“El drama del neurótico: entre goce y fantasma”

Sobre la película: El Creyente de Henry Bean

ALGUNAS PUNTUACIONES

<>Esta película evoca el horror del Holocausto. Puntuemos que el horror pertenece a lo humano, yace en su interior, forma parte de lo más íntimo y oscuro de su ser. Por esto es que tanto el nazismo, como los genocidios, son actos humanos, quiero decir que son llevados a cabo por seres humanos normales, que a pesar de ser actos monstruosos, son realizados por humanos; en el mundo animal no se da semejante voluntad deliberada de exterminar a todo un grupo.
Tratar de cercar con la palabra el horror, eso que tiene que ver con lo más reprimido, lo más prohibido, en nosotros, forma parte de nuestra práctica psicoanalítica. En este sentido estamos comprometidos con la palabra verdadera, esa que da cuenta del alcance de la cosa. Recordemos esa censura sobre las palabras, llevada a cabo con éxito por los SS, que apuntaba justamente a borrar el alcance de su acto de exterminio, así hablaban de “solución final”, “limpieza”, “tratamientos especiales” etc.

<>Sobre el tema del sacrificio.

La función del sacrificio tiene que ver de un lado con el goce y del otro con el orden simbólico. Une a los hombres que lo practican separándoles al mismo tiempo de ciertas formas de goce, las cuales pondrían en peligro el conjunto de normas que fundan la organización del grupo. Es decir que no hay grupo humano que no se haya fundado sobre un mínimo sacrificio, el de la renuncia a un goce.
Freud en su Psicología de las masas señalaba que una masa se une alrededor de una repartición entre el ideal y el goce. En el caso hipotético de una versión perfecta de masa, todo el mundo tendría un ideal unificado, la relación al semejante estaría uniformada y cada uno tendría la seguridad de haber renunciado a la misma porción de goce que el vecino. 

El sacrificio a través del cual se designa el objeto sacrificial, en lo rituales griegos, remitía a algo del orden de lo originario, así el acto sacrificial se halla sostenido por un fantasma que justifica el sacrificio, el de que en el origen había un goce sin límite, un tiempo donde no habría separación entre naturaleza y cultura, entre dioses y humanos, donde la intimidad con la madre naturaleza no habría sido rota. El sacrificio sostiene la prohibición de un goce originario, o sea tiene una función de garante de la ley simbólica.
En los rituales bantúes,  hay otro aspecto del sacrificio, que no se trata simplemente de conmemorar la separación de la madre naturaleza, sino más bien de una parte de uno mismo, una parte de sí mismos figurada en estos ritos imaginariamente por el gemelo o el doble placentario. Esto implica una separación primordial, es decir que el sujeto para advenir al mundo de los otros sujetos, al mundo del ser-hablante, lo hace a costa de una pérdida primordial de algo propio. Se trata pues de un duelo originario, el duelo de existir como sujeto entre otros sujetos.

El autosacrificio, la renuncia a un goce, indicaría que el ideal común ha venido a ocupar el lugar del objeto de goce y que conlleva entonces la interiorización de un ideal. El autosacrificio aparece en el desenlace de la película, elección mortífera pero salvadora que le sirve al personaje a modo de salida.

Analicemos el sacrificio de Abraham, luego ya vamos a ver el sentido de la teoría que el personaje de la película le da y que remite a sus fantasmas, lo primero que nos interesa es señalar que Abraham se sitúa en un tiempo politeísta, un mundo donde el sacrificio del primer reciénnacido era una costumbre corriente, un tiempo anterior a Moisés a quien Dios ordena organizar la liberación y la salida de Egipto del pueblo hebreo y a quien dio las dos tablas de la ley, leyes básicas de obligado cumplimiento.
A Abraham su Dios decide ponerlo a prueba, debe ofrecerle en sacrificio a su hijo. Él se somete y responde a la demanda divina sin oponer objeción, poniendo así en evidencia, por su sumisión, la omnipotencia del gran Otro.
Después de haber atado a su hijo, el cual tampoco  muestra signo ninguno de protesta, levanta decididamente su brazo empuñando el cuchillo y es en ese momento que se produce la intervención divina, a través de un ángel de Dios que agarrando su brazo, le detiene en su acción. Y le propone sustituir al hijo por un corderito. Es en esta intervención que Abraham obtiene la manifestación del deseo divino y de su alianza. Es decir este Dios ya no sería el Dios del sacrificio que exige el trozo de carne y no habría sustituido al hijo por el cordero, sino que es el Dios de la alianza, el Dios también de Moisés, para el que no es el sacrificio sino la ley la que debe mediar entre el sujeto y el gran Otro.

Lacan decía que lo que se espera del Dios a quien se le ofrece el sacrificio, es un signo de que la ofrenda tocó el deseo de Dios, es decir el sentido del sacrificio es asegurarnos de la presencia del deseo del gran Otro. También planteaba que el cordero representa al ancestro primordial, el origen biológico, sacrificándolo se logra provocar su caída para fundar así una paternidad como fenómeno cultural; es en el orden de lo simbólico que se erige un símbolo, luego separado de lo material y biológico, un símbolo de la paternidad. Por tanto lo que Lacan vendría a plantear es que lo que se pone en juego en el sacrificio es la separación de real y simbólico, entre objeto real y símbolo.

En la teoría freudiana del sacrificio en Totem y Tabú, el sacrificio originario remite al asesinato del padre primitivo, fundador del totemismo, por eso el sacrificio es siempre el del totem, animal totémico, que es el que viene a sustituir al padre primitivo. Y gracias a este asesinato simbólico es que el padre muerto es el padre garante de la ley simbólica, el que puede intervenir como ideal, podríamos decir que gracias a una idealización es deificado, así el Dios Padre o el Héroe.
  
<>Sobre los fantasmas fundamentaless

Para dejar de ser el objeto de deseo del gran Otro, de ser gozado pulsional y pasivamente, el sujeto va a pasar a gozar activamente de sí mismo, actividad masturbatoria que genera culpa pues implica abandonar a la madre privándola del objeto fálico que el hijo era para ella, luego descubriendo su castración. Es decir para afirmarse como sujeto es preciso primero separarse de la madre, lo cual va a alimentar el temor de perder su amor y culpabilizarse. Para liberarse de la culpa, este goce onanista busca la punición que le liberará de su falta, y para no perder el amor materno busca a un ejecutor del castigo e inventa un padre fustigador,  Y aquí tenemos el 1º fantasma fundamental, formulado por S. Freud como “pegan a un niño”. 

Esta línea de paso del Ser al Tener, va del incesto pasivo, ser gozado, mortal por su desubjetivación, al deseo incestuoso activo y excitante.
Tengamos en cuenta que los fantasmas no son reales, la misma palabra lo indica, luego los golpes del padre que castiga son golpes imaginados. Así pues los golpes del padre no sólo acompañan a la excitación de la actividad onanista, sino que además castigan como si el incesto hubiera tenido lugar. Como los golpes del padre erotizan, entonces se convierte en un seductor, 2º fantasma fundamental, “el fantasma de seducción”, que hace del padre el agente de una seducción violenta.

 Y aquí se encadena inmediatamente el 3º fantasma, “el fantasma parricida”, debido al surgimiento del deseo,  y tengamos en cuenta que al decir “deseo del padre”, el deseo toma las dos direcciones, una, el padre seductor desea al sujeto, otra el sujeto desea al padre, debido pues  al deseo del sujeto  que se pone en juego en el fantasma de seducción, se pasa de la violencia sufrida a la venganza parricida. 
Este asesinato se simboliza a través de un acto psíquico. Distintos actos psíquicos permiten entonces actualizar este asesinato, así la identificación al padre a partir de algún rasgo, tomando su nombre y firmando el propio acto, y también reemplazándole junto a una mujer, o reemplazándole por el hombre elegido como partenaire.
Este deseo de matar al padre incestuoso resulta en un padre muerto y castrado, puesto que se trata de eliminarle quedándose con el falo. Así pues el padre eterno de las religiones es el padre muerto y castrado.

Película: El Creyente de Henry Bean 

 -- La presentación del personaje --
   Se trata de un chico joven, que se nos presenta primeramente en una partición que hace dos, el niño judío y el joven nazi.
*Del niño judío, en una escena infantil de su instrucción religiosa, tenemos su propia interpretación sobre el sacrificio de Abraham: Dios no le manda sacrificar a su hijo para poner a prueba su fe sino para mostrar su Poder, cuán poderoso soy que puedo obligarte a hacer cualquier cosa incluso que sacrifiques a tu hijo. Yo soy Todo, tú no eres nada.
Es el Dios del sacrificio, el dios oscuro, poderoso, que exige su libra de carne, que no sustituye al hijo por el cordero, el Poder es su potencia, es un dios que no está castrado.
*Todo este discurso está sobreimpreso sobre su imagen actual, el joven nazi, fortaleciéndose, haciendo pesas, situado del lado del poder. Y nos lo presenta en acción, enfrentándose al niño judío, al otro. Es interesante anotar que su pasaje al acto se desencadena ante la mirada de un tercero, que viene a marcar la diferencia entre, el judío que en su engaño espera ser salvado por Dios, y que no sólo no se rebela, sino que se somete, y él, su yo actual, allí donde se quiere ver, fuerte y sin miedo, identificado al uno, sin falta.

Su empeño en verse “diferente del judío” forma parte de su drama. Así podemos entender que la necesidad de golpear, destruir y sacrificar al otro semejante, al judío, al hermano, se apoya no en la diferencia sino en todo lo contrario, en la semejanza. En ese nivel de la relación especular al otro, distinguirse es lo que da consistencia a una identidad unificada.
Añadiré una curiosidad, en el texto Mein Kampf, Hitler refiere su conversión antisemita al momento de cruzarse en Viena con un judío y hacerse la pregunta siguiente, ¿éste es también un alemán? Es el comienzo. Luego pasa por un periodo donde sólo hace que ver judíos, cuando antes nunca se había fijado, digamos que anda a la búsqueda de lo que los distingue, convenciéndose de que no tienen ninguna semejanza con el alemán. A qué sirve esta creencia de que el judío difiere del alemán, sino a asegurarse de que él no es judío, sino un puro alemán. Estamos en el terreno de la relación del Ser al Uno, ser en lo que hace uno, un puro alemán. En la película aparece esto que caracteriza al antisemita, la búsqueda de rasgos distintivos del judío.

2º A continuación se presenta otro rasgo importante del personaje, él seduce, convence y capta al otro, con su discurso, con el despliegue de su palabra, con su dialéctica, digamos que ahora es él, el joven nazi, quien con ella seduce, mientras que en el recuerdo, el niño judío que aparece recibiendo su instrucción religiosa, se niega a ser convencido y seducido  con la dialéctica de la palabra del rabino. Anotemos ya esta oposición seducir y ser seducido.

Asiste a una reunión, donde el lider expone su discurso fascista, el de la unidad nacional, la unidad comunitaria, la unidad del sí mismo en una identidad siempre reconocible, y habla de la necesidad de un liderazgo, sin liderazgo es el gran vacío. Y justamente frente a este vacío se opone la identificación nazi del personaje, ya que lo que hace a una raza es el espíritu, es decir la esencia, que proviene de la sangre, el vacío de esta concreción y materialidad, de esta herencia biológica, constituye en cambio a los judíos.
Él dice, “ser judío es una enfermedad, su enfermedad es la abstracción”, así que frente a ello sólo queda la concreción y materialidad del acto, matarlos. ¿Acaso no es algo que él está intentando hacer, matar al judío en él? Vamos a ver luego que su propio padre judío está enfermo. ¿Y no es entonces a un padre a quien habría que matar? ¿Qué es lo que odia odiando a los judíos? Vamos a dejar estos interrogantes sin respuesta por el momento.
Con respecto a la abstracción, quizá convendría hacer una pequeña anotación sobre el Dios de los judíos, el cual tiene un estatus de negatividad en el plano simbólico, no puede ser representado ni nombrado, es decir que su presencia no puede ser invocada o evocada por la palabra, y en este sentido podríamos decir que se sustrae a ser localizado en el campo del gran Otro. Es un dios sin nombre. Para el niño judío está como pensar lo que es tan abstracto ya que en lo simbólico sólo es un puro vacío, un agujero, irrepresentable, indecible e innombrable. Quizá podamos referirlo a la idea de nuestro personaje de que la enfermedad del judío es su abstracción.
Señalemos la inversión de la posición: de judío a nazi, de ser seducido a seducir, de ser sometido a someter. El porqué aparecerá en su conversación con el periodista, donde se configura el fantasma de seducción.

3º El siguiente aspecto es su necesidad de subrayar, ante la mujer que parece portar el mando del grupo, su apellido, que es un nombre del padre, un nombre alemán, la figura de padre con la que puede identificarse, investido del significante de la verdadera autoridad, o sea de la paternidad. Y al mismo tiempo, cuando la mujer le pregunta a qué judío mataría, él da el nombre de un judío que es “alguien”, reconocido por su estatus, con poder y autoridad política, un líder que convence con su palabra. ¿A quién hay que matar? a una figura potente y con poder de seducción.

Parece contradictorio, pero no lo es, pues no son excluyentes, si entendemos que por un lado se trata de la necesidad de un padre sin quiebra, sin enfermedad, sin debilidad, un padre potente, portador entonces del significante fálico, que posibilite la identificación y por otro lado, un padre que seduce por su poder y que por ello mismo hace desear su muerte, y matar simbólicamente al padre permite actualizar la identificación y tomar el falo, bajo la forma del legado del nombre.

Además él aboga por la potencia que supone realizar un acto real, matar judíos, y desecha el poder de la palabra, la dialéctica que seduce, así que cuánto más impedido se halla, más niega para rebelarse, y cuanto más se afirma en su rebelión más necesita de un acto real, es decir más sometido se halla a la necesidad de una actuación, si se quiere de un acting.

4º Curiosamente en su vida todos los padres reales que van apareciendo son padres impotentes, enfermos y débiles, hasta el padre de la chica, que para colmo es alemán, cae en esta figura de la impotencia, pues aun siendo alemán es un padre enfermo, internado en un psiquiátrico, que quiere matarse, algo que se dice es signo de infelicidad, ya que cómo es posible que uno quiera matarse si es feliz.
Y curiosamente ella le pide a continuación, una forma de goce sexual, “pégame”, colocándole en posición del que golpea y castiga, evocando el fantasma masoquista de pegan a un niño, los golpes que castigan pero que excitan y erotizan.

-- El desarrollo de sus fantasmas --

<> De nuevo viene el recuerdo infantil sobre el sacrificio, ahora aparece un elemento más, la cuestión del amor del padre. Isaac no era hijo único, Abraham tenía además otro hijo, Ismael, pero Isaac es el elegido, luego es el hijo amado. Luego el amor te hace víctima, ser el sacrificado. El amor del padre, porque salva del abismo de la desubjetivación que supone ser el objeto del deseo del Otro, implica al mismo tiempo reconocerle en su potencia y por lo mismo ser feminizado por este mismo amor. 
Y nuestro amigo insiste entonces en un padre impotente, el padre judío, Abraham en su obediencia, y en sostener un Otro potente y todo poderoso que puede exigir a su antojo, por eso, para sostener esta construcción, es que debe negar neuróticamente, no sólo lo del cordero es falso, además sólo el gesto de levantar el brazo empuñando el cuchillo ya es como si lo hubiese sacrificado, pero incluso en un “midrash” (interpretación crítica y completa de un texto religioso, para la comprensión de la Torah) se decía que Isaac murió y renació.
Él mismo dice que todo fue un trauma. Para Abraham, marcado por la impotencia, claro que mejor un padre impotente reverso de un padre seductor, mejor que un padre que excita. Para Isaac marcado por la castración, y condenado a intentar escapar de ella, por la identificación con el poderoso (el nazi), que exige sin concesiones la muerte del otro, y por el odio que te saca de ser víctima, víctima del deseo erotizante del padre.

<> La feminización que es la marca de la castración aparece en su conversación con el periodista, y además lo sitúa en su lugar, el goce sexual, el del fantasma de seducción, ser seducida por el padre. “Los judíos son femeninos, están feminizados, si las mujeres judías hacen la práctica de la felación, es porque los hombres judíos no tienen la potencia suficiente para utilizar su pene penetrando”. Sólo el hombre viril tiene un falo que penetra y hace gozar con él. Vemos aquí formulado el fantasma de la sodomización por el padre portador de falo; feminización es equivalente de sodomización. Es lo reprimido y es un fantasma difícilmente reconocible y un goce inaceptable, marca de corrupción, “las mujeres se corrompen por la práctica de la felación y todo el mundo se corrompe porque no hay raíces que les arraiguen”. Esa raíz que arraiga es el falo. Su frase es “los judíos quieren la nada”, “la nada sin un fin”, él quiere la raíz que penetra la tierra y arraiga en ella.
Así como podemos hablar de una erotización desplazada de la boca a la vagina y viceversa, también la erotización se desplaza de la boca al orificio anal, y viceversa, como nos muestra su reacción defensiva de afirmación fálica al ser delatado como siendo judío, saca su pistola y se la mete en la boca al periodista, amenazándolo. A partir de este momento su emergencia de pasar al acto se agudiza, pues ¿acaso en esa escena final con el periodista no es él ese judío que muestra su impotencia poniendo su instrumento en la boca del otro?

Menos mal que existen las peleas entre los machos para creer en una reafirmación viril, y así lo hacen en la escena siguiente, como los machos animales que se dan topetazos con la cornamenta o la testuz para medir su poderío y quedar en el lugar de amo.

<> La asistencia a un grupo de sensibilización con personas judías supervivientes de los campos de exterminio, por orden de un juez, va a tener un efecto de significación.
Un padre relata su recuerdo de cómo le arrebataron a su hijo de los brazos, que él abrazó al hijo no como acto de rebeldía frente al soldado alemán sino como acto de amor al hijo. Por la inmediata y agresiva reacción de nuestro protagonista, sabemos que esta imagen, ahora encarnada por un padre real, vuelve como repetición del sacrificio de Abraham. El padre no hizo nada, no reaccionó, nada sirve de excusa ni justificación para esa nada, ni siquiera la propia muerte. Vivir con esa marca es peor que estar muerto. Morir matando para intentar salvar al hijo lo hubiera situado fuera de esa marca, como héroe. “Por eso Hitler es un héroe ya que fue capaz de matar a su adversario y por eso Dios le creó para castigar a los judíos”.
Hay algo de destino marcado en este decir suyo, si no eres capaz de matar no vales nada, tampoco si no eres capaz de morir matando, así que sólo queda una alternativa, morir para no matar.

<> Después aparece una primera vacilación, cuando entran en la sinagoga para poner el primer explosivo, vacilación que se manifiesta ante la profanación, la rasgadura del texto de la palabra escrita de Dios, la Torah. No es lo mismo la imagen que la escritura, ésta tiene algo de sagrado y está a nivel de lo simbólico. Así que rescatará la Torah, rescate que tendrá sus efectos, primero se imagina como el soldado alemán que clava la bayoneta al niño judío, simultáneamente, en tiempo real, se viste con el “talith”, el chal de la oración para los judíos y recita en hebreo mientras realiza el saludo nazi. Aquí ya no es una partición o una disyunción, sino una adición, nazi y judío.
Un trozo de este chal le traicionará, en su incapacidad de matar realmente, frente a un compañero nazi, avezado en lo de matar, demostrándole que sólo el gesto de empuñar el arma y disparar no sirve, sólo levantar el brazo empuñando el cuchillo ya es como matarlo que decía con respecto a Abraham,  no es suficiente.
Su reacción en el momento de ser descubierto como judío incapaz, es sintomática, dispara al compañero para mantener oculto su secreto, su marca. No es arbitrario que su siguiente rememoración sea la del judío temeroso de Dios, ocultar la marca es vivir con miedo, por eso se recuerda ahora desafiando a Dios, “si tan condenable soy fulmíname ahora mismo”, en este desafío parece poner en escena la maldad que convoca la punición, los golpes del padre, “pégame” como dijo  ella, poniendo en juego el goce masoquista corriente del erotismo

-- El camino hacia el desenlace --

>>Hace síntoma y vomita. Justo después de haber sido descubierto por el compañero y haberle disparado, al desvelarse  su incapacidad de matar al judío elegido por él, es elegido para dar conferencias, desplegar su discurso, y recaudar fondos para la organización. Es elegido por la mujer que comanda, la madre de la chica, que le abre sus brazos. Y ante esto el vómito, el rechazo, ¿qué exceso de goce hay ahí que forma el síntoma, cuando todo parecía haberse arruinado? Quizá goce incestuoso que objetiva y/o posibilidad de la realización del éxito de su deseo.
En el desempeño de la tarea encomendada, lo que él subraya en su discurso es el axioma, algo sólido a lo que agarrarse: odiar a los judíos es algo que no tiene una razón sino que es así, del mismo modo que el hombre desea a la mujer y teme a la muerte.

<> A continuación va a venir el encuentro con un hombre investido de poder cuyo discurso le va a golpear: el Poder no es Dios sino el Dinero, y no importa quién Eres sino lo que Tienes. Y sin esto no eres nada. Claro que la enseñanza judía está a años luz, pues no se trata de creer, que el dinero es el poder,  sino de hacer cosas en obediencia a las reglas y lo haces por nada.
Hacerlo por nada implica la cuestión de la fe, que no es lo mismo que la creencia, es decir se puede tener fe en… sin tener que creer en ello, por ejemplo si tengo fe en ti, afirmo un pacto simbólico entre nosotros dos, algo que no está en la creencia, puedo creer en espíritus sin tener fe en ellos, sin creerlos. Así los judíos pueden creer en por ejemplo muchos dioses pero lo que Jehová les exige es que tengan fe en Él, que respeten el pacto simbólico entre el pueblo judío y el Dios que lo eligió. El pacto simbólico se sostiene de su propia enunciación, por eso compromete sin necesidad de un porqué, lo haces por nada.

<> Después del encuentro en la sinagoga con los compañeros de infancia, le llega el chiste de la que fue su antigua enamorada, un chiste que evidencia su propia partición y que el decir de ella hace funcionar como una interpretación. Ese judío que construye dos sinagogas, una para rezar a Dios y otra para no pisarla nunca. Y ella le dice que él reza en la que no pisaría, y no pisa en la que rezaría. Añade algo más que le afecta, en el lugar donde reza hay confidentes, traidores.

El efecto consiguiente es un cambio de discurso, en la sinagoga donde reza y no debería pisar, ahí donde debe conseguir adeptos, se produce una inversión en su discurso.
Allí donde odiamos, hemos de amar, amar a los judíos porque en la esencia de su ser quieren que les odien, es el odio del otro el que los hace existir”, así él con su odio hace existir ¿qué?, a un nivel especular, el ser judío, su esencia judía, ser excitado, seducido, feminizado, castrado, que existe en él.
Cuánto peor se les trata más fuertes se hacen”, sugiriendo el poder de esa posición masoquista, que en el contrato con el otro, le hace hacer, le exige los golpes.
La inversión desemboca al final de su discurso en amar a los judíos con un amor verdadero, para situarles en la normalidad. La mención a Jesucristo y al sacrificarse par ser deificado, como el hijo de Dios, apunta al desenlace de su autosacrificio.

<> Y la realidad trae un asesinato real, del judío que él había elegido para matar, y por lo tanto una acusación de asesinato para él. Y todo se desencadena.
El encuentro con la amiga judía de infancia, encuentro con alguien que le propone mentir para salvarse de la acusación de asesinato, y además traicionar.  La verdad no importa, contraste evidente con toda su esforzada actitud de negar las interpretaciones del texto religioso afirmando que no son verdad, como ya vimos él está dispuesto a condenarse y ser castigado por Dios diciendo su verdad. Por otro lado su rebeldía y sublevación es contra aquello que para él es traición, la traición de un padre que no salva al hijo, aun a costa de la desobediencia a Dios.

El encuentro con su amiga no judía, y sus palabras reveladoras, obedecer el mandato de Dios, no tiene que ver con que Dios exista o no, con creer en su existencia, algo del orden de la creencia, sino con el pacto simbólico, con el tener fe en Él, compromiso entonces en primera persona. Y le deja un interrogante “¿Y si ser aplastados, someterse, no ser nada, no importar, es lo mejor que podemos sentir? Y podríamos continuarlo ¿Y si esa obediencia al mandato divino es lo mejor, lo que nos hace mejores?...

Lo siguiente es el autosacrificio.
Pide recitar la Nehila, el rezo para el cierre del día del perdón (Yom Kipur). Y  colocan la bomba en la sinagoga.

Ya es del dominio público que el asesino es un judío-nazi, ahí vienen sus imágenes, él es el soldado nazi que mata al padre judío, invierte su posición y él es el padre judío que hace algo, que salta sobre el cuello del soldado nazi, un padre que sale de su pasividad aun a costa de un autosacrificio, su muerte. Este padre asesinado es entonces el padre muerto con quien identificarse, pues está en el lugar del Ideal del Yo.
Así que ésta será la dramatización de su autosacrificio, morir para no matar, por un lado es ese padre salvador, salva a los hijos de Dios que oran en la sinagoga, por otro es también el hijo que acepta su propio sacrificio mandado por Dios Padre, el hijo que ama al padre.

La imagen con la que se cierra la película me parece una metáfora de su neurosis, si en su momento de niño judío huye de la llamada del rabino, bajando por la escalera sin detenerse, ahora se le ve subiendo y subiendo por una escalera, sin importar que el rabino le dé ahora la razón de su interpretación sobre el sacrificio, sube en un movimiento sin fin, y sin llegar a ninguna parte.