Reseña del libro “La histeria hoy”. Ediciones del Serbal.
Por
Rosa Navarro.
Es
el número 5 de “TRAUMA. Estudios de clínica psicoanalítica” cuya redacción ha
estado a cargo de Graziella Baravalle, Juan Bauzá y María José Muñoz.
Reúne
trece artículos sobre el tema específico del título, dos más que forman parte
del apartado “cuestiones cruciales” del psicoanálisis, y por último cuenta con
cuatro reseñas de libros publicados, con especial mención de “La psychanalyse,
science, thérapie - et cause” cuyo autor es Moustapha Safouan.
En
este número han intervenido nuevos colaboradores, Jean Michel Vappereau lo hace
con “Joyce <hystorique> “, su comentario de inicio, sobre los lectores
del seminario Le sinthome de Lacan, que repiten fórmulas sin ir a los textos, sin
leer, con el resultado descuidado de que Joyce será calificado de psicótico,
enlaza con sus afirmaciones finales sobre la importancia decisiva de la lectura.
La tesis de que dicho seminario es una contribución de Lacan a la psicosis
paranoica y que su originalidad no concierne a Joyce, la va a desarrollar
partiendo de la necesidad de haber leído el seminario anterior “R.S.I.” y a
partir de sus tres primeras lecciones, tomando la presentación del nudo borromeo
de líneas infinitas abiertas; mostrará con las sucesivas figuras de
presentación dónde Joyce falla y la reparación del fallo por la suplencia. Lo
importante a señalar en el fallo de Joyce es que se da en un enlace “característico
de la escritura de la neurosis” y el anillo que se libera por dicho fallo es el
Imaginario del cuerpo y se trata de la reparación por suplencia de un fallo
neurótico, en el caso, el Ego de Yoyce. Luego tomando la psicosis paranoica nos
lleva de la suplencia por el cuarto nudo: Ʃ, el síntoma de Freud, el Edipo, el
amor por el padre, a la construcción en análisis resultado de una lectura, la
lectura es invención, comentario. Citaré libremente su aseveración final
relativa a la forclusión del sujeto de la psicosis como rechazo de la lectura,
“aquel que no puede leer rechaza la función de ese elemento incorporal, el lekton
que en Radiofonía Lacan define como “lo
que vuelve legible el significado”, crucial para ejercer la práctica de la
lectura” El sujeto se equivoca a menudo, con constancia, gracias a lo cual
inventa el texto que lee. “Así el delirio de la psicosis es una transferencia
sin lectura”.
El
artículo de Monique Lauret “La negación en la histeria” parte de una lectura
cuidadosa del texto de Freud “La negación”, recordando lo que dice sobre la
creación del símbolo de la negación, que hace
posible la función del juicio, función que implica dos opciones afirmar
o negar, esta creación es lo que permite un primer grado de independencia
frente a la represión y sus consecuencias, y emanciparse del sometimiento al
principio del placer. “El neurótico no dice todo (…) pero por el hecho de negar
esa idea al mismo tiempo la revela”.
Aunque
es un mecanismo más específico de la neurosis obsesiva y la autora, citando a
Gisèle Chaboudez, nos dice que el perverso se agota en una negación gesticulada
en acto de una renegación ya presente que concierne al representante de la
mujer, lo que se pregunta es qué pasa en la histeria con este mecanismo. Su
hipótesis es la de una doble función de la negación, de freno o palanca en el
proceso de simbolización del sujeto. Y así comienza con su afirmación de que la
posición histérica cuestiona el significante fundamental “¿Qué soy yo?”.
Atendiendo a la advertencia freudiana de que una representación reprimida puede
advenir a la conciencia a condición de que pueda negarse y por tanto aunque ya hay
un levantamiento de la represión no se trata de una aceptación, o en todo caso
de una aceptación intelectual a pesar de que persiste lo esencial de la
represión, señala lo activo de este proceso en el momento de fin de análisis en
la histeria. El levantamiento de la represión puede producir una mutación de
goce o lo que Lacan desarrolló con las formas del “plus-de-gozar”,
compensaciones de la pérdida de goce. Todo esto lo va a ir plasmando con el
decir de una paciente en su momento de fin de análisis, concluyendo así y cito:
“La negación es un freno en una cura pero
puede entenderse como freno necesario que permite la maduración del tiempo para
comprender, permitiendo la elaboración y la integración lenta en los tiempos de
repetición cada vez más amplios de la cura. En un momento oportuno podrá ser
una palanca cuando lo que pertenece a ese antiguo término de defensa pueda ser
levantado por el arte de la interpretación ante un analizante que no quiere
saber nada”.
Por
su parte Alejandra Ruíz inicia su texto, “La experiencia hippie hoy”, con la
observación del avance de los discursos igualitarios que tiende a que ciertas
estructuras no puedan esconderse en el confort de la diferencia de sexo, y con
el interrogante, dado los caminos alternativos que se abren, sobre la posición
del analista, pues se trata de articular la perspectiva analítica en su
horizonte mismo. En lo que sigue de su texto va a despejar esta posición del
analista a través de su propio decir y de su línea de pensamiento siguiendo el
libro “Niños hippies” de Maxine Swan. Intentará subrayar un sesgo clínico del
hombre en posición histérica y ciertas precisiones del discurso histérico. Y no
sin dar dos citas sobre la histeria masculina, a propósito de la ficción
novelada del libro, la de Roland Chemama, como la decisión de un joven de
ubicarse del lado de las mujeres y cumplir su virilidad por la seducción como
criatura excepcional y enigmática, y la de Charles Melman sobre la seducción a
título de un ser enigmático que soporta una imagen principesca.
En
esta ficción cobra relevancia el padre hippie y a partir de las confidencias
que hace a sus hijos sobre sus aventuras sexuales, Alejandra tomará esta
creencia vigente que, como llamado al goce, considera que es bueno contarlo
todo. Curiosa su aportación en este sentido de los ejemplos que trae, todos de
confidencias madre-hijas. Este tema de secretos y confidencias le sirve para
señalar la diferencia, la distinción de lo que se hace público en la perversión
que es la condición de goce y en la histeria, que sin perder su matiz perverso,
es la falta del Otro. El padre hippie de la ficción intenta con sus
confidencias restituir su falicidad ahí donde justamente se muestra su falta. Y
concluye cómo esta ficción novelada muestra “hasta qué punto las transgresiones, articuladas en un discurso
histérico, pueden permitir el funcionamiento neurótico de la estructura”.
Silvia
Saskyn en su “La histeria ¿hoy, mañana, pasado…? A partir de la lectura de
diversos textos de Freud y Lacan, escogiendo
ciertas citas de ellos, nos lleva de la mano para presentarnos
cuestiones que interrogan sobre el tema de la histeria, como la diferencia del
deseo inconsciente y el Wunsch (anhelo, voto) y la del objeto del deseo y el
deseo como objeto; como la cuestión de la identificación histérica donde se
presenta el deseo y es utilizada para expresar una comunidad sexual; como las
dos figuras, deseo de un deseo insatisfecho y el deseo es el deseo del Otro.
Nos recuerda lo subrayado por Freud, que no realizar un deseo es siempre
realizar algún otro deseo, y también que el deseo de un deseo insatisfecho es
un deseo de deseo. Lo anterior es una cierta enumeración de los mojones del
camino, un camino que interesa recorrer siguiendo la lectura de las citas
escogidas por la autora y llegar al estatuto teórico que evidencia la esencia
del deseo que solo la histeria revela, cito algunas palabras del final: “lo que se relaciona con la neurosis (neurosis
histérica) es lo que puede curarse pero
lo que no se cura es lo que la Histeria le mostró al psicoanálisis respecto del
deseo, es decir sostenerlo como insatisfecho”.
Cristina
Jarque inicia su texto, “Antigona: pulsión que cautiva”, con la presentación de
una paciente para quien la prioridad del amor fraternal es ante todo. Tiene su
razón de ser ya que el hilo conductor va a ser la lectura de Antígona realizada
por esta analizante, elemento esencial de su recorrido analítico. Nos recuerda
Cristina brevemente pero en su esencia, la tragedia de Antígona y el
planteamiento de Lacan sobre el deseo puro, el más allá del deseo, y la ética
de vivir conforme al deseo que nos habita.
Aquello
sobre lo que la paciente pone el subrayado en su lectura es en que se puede
tener otro marido, varios hijos, pero los hermanos que se tienen son únicos e
irremplazables, según Antígona porque solo ellos pasaron por el mismo útero
materno que les dio la vida. Queda así señalado lo materno como el hogar y
lugar original al que se regresa, y como portador de la marca incestuosa, lo
que para la analizante en cuestión será decisivo en su evolución subjetiva en
la cura. De este modo entremezclando la tragedia, su lectura por la paciente y
su recorrido analítico de la cura, seguimos los cambios de posición subjetiva de
la analizante y cómo a partir de un sueño puede trabajarse entonces una
importante identificación con la madre en la cuestión del amor fraternal, el
análisis de este sueño es la llave para el punto de partida del desenlace del
análisis.
Por
último[1] haré mención del
interesante artículo de Carlos Rey titulado: “La histeria y el DSM según Siri
Hustvedt”, donde va a tomar el ensayo autobiográfico escrito por dicha autora
“La mujer temblorosa o la historia de mis nervios”, quien se pregunta sobre esa
mujer temblorosa que la habita, pregunta que dirige a tres ramas del saber, la
neurología, la psiquiatría y el psicoanálisis. Carlos Rey describe en el ensayo
de la escritora, la voz de la narradora equivalente al saber establecido y la
voz de la mujer temblorosa que cuestiona la primera voz, el saber que reduce el
sujeto a un objeto, y que revela la escisión existente entre la temblorosa y la
que quiere saber buscándolo en la razón de los mercados. También nos subraya la
confusión de lenguas en lo “psi”, los pacientes no se definen por “la causalidad de sus síntomas sino por la
pertenencia a los especialistas que palían las consecuencias pero sin tratar
los síntomas”.
La
narradora se reivindica como histérica, porque la razón de la ciencia médica la
ha decepcionado, así pues hallamos la reivindicación de una estructura clínica,
la histeria, que existe e insiste y de un saber clásico que muchos aun no
habiendo leído a Freud se toman la libertad de condenar sus teorías, “sus ideas al igual que la histeria ya no
están de moda”.
[1] Los
otros autores del tema de este número son Graziella Baravalle, Juan Bauzá,
Laura Cevedio, Marcelo Edwards, Annick Juredieu, Mª José Muñoz y Rosa Navarro.