SEMINARIO
DE LECTURA Y DE ESTUDIO
Estudio y lectura del Seminario XI de J. Lacan:
Los Cuatro
Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis
Los
cuatro conceptos fundamentales, principio y cimiento de la estructura
subjetiva, raíz y razón del
psicoanálisis, que estudiaremos en este seminario son:
Inconsciente,
Repetición, Transferencia y Pulsión.
Se trata de definirlos y articularlos.
Cada reunión será de 2 horas de duración, viernes 9 a 11h, cada 3 semanas aproximadamente.
Se trata de definirlos y articularlos.
Cada reunión será de 2 horas de duración, viernes 9 a 11h, cada 3 semanas aproximadamente.
-los
miembros de Umbral 20€
-los
no miembros 30€
Interesados
llamar al 977 322 836
A
cargo de ROSA NAVARRO
FERNÁNDEZ Médico Psicoanalista
|
INTRODUCCIÓN
Este seminario fue el
primero editado por J-A. Miller en vida de Lacan.
Impartido
durante el año 1964, en substitución de otro que Lacan dejó ya enunciado al
final del seminario anterior sobre la angustia, con el título de “Los Nombres
del Padre”.
De
éste solo dio la primera lección del 20 noviembre de 1963, justo el día
siguiente a la decisión de apartarle como analista didáctico por la IPA.
Por
eso el seminario que nos ocupa fue impartido no en Sta. Anne sino en la ENS y
por eso Lacan lo comienza con su introducción “excomunión”.
El
anuncio del seminario, que no fue posible, con el plural “nombres del padre”
nos indica una diferencia con respecto al recorrido anterior, es decir el
cuestionamiento de la unicidad del Nombre del Padre, y a partir del seminario
precedente mantendrá la cuestión de que el sujeto se orienta en función del
objeto a causa del deseo, fundamental
para el fantasma y para apuntar al goce; también aparecerá un cierto
desplazamiento del significante, es decir, lo simbólico a lo real, de su
recorrido posterior.
Lacan
funda su escuela en junio del 1964 al acabar este seminario donde elevará la
noción de “concepto” en psicoanálisis. Renovará la cuestión ética de lo Inconsciente, dará una cierta lógica al
trayecto de la pulsión, ligará la repetición al fracaso, articulará la transferencia al saber y al objeto a.
Los
4 conceptos se articulan los unos a los otros y los desplazamientos sobre cada
uno de ellos influyen también en los otros.
1.
Lo inconsciente
se abre y se cierra, en resonancia con los bordes pulsionales, de manera
imprevista y no calculable, no se plantea
tanto desde el punto de vista del saber sino del sujeto del inconsciente.
2.
La repetición se
sustrae del automatismo para tener su razón de ser en lo imposible de simbolizar
y no en la insistencia de la cadena significante, es la suerte (τυχη) quien
toma a su cargo la repetición, en el sentido del encuentro con lo real, un
acontecimiento de esencia traumática que se produce siempre como por azar.
3.
La pulsión toma
un lugar que antes no había tenido, con su objeto a, y con las formas de pasivas que la conectan con el Otro y con un
sujeto que se hace objeto (así en el fantasma).
4.
Lacan va a
insistir sobre el deseo del analista, que permitirá unir sujeto y pulsión y
amarrar la transferencia al objeto, separándola de la repetición.
El seminario es una puerta a la nueva etapa.
CAPÍTULO I
LA EXCOMUNIÓN
El mismo Lacan dice que se abre una nueva etapa,
después de haber sido desautorizado y más todavía excomulgado por la IPA. Y se
abre continuando con su enseñanza, sobre los fundamentos del psicoanálisis,
cosa que no ha dejado de hacer en todo este tiempo de 10 años de seminarios. La
pregunta trata de responder como siempre la misma pregunta: ¿qué es el psicoanálisis?
Fundamentos entonces en cuanto fundan el psicoanálisis
como praxis. Se entiende como praxis una acción que da la posibilidad de tratar
lo real mediante lo simbólico.
Lo que busca Lacan es preguntarse si el psicoanálisis
es una ciencia.
No es fácil ni simple contestar este interrogante, a
primera vista definiendo que la ciencia tiene un objeto reproducible que da una
experiencia y señalando que el objeto de la ciencia varía en el tiempo, no
podríamos afirmar que es una ciencia.
Si la experiencia es el campo de una praxis esto no
basta para definir una ciencia, podría por ejemplo aplicarse a la alquimia.
Hay una distinción respecto a la exigencia de la
objetividad del experimentador, en contra de lo que Lacan lleva diciendo ya y
cuestionando sobre el deseo del analista, y diciendo que un análisis didáctico
debe llevar a ese punto.
El ejemplo del mutismo ilustra bien que no se trata de
por qué está muda sino de hacerla hablar, si habla el síntoma entonces se ha
curado, es un sin sentido, pues nada dice porque se puso a hablar. El rasgo
diferencial de la histérica es que en el mismo movimiento de hablar constituye
su deseo, puerta por donde entró Freud en esa relación del lenguaje y del
deseo. Y el hecho de que solo pueda sostener su deseo como insatisfecho es una
pista sobre el origen del psicoanálisis y algo en Freud que nunca fue
analizado. Su deseo encontró la puerta de entrada en el campo del inconsciente.
SEMINARIO XI
Capítulo II
El Inconsciente Freudiano
y el Nuestro.
Lacan
inicia este capítulo afirmando que en su enseñanza ha puesto todo su esfuerzo
en revalorizar y devolver la dignidad a la palabra, donde va a tomar el
concepto freudiano de Inconsciente,
al que seguirá el de la Repetición.
Se
trata de captar la esencia del psicoanálisis, de lo que es más problemático
mediante la elaboración conceptual.
Ya
nos pone en relación ambos conceptos con otros dos: Sujeto y Real, importantes
para responder al interrogante sobre si el psicoanálisis es una ciencia.
Recordar
ahora la afirmación de Lacan: “el inconsciente está estructurado como un
lenguaje”. Antes de toda formación del sujeto, como antes de establecer
relaciones propiamente humanas, ya se determinan ciertas relaciones, la
naturaleza proporciona significantes y estos organizan de manera inaugural las
relaciones humanas, las estructuras de estas relaciones, modelándolas, antes
del sujeto que piensa, algo cuenta, es contado y aquí ya está el contador, solo
después el sujeto ha de reconocerse en él, reconocerse como contador, es la
afirmación del yo (je) que cuento.
El
concepto freudiano de inconsciente es lo que va a tratar de hacer ver,
comenzando a referirse a la función de la causa, (recordemos la noción la
causalidad psíquica de Freud).
Siguiendo
a Kant resalta la hiancia (hendidura) que siempre presenta la función de la
causa a una aprenhesión conceptual; concepto inanalizable, imposible de
comprender por la razón, sin equivalente, solo queda una hiancia. La causa no
se puede racionalizar. Se distingue de lo que hay de determinante en una
cadena, luego de la ley. Así por ejemplo la ley acción y reacción, forman un
bloque y una no se da sin la otra, no hay hiancia.
Al
hablar de causa siempre hay algo de indefinido, solo hay causa de lo que cojea,
El inconsciente freudiano se sitúa en ese punto entre la causa y lo que ella
afecta donde está siempre lo que cojea.
El
inconsciente justamente este orden de hiancia que es la dimensión esencial de
la noción de causa. “El inconsciente nos muestra la hiancia por donde la
neurosis empalma con un real”.
Freud
en su Etiología de las neurosis lo que encuentra en la hendidura de la causa es
algo que pertenece al orden de lo no realizado. El inconsciente se manifiesta
primero como algo a la espera, en el círculo de lo no nacido. El ombligo del
sueño es el punto desconocido, representa la hiancia. La crítica de Lacan es
aquí para esos psicoanalistas ortopedistas que se dedicaron a suturar la
hiancia psicologizando la teoría psicoanalítica. En el dominio de la causa, en
donde la hiancia se produce Lacan introduce la ley del significante.
El
inconsciente de Freud a todos los inconscientes dados entonces, así revela que
algo ahí, homólogo a lo que pasa a nivel del sujeto, funciona, que eso habla y
funciona de manera tan elaborada como a nivel de lo consciente. El fenómeno de
lo inconsciente lo halló en los sueños, los actos fallidos, en el chiste, es
decir ahí donde se presentan bajo el aspecto de un tropiezo. Freud busca ahí:
tropiezo, falla, fisura, el inconsciente, pues ahí algo distinto exige su
realización. Ahí en la hiancia, la fisura, se produce lo que se presenta como
el hallazgo. Hallazgo que es también solución, que tiene algo de sorpresa, lo
que rebasa al sujeto, este hallazgo se presenta como re-hallazgo, instaurando
la dimensión de la pérdida, y siempre presto a desaparecer de nuevo. (Ejemplo
de Eurídice dos veces perdida, imagen de la relación de Orfeo psicoanalista con
el inconsciente. Luego el inconsciente se halla en la orilla opuesta al amor).
En
esa discontinuidad con la que se presenta el inconsciente como fenómeno, algo
se manifiesta como vacilación.
Discontinuidad
que no implica fondo de totalidad, el Uno como unidad, sino que el uno que el
inconsciente (Unbewusste) introduce es el del rasgo (unario), el de la ranura,
de la ruptura, es el uno del concepto de la falta (unbegriff). Es esto lo que
hace surgir como telón de fondo la ausencia, como el grito hace surgir el
silencio y no al revés.
Hay
que situar el inconsciente en la dimensión de una sincronía (De sin- y
el gr. χρόνος, tiempo. Coincidencia de hechos o fenómenos en
el tiempo), en el plano del sujeto de la enunciación, el cual según las frases
se pierde tanto como se vuelve a encontrar, pero siempre en una interjención,
invocación, un imperativo, en un desfallecimiento, es quien habla y quien le
afirma a uno su enigma.
Freud
habla del olvido, eso que se borra, como la función de la censura, lo que borra
es algo que es el significante como tal (S1). Es su caso del olvido Signorelli
(Signor/elli), el primero es el amo absoluto, la muerte, justamente no es en
los mitos de la muerte del padre donde Freud encuentra la regulación de su
deseo, interroga Lacan, acaso no es abrigo contra la amenaza de castración,
supresión del agente de la castración, dado además que el tema de la
conversación es el drama del fin de la potencia sexual.
El
inconsciente se manifiesta siempre como lo que vacila en un corte del sujeto,
de donde vuelve a surgir un hallazgo que Freud asimila al deseo, de momento
situado en la metonimia del discurso en que el sujeto se capta en algún punto
inesperado.
[Metonimia tropo para designar algo con
el nombre de otra cosa tomando el efecto por la causa o viceversa, el autor por
sus obras, el signo por la cosa significada, etc.; p. ej., las canas por la vejez; leer a Virgilio, por leer las obras de Virgilio; el laurel por la gloria, etc.]
CAPÍTULO III
SEMINARIO XI
DEL SUJETO DE LA CERTEZA
Lo
que pertenece al orden del inconsciente es que no es ni ser ni no ser sino que
es no-realizado (no se presta a la ontología).
El
inconsciente en la experiencia del análisis, al contrario que en la psicología
tradicional, permite enunciar que el deseo encuentra en alguna parte su límite.
Conviene
diferenciar deseo y placer, éste es principio de homeostasis, el deseo
encuentra su límite y se sostiene en la relación con él, franqueando el umbral
del principio del placer. La aspiración se reduce a un fantasma y puesta en el
lugar de la ilusión.
Lo
óntico en la función del inconsciente es la ranura por donde algo sale a la luz
un instante pues el segundo tiempo es el cierre y da a esta captación un aspecto
evanescente. Apertura y cierre del inconsciente, dan idea de un tiempo.
Si
Freud dijo que el deseo es indestructible y también que en lo inconsciente no
hay contradicción, ni localización espacio-temporal, ni noción de tiempo, como
acordar cuando el deseo no hace más que acarrear lo que sustenta de una imagen
del pasado hacia un futuro corto y limitado, sino entendiendo que se trata de
un tiempo lógico (ver respuesta a la pregunta primera al final del capítulo).
La
aparición evanescente se da entre los dos puntos el inicial y el terminal de
este tiempo lógico, estructura escandida del latido de la hiancia. Lo
inconsciente es lo evasivo circunscrito así a una estructura temporal, instante
de ver donde algo es siempre elidido, perdido de la intuición misma, y ese
momento elusivo donde la aprehensión del inconsciente no concluye, en que se
trata de una recuperación engañosa.
Lacan
señala la confusión que reina entre los analistas como la de que la
transferencia es repetición. Aunque en la transferencia haya repetición, son
dos conceptos distintos, el concepto de repetición nada tiene que ver con la
transferencia.
El
estatus del inconsciente no es óntico sino ético, impreso así por su
descubridor, por su sed de verdad, dispuesto a ir para ver incluso con la histérica
marcada médicamente por el signo del engaño. Y si lo dice así es porque Freud
no lo recalca cuando da su estatus al inconsciente.
Preguntémonos
por qué Freud finaliza su interpretación de los sueños con el sueño del padre
que vela a su hijo, si no para evocar un misterio, un secreto en la relación
padre-hijo: “¿Padre no ves que estoy ardiendo?” Lo que quema al hijo es el peso
de los pecados del padre, como en Hamlet. El padre, el Nombre del Padre,
sostiene la estructura del deseo junto con la de la ley, pero su herencia es su
pecado.
La
manera de proceder de Descartes (Por pensar soy) y de Freud se acercan y
convergen. Freud nos habla del olvido del sueño, y aquí el término principal no
es el de verdad sino el de certeza (Gewissheit). Justo ante algo que uno no
está seguro, que duda, para Freud la duda es el apoyo de su certeza, y es
porque es el indicio de que hay algo que preservar. Cuando duda sabe por eso
que en ese lugar hay un pensamiento que es inconsciente, que se revela como
ausente. “Está seguro que el pensamiento ese está allí por si solo con todo su yo soy (fórmula cartesiana), por poco
que alguien piense en su lugar”. La diferencia con Descartes es que no está en
la fundamentación de la certeza del sujeto sino que el sujeto está en el campo
del inconsciente como su casa, esta es la certeza de Freud.
En
el cogito de Descartes, yo pienso luego yo soy, apunta a un real pero lo
verdadero queda fuera, asegurándose de otro no engañoso que garantice las bases
de la verdad, pone la verdad en las manos de otro. El sujeto del inconsciente
se manifiesta y piensa antes de entrar en la certeza.
El
acento de la correlación del sujeto esté desplazado ahora de otro engañoso a
otro engañado. Esto es lo que más teme el neurótico en análisis, que nos
engañemos. No es algo que preocupe a Freud, liberado de la apreciación de que
algo es seguro o no (olvido del sueño), sino que la más frágil indicación de
que algo entra en el campo ya le da un valor de huella respecto al sujeto.
Qué
más prueba que el sueño de la joven homosexual, sueño para convencer de que
regresa al gusto por los hombres. El inconsciente no es el sueño, y puede
ejercerse en el sentido del engaño, no hay nada que objetar, puesto que una
verdad de la mentira, la verdad del yo
miento.
Lacan
nos recuerda que tanto en el caso de la joven homosexual como en el de Dora,
tratamientos interrumpidos, Freud falla a la hora de formular el objeto del
deseo tanto en un caso como en el otro. El deseo de la histérica es sostener el
deseo del padre, en el caso de Dora por procuración. La homosexual encuentra
otra manera para el deseo del padre, desafiarlo, es lo mismo que hace en el
sueño, desafiar al padre.
CAPÍTULO IV
Seminario XI
De la red de significantes
Nos
recuerda que el inconsciente está en relación con la falta o el corte, u
función pulsativa, lo que aparece por su ranura tiende a desaparecer.
Lo
primero que Freud dice en su investigación de los sueños sobre el inconsciente
es que está constituido por aquello que le es negado a la consciencia, por
pensamientos inconscientes.
No
importa el yo dudo, la certeza de Freud se sitúa en los significantes tal y
como resultan del relato, de la asociación sin que importen los desmentidos.
Retoma
la frase de Freud “ahí donde eso estaba, el sujeto debe advenir”, el sujeto
está ahí para dar consigo mismo, y se adelanta al decir que ahí estaba lo real.
Lo que interesa es la red donde queda prendido algo de los mensajes y cita a
Freud para quien hablar y asociar no tiene nada de arbitrario, pues como en
toda red los cruces se repiten de modo que las cosas escapan al azar
Lacan
al tomar la cuestión freudiana de las huellas de percepción que para que algo
deje huella primero debe borrarse de la percepción y que se constituyen en
la simultaneidad, afirma que es la
sincronía del significante luego que esas huellas son significantes. Parece que
Lacan muestra que su enseñanza no está tan lejos de la Freud y bebe de ésta, en
estos tiempos que corren para él de excomunión y censura.
Es
el corte, la hiancia causal lo que está en el centro de la estructura del
inconsciente.
2
Debemos partir de este fundamento, el sujeto es llamado, base estructural de la
rememoración, función de retorno asegura la constitución misma del
inconsciente. El maestro Freud asegura su certeza porque reconoce la ley de su
deseo, que es la ley del deseo suspendido del Nombre-del-Padre.
3
La función de la repetición (wiederholen), siendo lo real lo que siempre vuelve
al mismo lugar aquel en que el sujeto en tanto que piensa no se encuentra en
él, esta relación pensamiento y real tiene que ver con la repetición. Si las
histéricas rememoraban tanto es porque su deseo es el deseo del padre, deseo
que tiene que ser sostenido en su estatus, y por lo tanto en beneficio de quien
tomaba el lugar del padre.
Si
Lacan hace la diferencia entre repetición y reproducción es porque la primera
es difícil de captar, pudiendo aparecer como una reproducción o una presentificación
en acto. Es el acto lo que está en el horizonte de las relaciones de la
repetición con lo real. El acto no es el comportamiento.
Concepto
de la bipartición principio de realidad/ principio del placer Halar=tirar
La
repetición surge primero en relación a la neurosis traumática, subrayemos
trauma. Cuando la rememoración parecía llevar al punto donde algo pareciera
poder ser revelado ahí encontrábamos la resistencia del sujeto, que se
convierte en ese momento en repetición en acto.
CAPÍTULO
V
Seminario
XI
TICHE
Y AUTOMATON [τύχη y αύτόματον]
Ya
terminó su cap. anterior diciendo que tiche es el encuentro con lo real. El
psicoanálisis no solo no es un idealismo
sino que está orientado hacia lo que en la experiencia es el hueso de lo real.
En este sentido y continuando con la repetición, se trata de la
función repetitiva de un encuentro esencial, de una cita a la que somos
llamados con un real que se sustrae.
Si la tiche es el encuentro con lo real, lo real está más allá del
automaton, del retorno o regreso, de la insistencia de los signos a que nos
somete el principio del placer.
En la medida que a Freud se le revela en “El hombre de los lobos”
la función del fantasma se empeña en interrogar cuál es ese real, ese encuentro
primero que podemos asegurar que está detrás del fantasma.
No hemos de confundir la repetición con el retorno de los signos,
ni la reproducción ni una especie de rememoración actuada. Si la función de la
repetición nos ha sido velada en el análisis es por identificarla con la
transferencia. Cosa que hay que diferenciar. Freud distinguió lo real en la
transferencia con su frase “nada puede ser aprehendido in efigie o in ausencia”
y Lacan plantea que solo la función de lo real en la repetición podremos llegar
a discernir la ambigüedad de la realidad en la transferencia. Lo que se repite
es siempre algo que se produce como por azar.
El
encuentro con lo real, función de la tiche, encuentro siempre fallido, se
presentó en el análisis bajo la forma del trauma, bajo la forma de lo que tiene
de inasimilable. Esto emplaza a entender el carácter radical del conflicto
principio de realidad/principio del placer. Si el principio de realidad no es
quien tiene la última palabra, si el trauma se concibe como lo que ha de ser taponado
por el principio de homeostasis según el principio del placer, ¿cómo entender
los sueños que hacen surgir
repetidamente el trauma, siendo como dijo Freud que son portadores del
deseo del sujeto? En el seno de los procesos primarios se conserva la insistencia
del trauma.
Esos
puntos particulares o encuentros con lo real pueden hacer concebir la realidad como sufrimiento en el doble
sentido de la palabra en francés, la realidad se presenta como lo que está ahí,
en espera.
El
zwang de Freud, la compulsión, que define por la repetición que dirige el rodeo
mismo del proceso primario. El proceso primario hay que concebirlo en su
experiencia de ruptura entre percepción y consciencia en ese lugar intemporal,
que Freud postuló como otro lugar, otro espacio, otra escena (Inconsciente).
2
El proceso primario. Retoma el sueño en
el caso del ruido que hace al sueño y al despertar; y el sueño del padre que
vela al hijo, incluso para mostrar su tesis de que es la realización de un
deseo. Y Lacan pregunta ¿qué despierta? En el sueño ¿no es acaso otra realidad?
La del niño al lado de su cama diciéndole “Padre ¿acaso no ves que estoy
ardiendo?” Este mensaje tiene más realidad que el ruido. Por estas palabras
pasa la realidad fallida que causó la muerte del niño, y palabras separadas
para siempre del hijo muerto, dichas quizá cuando tenía mucha fiebre. ¿Acaso no
es demasiado tarde respecto a la realidad psíquica que se expresa en el sueño?
La realidad fallida solo puede hacerse repitiéndose indefinidamente en un
despertar indefinidamente no alcanzado. El encuentro con este ser inerte para
siempre solo puede ser en el sueño.
“Así
el encuentro siempre fallido, se dio entre el sueño y el despertar, entre quien
sigue durmiendo y cuyo sueño no sabremos y quien soñó para no despertar”
La
imagen del sueño no afirma que el hijo aún vive sino que designa un más allá
que se hace oír; el deseo en él se hace presente en la pérdida del objeto, es
en este acto repetido del sueño que solo puede darse este encuentro único, solo
el padre en tanto padre (inconsciente) puede saber qué es la muerte de un hijo,
luego ningún ser consciente. Suelo en el sueño su voz se hizo oír ¿padre no ves
que ardo?
Es
importante lo que dice respecto a lo que designa el inconsciente según Freud,
no el representante-representativo sino aquello que es el lugarteniente de la
representación.
El
lugar de lo real va del trauma al fantasma dado que este es la pantalla que
disimula lo primero determinante en la función de repetición. Lo real que puede
representar una sensación despierta otra realidad escondida tras la falta de lo
que hace las veces de representación, la pulsión.
Lo
real hay que buscarlo más allá del
sueño, en lo que ha recubierto, tras la falta de representación, de la que solo
queda en el sueño un lugarteniente.
3
En la repetición no se trata de la necesidad o retorno de ella que apunta al
consumo puesto al servicio del apetito, sino que la repetición exige lo nuevo,
como repetición del juego o del mismo cuento con su exigencia de que sea
contado siempre igual, lo que muestra que la realización del significante no
llegará a designar la primacía de la significancia como tal.
Así
Lacan va a tomar el juego del fort-da del nieto de Freud, este juego del
carrete es la respuesta del niño a lo que la ausencia de la madre creó en el
linde de su dominio, ese foso que hay que jugar a saltar. El carrete no es la
madre, es un trocito del sujeto que se desprende, pero sin dejar de ser suyo reteniéndolo. Es en el
objeto al que se aplica la oposición sonora fort-da en acto, en él se designa
al sujeto (el objeto a).
El
conjunto de la actividad simboliza la repetición pero no de la necesidad, de
que la madre vuelva porque se ha ido, sino la repetición de la partida de la
madre como causa de una escisión en el sujeto, superada por ese juego
alternativo que busca ser fort en el da y da en el fort.
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