miércoles, 4 de noviembre de 2015

“La histeria hoy”



Reseña del libro “La histeria hoy”. Ediciones del Serbal.
Por Rosa Navarro.

Es el número 5 de “TRAUMA. Estudios de clínica psicoanalítica” cuya redacción ha estado a cargo de Graziella Baravalle, Juan Bauzá y María José Muñoz.
Reúne trece artículos sobre el tema específico del título, dos más que forman parte del apartado “cuestiones cruciales” del psicoanálisis, y por último cuenta con cuatro reseñas de libros publicados, con especial mención de “La psychanalyse, science, thérapie - et cause” cuyo autor es Moustapha Safouan.

En este número han intervenido nuevos colaboradores, Jean Michel Vappereau lo hace con “Joyce <hystorique> “, su comentario de inicio, sobre los lectores del seminario Le sinthome de Lacan, que repiten fórmulas sin ir a los textos, sin leer, con el resultado descuidado de que Joyce será calificado de psicótico, enlaza con sus afirmaciones finales sobre la importancia decisiva de la lectura. La tesis de que dicho seminario es una contribución de Lacan a la psicosis paranoica y que su originalidad no concierne a Joyce, la va a desarrollar partiendo de la necesidad de haber leído el seminario anterior “R.S.I.” y a partir de sus tres primeras lecciones, tomando la presentación del nudo borromeo de líneas infinitas abiertas; mostrará con las sucesivas figuras de presentación dónde Joyce falla y la reparación del fallo por la suplencia. Lo importante a señalar en el fallo de Joyce es que se da en un enlace “característico de la escritura de la neurosis” y el anillo que se libera por dicho fallo es el Imaginario del cuerpo y se trata de la reparación por suplencia de un fallo neurótico, en el caso, el Ego de Yoyce. Luego tomando la psicosis paranoica nos lleva de la suplencia por el cuarto nudo: Ʃ, el síntoma de Freud, el Edipo, el amor por el padre, a la construcción en análisis resultado de una lectura, la lectura es invención, comentario. Citaré libremente su aseveración final relativa a la forclusión del sujeto de la psicosis como rechazo de la lectura, “aquel que no puede leer rechaza la función de ese elemento incorporal, el lekton que en Radiofonía Lacan define como “lo que vuelve legible el significado”, crucial para ejercer la práctica de la lectura” El sujeto se equivoca a menudo, con constancia, gracias a lo cual inventa el texto que lee. “Así el delirio de la psicosis es una transferencia sin lectura”.

El artículo de Monique Lauret “La negación en la histeria” parte de una lectura cuidadosa del texto de Freud “La negación”, recordando lo que dice sobre la creación del símbolo de la negación, que hace  posible la función del juicio, función que implica dos opciones afirmar o negar, esta creación es lo que permite un primer grado de independencia frente a la represión y sus consecuencias, y emanciparse del sometimiento al principio del placer. “El neurótico no dice todo (…) pero por el hecho de negar esa idea al mismo tiempo la revela”.
Aunque es un mecanismo más específico de la neurosis obsesiva y la autora, citando a Gisèle Chaboudez, nos dice que el perverso se agota en una negación gesticulada en acto de una renegación ya presente que concierne al representante de la mujer, lo que se pregunta es qué pasa en la histeria con este mecanismo. Su hipótesis es la de una doble función de la negación, de freno o palanca en el proceso de simbolización del sujeto. Y así comienza con su afirmación de que la posición histérica cuestiona el significante fundamental “¿Qué soy yo?”. Atendiendo a la advertencia freudiana de que una representación reprimida puede advenir a la conciencia a condición de que pueda negarse y por tanto aunque ya hay un levantamiento de la represión no se trata de una aceptación, o en todo caso de una aceptación intelectual a pesar de que persiste lo esencial de la represión, señala lo activo de este proceso en el momento de fin de análisis en la histeria. El levantamiento de la represión puede producir una mutación de goce o lo que Lacan desarrolló con las formas del “plus-de-gozar”, compensaciones de la pérdida de goce. Todo esto lo va a ir plasmando con el decir de una paciente en su momento de fin de análisis, concluyendo así y cito: “La negación es un freno en una cura pero puede entenderse como freno necesario que permite la maduración del tiempo para comprender, permitiendo la elaboración y la integración lenta en los tiempos de repetición cada vez más amplios de la cura. En un momento oportuno podrá ser una palanca cuando lo que pertenece a ese antiguo término de defensa pueda ser levantado por el arte de la interpretación ante un analizante que no quiere saber nada”.

Por su parte Alejandra Ruíz inicia su texto, “La experiencia hippie hoy”, con la observación del avance de los discursos igualitarios que tiende a que ciertas estructuras no puedan esconderse en el confort de la diferencia de sexo, y con el interrogante, dado los caminos alternativos que se abren, sobre la posición del analista, pues se trata de articular la perspectiva analítica en su horizonte mismo. En lo que sigue de su texto va a despejar esta posición del analista a través de su propio decir y de su línea de pensamiento siguiendo el libro “Niños hippies” de Maxine Swan. Intentará subrayar un sesgo clínico del hombre en posición histérica y ciertas precisiones del discurso histérico. Y no sin dar dos citas sobre la histeria masculina, a propósito de la ficción novelada del libro, la de Roland Chemama, como la decisión de un joven de ubicarse del lado de las mujeres y cumplir su virilidad por la seducción como criatura excepcional y enigmática, y la de Charles Melman sobre la seducción a título de un ser enigmático que soporta una imagen principesca.
En esta ficción cobra relevancia el padre hippie y a partir de las confidencias que hace a sus hijos sobre sus aventuras sexuales, Alejandra tomará esta creencia vigente que, como llamado al goce, considera que es bueno contarlo todo. Curiosa su aportación en este sentido de los ejemplos que trae, todos de confidencias madre-hijas. Este tema de secretos y confidencias le sirve para señalar la diferencia, la distinción de lo que se hace público en la perversión que es la condición de goce y en la histeria, que sin perder su matiz perverso, es la falta del Otro. El padre hippie de la ficción intenta con sus confidencias restituir su falicidad ahí donde justamente se muestra su falta. Y concluye cómo esta ficción novelada muestra “hasta qué punto las transgresiones, articuladas en un discurso histérico, pueden permitir el funcionamiento neurótico de la estructura”.

Silvia Saskyn en su “La histeria ¿hoy, mañana, pasado…? A partir de la lectura de diversos textos de Freud y Lacan, escogiendo  ciertas citas de ellos, nos lleva de la mano para presentarnos cuestiones que interrogan sobre el tema de la histeria, como la diferencia del deseo inconsciente y el Wunsch (anhelo, voto) y la del objeto del deseo y el deseo como objeto; como la cuestión de la identificación histérica donde se presenta el deseo y es utilizada para expresar una comunidad sexual; como las dos figuras, deseo de un deseo insatisfecho y el deseo es el deseo del Otro. Nos recuerda lo subrayado por Freud, que no realizar un deseo es siempre realizar algún otro deseo, y también que el deseo de un deseo insatisfecho es un deseo de deseo. Lo anterior es una cierta enumeración de los mojones del camino, un camino que interesa recorrer siguiendo la lectura de las citas escogidas por la autora y llegar al estatuto teórico que evidencia la esencia del deseo que solo la histeria revela, cito algunas palabras del final: “lo que se relaciona con la neurosis (neurosis histérica) es lo que puede curarse pero lo que no se cura es lo que la Histeria le mostró al psicoanálisis respecto del deseo, es decir sostenerlo como insatisfecho”.

Cristina Jarque inicia su texto, “Antigona: pulsión que cautiva”, con la presentación de una paciente para quien la prioridad del amor fraternal es ante todo. Tiene su razón de ser ya que el hilo conductor va a ser la lectura de Antígona realizada por esta analizante, elemento esencial de su recorrido analítico. Nos recuerda Cristina brevemente pero en su esencia, la tragedia de Antígona y el planteamiento de Lacan sobre el deseo puro, el más allá del deseo, y la ética de vivir conforme al deseo que nos habita.
Aquello sobre lo que la paciente pone el subrayado en su lectura es en que se puede tener otro marido, varios hijos, pero los hermanos que se tienen son únicos e irremplazables, según Antígona porque solo ellos pasaron por el mismo útero materno que les dio la vida. Queda así señalado lo materno como el hogar y lugar original al que se regresa, y como portador de la marca incestuosa, lo que para la analizante en cuestión será decisivo en su evolución subjetiva en la cura. De este modo entremezclando la tragedia, su lectura por la paciente y su recorrido analítico de la cura, seguimos los cambios de posición subjetiva de la analizante y cómo a partir de un sueño puede trabajarse entonces una importante identificación con la madre en la cuestión del amor fraternal, el análisis de este sueño es la llave para el punto de partida del desenlace del análisis.

Por último[1] haré mención del interesante artículo de Carlos Rey titulado: “La histeria y el DSM según Siri Hustvedt”, donde va a tomar el ensayo autobiográfico escrito por dicha autora “La mujer temblorosa o la historia de mis nervios”, quien se pregunta sobre esa mujer temblorosa que la habita, pregunta que dirige a tres ramas del saber, la neurología, la psiquiatría y el psicoanálisis. Carlos Rey describe en el ensayo de la escritora, la voz de la narradora equivalente al saber establecido y la voz de la mujer temblorosa que cuestiona la primera voz, el saber que reduce el sujeto a un objeto, y que revela la escisión existente entre la temblorosa y la que quiere saber buscándolo en la razón de los mercados. También nos subraya la confusión de lenguas en lo “psi”, los pacientes no se definen por “la causalidad de sus síntomas sino por la pertenencia a los especialistas que palían las consecuencias pero sin tratar los síntomas”.
La narradora se reivindica como histérica, porque la razón de la ciencia médica la ha decepcionado, así pues hallamos la reivindicación de una estructura clínica, la histeria, que existe e insiste y de un saber clásico que muchos aun no habiendo leído a Freud se toman la libertad de condenar sus teorías, “sus ideas al igual que la histeria ya no están de moda”.





[1] Los otros autores del tema de este número son Graziella Baravalle, Juan Bauzá, Laura Cevedio, Marcelo Edwards, Annick Juredieu, Mª José Muñoz y Rosa Navarro.