palabra o bien con el partenaire en el deseo sexual. Cuando hablamos buscamos reencontrarnos y en la cura analítica nos reencontramos en nuestro propio decir.