EL VALOR DE LOS AFECTOS


EL VALOR DE LOS AFECTOS

He elegido el tema del afecto porque el grupo de estudio y lectura que coordino está trabajando el tema de la transferencia, pienso que plantearse la cuestión del afecto respecto a la transferencia es importante. 

El tema de los afectos ha sido en cierta manera un tema devaluado entre los psicoanalistas y durante un tiempo de la enseñanza de lacan. La idea que ha corrido mucho tiempo en el psicoanálisis ha sido la de que en la experiencia analítica no había que tener en cuenta el afecto, la creencia de la primacía del significante y de lo simbólico favoreció durante un tiempo la devaluación del afecto, también de lo imaginario. Sin embargo Lacan siempre se ocupó de los afectos, incluso tiene un seminario dedicado al afecto primario que es la angustia.

S. Freud decía que lo que se reprime no es el afecto sino la representación intolerable a la que acompaña el afecto, dos cosas son aquí afirmadas 1) que toda representación lleva acoplado un afecto, 2) que el afecto no se reprime; luego ya estamos definiendo el afecto como ligado o conectado a otra cosa significante y reprimida.
Tomando también lo que dice Lacan, “el único afecto que no engaña es la angustia”, estamos afirmando además que el afecto, excepto el de la angustia, engaña, es decir esconde algo.
Ambas citas implican la conexión del afecto a algo significante, es decir el afecto siempre remite a lo reprimido. Esto hace justamente a su diferenciación del sentimiento.

Pensemos el afecto como aquello que nos afecta y el estar afectado, no sólo, como la emoción sentida sino sobre todo, como la definición de un lugar del sujeto desde el cual se afecta de ese modo y no de otro, pero lo que sin embargo no se sabe o es incierto es qué sentido darle a esta afectación.
En el diccionario viene esta definición del afecto, la de una persona destinada a ejercer funciones o a prestar sus servicios en determinada dependencia. Es interesante porque tenemos en esta definición, el lugar desde el cual el sujeto está sujeto a una función determinada.
Sabemos que el estar destinado a esa posición le afecta de un modo determinado, pero no sabemos el sentido de esta afectación, qué quiere decir, justamente por la relación que el afecto mantiene con lo reprimido.
El estar afectado por algo implica una determinada posición del sujeto respecto al significante reprimido. Es por dicha relación que hablar y escuchar afecta al cuerpo, el cuerpo responde afectivamente, con afectos o sensaciones, pensemos también que siempre hay pasado en el presente de cualquier afecto, el pasado retorna en el presente gracias a una verticalidad desde el origen, lo que además nos permite remontar a una causa anterior, produciendo un efecto significante.

Es lo que comprobamos en la experiencia analítica, que bajo el afecto descubrimos otra cosa significante, y porque el afecto remite al saber reprimido, a las representaciones reprimidas, que son las que pueden indicar el sentido, de lo que se trata en el trabajo analítico es de ir descubriendo todas las conexiones de ese afecto con la cadena de  significantes, o de representaciones reprimidas.
En general la experiencia nos muestra cómo podemos entrar a sesión afectados por algo y cómo al encontrar las conexiones a lo reprimido, nos sentimos aliviados. Nos alivia haber podido encontrar una cierta causa para ello, y nos alivia el que se produzca una cierta subjetivación, debido a que estar afectado implica siempre un cierto lugar del sujeto respecto a lo reprimido. 

Volviendo ahora a la función del afecto, diré que el afecto es el testimonio que tenemos de la represión, remite al saber inconsciente que es contradictorio.
Esto de que es contradictorio, lo podemos entender si recordamos lo que decía Freud de que en lo inconsciente no hay contradicción, ni alternativa o disyunción sino conjunción disyuntiva, o lo que planteaba Lacan hablando del significante S2, es decir de lo reprimido, y colocó el subíndice 2 para marcar que es un significante binario, es decir que posee un doble valor o una duplicidad, que contiene una contradicción tal, que no puede entenderse conscientemente, en la conciencia estaría solamente lo uno, o sino lo otro, pero nunca uno y otro al mismo tiempo y en la misma relación lógica. Y esto es lo mismo que decir que representa en sí mismo dos cosas, en términos freudianos, representa la conjunción disyuntiva. Pero lo contradictorio supone que de esas dos cosas una implica eso que contradice y anula a la otra. Es lo que pasa con la ambivalencia por ejemplo respecto al padre, amarlo por su función, pero al mismo tiempo está implicado odiarlo como rival, cada uno dará lugar a consecuencias, pensamientos y acciones, cada uno comportará una serie asociativa, por lo tanto todos los significantes de una serie provocarán el mismo afecto, así el amor, y los de la otra serie el odio.
El afecto testimonia de la represión, porque tiene que ver con esa parte escondida de la duplicidad del S2, y como siempre va acoplado al significante escondido, a lo que no aparece, diremos que el afecto tiene como función representar aquello que no puede manifestarse de ninguna manera por su contradicción. 
Y si el afecto testimonia de la contradicción insostenible, podemos decir que el afecto da cuenta de la división subjetiva, muestra que existe una división del sujeto respecto a sí mismo. Hay división porque hay represión originaria, la cual es origen de la existencia del sujeto, pero de un sujeto dividido por su propio acto de represión. El saber inconsciente, es decir el S2, o lo reprimido necesariamente por su contradicción, implica un sujeto dividido, mientras que el S1, el significante Amo, es justamente el que viene a suturar la fractura de la división.

Por ejemplo, puede ser el caso del hombre para quien “ser buen profesional” (es el S1) está conectado a la afirmación de su masculinidad, y por eso “ser un hombre” remite a la cuestión de la potencia fálica. Cada vez que tiene un éxito o pasa una prueba de su profesionalidad con éxito, ahí afirma su masculinidad y se confirma como un hombre potente, pero en el caso contrario, si falla, generalmente este fallo o fractura se da siempre respecto a un superior, a una figura de autoridad, entonces  no sólo padece, se deprime, sino que hace un síntoma, por ejemplo ir de prostitutas, un síntoma que podría tener que ver, estoy inventando, por un lado con una cierta feminización frente a la figura de autoridad, paterna, ella sí potente, luego con su propia castración, y por otro con el hecho de que en el prostíbulo es donde puedes encontrarte en lo mismo o en igualdad con un padre, o incluso acostarte con la misma mujer que tu padre, luego estaríamos en lo incestuoso. No importa porque ya he dicho que esto es una invención que hago sobre la marcha, sin embargo lo importante es señalar que el síntoma encierra un saber contradictorio y por eso reprimido. Podemos decir también que al afecto depresivo no corresponde sólo un significante sino obligatoriamente dos, y que sólo testimonia de la contradicción de lo reprimido, luego es señal de la represión.

Hemos de tener en cuenta la adecuación o no de los afectos, hay afectos adecuados o apropiados a lo que nos sucede, por ejemplo el miedo delante de una serpiente o por el contrario exagerados o inapropiados a lo que nos sucede, y como ejemplo, ya que antes cite el miedo, pongamos una fobia, que incluso sólo la imagen de la serpiente produce pánico, aquí el afecto corresponde no a la realidad objetiva en este caso la imagen, sino a lo reprimido.
El sujeto trata de concretar en algo afuera de él lo que le pasa, su afectación, su angustia, su miedo, por ejemplo en el animal fóbico, es una manera de objetivarlo, es el objeto fóbico, que pasa a ser un símbolo de lo traumático, y es una salida, pues permitirá hacer un trabajo de simbolización de algo que en principio es nada, que no tiene consistencia en sí mismo, para de este modo ir remitiéndolo a distintos significantes, según las escenas y fantasma en juego.

En el seminario de  la relación de objeto, Lacan analiza el caso Juanito de Freud. Recordemos que Juanito erige el caballo como objeto fóbico después de su investigación del falo imaginario, cuando le pregunta a su madre, si ella también tiene un Wiwimacher, un aparato de hacer pipi, y deduce que si lo tiene debería verse como se lo vio él mismo al león, y en otra ocasión viéndola desvestirse dice que si lo tiene tendría que ser tan grande como el del caballo. Conviene hacer una aclaración, la de que primero está la angustia frente a lo traumático y luego viene en su ayuda el objeto fóbico.
Lacan nos va mostrando el trabajo de simbolización a partir de dicho objeto, el caballo, con las distintas series de significantes que surgen, de modo que podemos tener el caballo como representante de la representación del Otro materno devorador, que figura la angustia de castración materna, su enorme falta y su insaciable deseo de tenerlo, siendo él eso que le falta y por eso mismo devorado; y como representación del padre necesariamente inventado que puede salvar de los peligros de desaparición y de ser devorado; y como representación del agente de la castración que marca el lugar donde debería esperarse la intervención del padre real, es decir de alguien en quien poder encarnar esa potencia y que al menos imaginariamente permita desear y fantasear su muerte, y de este modo matar al padre fantasmáticamente, única manera de tomar el lugar del padre para llevar así el nombre del animal totémico, fóbico, de tomar el nombre del padre, es decir de que el nombre del padre sea el símbolo de la represión de su asesinato.

El psicoanalista cuenta con los afectos pero no se ocupa de ellos, una cosa es tener en cuenta los afectos, contar con ellos, darles importancia dado que tienen que ver con lo reprimido, pero otra es trabajar con ellos, es decir, no son nuestra herramienta de trabajo, con lo que trabajamos es con las palabras del analizante, con el despliegue de su decir, con sus significantes, con su medio decir, con la escritura del saber inconsciente, que es lo mismo que decir con la literalidad de las formaciones del inconsciente, los lapsus, los sueños, las formaciones sintomáticas.
Este trabajo analítico es posible gracias a la transferencia, que permite que cuando el analizante dice algo la parte inconsciente estará del lado del analista, es decir tomando lo que decíamos del saber inconsciente, del S2 y su duplicidad, tendremos que en el momento en que emplee uno de los lados o de las caras de la contradicción, la otra cara estará del lado del analista, quien encarnará con su presencia el significante reprimido; como transferimos la parte contradictoria, esto implica adjudicar al analista afectos en correspondencia contraria al saber inconsciente, digamos de signo contrario, si el analista no dice nada, soportará la contradicción, y sostendrá ambas caras o ambos polos del saber.
La crítica que podríamos hacer es que el analista respondiese al afecto del analizante por el afecto, en lugar de seguir sosteniendo el que siga hablando, asociando, para saber eso que no sabemos, cuál es el contenido latente o inconsciente de la manifestación sintomática y del afecto puesto en juego.  Este sostener implica la aceptación de un no saber necesario del analista, un no saber que no debe ser confundido con ignorancia, y es que el analista no sabe por adelantado nada de lo que dirá el analizante. El analista no se define por un saber sino por un deseo.

Así pues, cuando el analizante está bajo un determinado afecto necesitamos saber cuál es el contenido inconsciente conectado al afecto que se manifiesta,  porque corresponde a una fijación, y en este sentido es que el afecto es engañoso porque corresponde a una fijación. La fijación causa la repetición de manifestaciones sintomáticas debidas a un cierto traumatismo. Por eso dejaremos que el analizante siga diciendo pues vendrán otras evocaciones, asociará recuerdos del mismo orden afectivo, y de este modo podemos localizar la repetición debida al punto de fijación y aclarar lo que le pasa al sujeto. Con el trabajo analítico se trata de liberar la subjetividad del deseo, de la objetivación que produce el trauma.

La angustia es el afecto primordial pues es correlativa a la existencia de la subjetividad, corresponde al momento mismo del primer trauma de la separación y división del sujeto, separarse del determinismo del Otro materno para poder existir como sujeto, aunque dividido por la misma separación, supone la pérdida de eso que uno hubiera podido ser para el gran Otro, para completarlo.
Lo insondable del afecto de la angustia es que no tiene una causa significante, sólo corresponde a la sin razón de la existencia subjetiva.
Nacemos por el determinismo del deseo de los padres, pero existimos porque nos separamos y por eso mismo nos angustiamos y por eso mismo deseamos.

Y como el trauma de la separación supone un exilio o lo que es lo mismo un duelo para el sujeto, por la pérdida de ese sí mismo que idealmente hubiera podido ser, tenemos que la angustia que siempre empuja hacia delante, nos hará entrar en un ciclo propio o estructural de la subjetividad, el ciclo maníaco-depresivo.

Así tenemos el sujeto angustiado que pasa a una posición maníaca de dominio, por la propia excitación de creer haber restañado la división al haber atrapado el objeto, es decir a sí mismo; y que pasa a una posición depresiva de estar dominado, cuando fracasa, y la satisfacción es imposible, como decía Freud la operación es la introyección del objeto.
Con otras palabras sería o bien situarse en la euforia de ser el amo, identificarse al padre, al ideal del yo, en la manía; o bien la caída en el agujero, ser el objeto de ese mismo padre.

Estos dos afectos resultantes de la angustia revierten ya a un contexto histórico, podríamos decir que la angustia es existencial por la misma existencia del sujeto, mientras que los otros dos tendrán que ver con la historia en función de los padres, de la madre o el padre que uno tiene o no tiene.

Mientras que la angustia siempre empuja a avanzar, la fijación impide entrar al sujeto en una u otra modalidad de pasividad, depresiva, o de actividad, eufórica, y entonces habrá un efecto físico pues la angustia apresa el cuerpo, es la conversión en el cuerpo de la angustia. Cualquier acto es un avance, como pensar y hablar, cuando el pensar se refleja en la palabra hay un sujeto.

No quiero terminar sin nombrar el afecto del amor, afecto conectado él mismo a la existencia del sujeto. Es lo que ocurre con el trauma de la separación, rechazar y reprimir lo pulsional que es del orden de lo materno engendra culpa pero simultáneamente apego a aquel de quien uno se separa, es decir amor, amor a la madre, amor a los objetos maternos, un apego a lo materno a su pulsionalidad que perdurará para siempre. Es por amor que uno toma la lengua materna, el reconocimiento de la subjetividad por la madre lleva al niño a hablar la lengua materna, sin este reconocimiento un niño tardará más en hablar

Y aunque hay un no saber necesario del analista no hay ignorancia: ¿Qué sabemos? Que cuando un afecto que nos desborda, aparece súbitamente a partir de alguna cosa sin importancia, de un detalle, es que no está solo sino que denota una fijación, y por lo tanto conectado a otras situaciones motivo del mismo afecto que vendrán bajo la asociación libre.

21 de noviembre de 2011 en Tarragona