¿Otra
manera de pensar la bisexualidad?
Tomando el
tema del sexo y de la diferencia de sexos a lo largo del tiempo, nos damos
cuenta de que las diversas invenciones y teorías, apoyadas generalmente en la
biología del momento, reflejan cuestiones ideológicas, políticas, metafísicas,
económicas, que dominan en el seno de la sociedad.
Veámoslo, M. Safouan en su último libro
“El Psicoanálisis. Ciencia, Terapia –y Causa” cita a T. Laqueur (La fábrica del
sexo) quien cuenta que durante miles de años, datando ya del siglo II y IV, se mantuvo la creencia de
la existencia de un solo sexo, las mujeres tenían las mismas partes genitales
que los hombres solo que en el interior del cuerpo y no en el exterior. Las
mujeres eran en el fondo hombres pero un defecto de calor vital había resultado
en la retención en el interior de las mismas estructuras. Laqueur afirma que
estas explicaciones según la biología antigua reflejaban la realidad metafísica
sobre la que reposaba el orden social (Metafísica: Parte de la
filosofía que trata del ser en cuanto tal, y de sus propiedades, principios y
causas primeras)
Por eso la nueva biología con su
investigación sobre la diferencia entre los sexos aparece cuando los
fundamentos del antiguo orden social han sido sobrepasados. En el s. XVIII se inventa el sexo tal y como
lo conocemos, los órganos que hasta entonces se llamaban por un mismo nombre
(ovarios y testículos) se diferencian lingüísticamente y otros que todavía no
tenían nombre pasan a tenerlo (vagina), es decir se inventó la existencia de
dos sexos dando al género un nuevo fundamento. En esta época el cuerpo de las
mujeres devino el objetivo para la redefinición de las relaciones
hombres-mujeres, que desde un punto de vista social son fundamentales.
Safouan señala
respecto al tema del género, y adhiero a su afirmación, que “no se puede decir nada del sexo que escape a
nuestros prejuicios sociales relativos al género”.
Siguiendo al autor vemos que a partir del s. XX, un tiempo preocupado por poder
justificar y poder distinguir los roles sociales de hombres y de mujeres, la
ciencia encontró en la diferencia del pene y de la vagina no solo el signo de
una diferencia sexual sino su propio fundamento. Así antes de 1905 nadie
pensaba que hubiera otra clase de orgasmo femenino que no fuera el
clitoridiano, surge entonces la concepción del orgasmo vaginal, tema muy
discutido, sobre todo en medios feministas. Sobre esa diferencia es evidente
que el clítores no es un pene famenino, que no se puede oponer a la vagina y
que nada en la naturaleza sirve a la interpretación del mismo.
En las lenguas encontramos una misma
manera de referirse a la diferencia entre los sexos, hacen del pene el
significante de lo masculino, mientras que lo femenino es simplemente definido
por su simple alteridad. Si “el sujeto es otro” como dice Lacan, marcado
entonces por la alteridad, podemos hacer nuestras las palabras de Safouan: “la alteridad persigue a los seres humanos, y
todos sin distinción de sexo estamos concernidos por la cuestión de esta
alteridad que representa lo femenino”.
Recordemos el ejemplo de Lacan de dos niños que van en el
tren el cual hace su parada en la estación y el niño se exclama “mira estamos
en Hombres” y la niña replica “no, tonto, estamos en Mujeres”. Y aquí no hay
resolución posible es lo que es para el uno y lo que es para el otro, ni hay
relación posible, este ejemplo sobre los significantes y la diferencia de los
sexos nos da idea del litigio irresoluble sobre el tema de la diferencia sexual.
Por eso se puede afirmar que la biología no nos da la clave de la diferencia
sexual.
Fue Fliess, amigo de Freud, el primero que,
a partir de pensar una correspondencia estructural entre la nariz y los órganos
genitales, estableció su teoría sobre una bisexualidad fisiológica
constitucional.
Freud adhirió a la existencia de una
disposición bisexual para el ser humano, aunque tomó una cierta distancia
respecto al tema, quizá porque no había encontrado todavía un lugar para la
bisexualidad en su teoría. Digamos que el tema se presenta para Freud en esa
relación de amistad con Fliess y que aun intentándolo nunca llegó a aceptar la
bisexualidad según la versión de su amigo.
Si hay algo que Freud mantuvo desde el
inicio fue su rechazo a hacer del tema una causa de la represión, Fliess
proponía que un sexo se determinaba reprimiendo lo que hay constitucionalmente
del otro sexo, para Freud sin embargo se
reprime toda representación incompatible para el yo, sea o no sexual
directamente.
Pero mantuvo la bisexualidad como un
elemento no eliminable de la vida psíquica sobre todo en razón de la clínica.
Recordemos su famoso artículo sobre “Fantasías histéricas y su relación con la
bisexualidad”, donde enuncia que un síntoma histérico es la expresión, por una
parte, de una fantasía sexual masculina, y por la otra de una femenina. Y da el
ejemplo de una mujer que en pleno ataque histérico con una mano se arrancaba la
ropa (masculina) mientras que con la otra se apretaba la ropa y se cubría
(femenina).
Vuelvo a tomar a Safouan que trae el libro de Otto Weininger titulado
“Sexo y carácter”, justo el año de su publicación en 1903 se produce la ruptura
de Freud y Fliess, en este libro Weininger desarrolla la noción de bisexualidad,
y como éste es amigo de un paciente de Freud, Fliess infiere que Freud habló a
su paciente del descubrimiento de la bisexualidad del que Fliess se adjudica la
autoría.
Weininger piensa que la bisexualidad no es
solo una disposición embrionaria sino que es una regla que hace que solo
existan combinaciones de masculino y femenino. Es decir todo hombre y mujer
resultan de estas combinaciones en distintas proporciones que definen la
dosificación sexual propia de cada individuo. Así por ejemplo un hombre que es
hombre al 75% buscará su complemento en una mujer que detente el 25% masculino
y una mujer a x% buscará el hombre con el % de femenino que le falta. Estas
proporciones no son fijas sino que se modifican a lo largo de la vida. Intentar
definir el ser hombre y el ser mujer lleva a veces a conclusiones tan
silvestres.
[Una pequeña
curiosidad, A. Ch. Kinsey (entomólogo y pionero estadounidense en el estudio de
la sexualidad humana) desarrolló en los años 70 una teoría algo similar pero en
relación a la homosexualidad y a la heterosexualidad, es decir cada uno es más
o menos hetero u homo según sus proporciones, de lo que se deducía la
bisexualidad cuando la repartición era el 50% de homo y el 50% de hetero]
Lo que me interesa rescatar de Freud por
su base subversiva es:
-no solo
aportó una sexualidad infantil general, universal, sino que su aporte más
importante fue el de enunciar el infantilismo de la sexualidad humana.
-Sostuvo además
la tesis de la independencia de la elección de objeto respecto al sexo en sí, los humanos están habitados por una
sexualidad que no les guía hacia el objeto que aseguraría la perpetuación de la
especie,
- si es una
sexualidad indiferente al sexo del objeto, deja dicha elección a la
particularidad de cada uno,
-la
genitalidad no está inscrita en el programa genético. (Safouan lo enuncia así, es a título de semblante que se constituye el objeto sexual.)
-Insiste en
la separación clara y neta entre lo psíquico y lo biológico a propósito de la
cuestión fálica, así como en una pasividad muy activa que va hasta el rechazo
de recibir todo, como una manera de preservar una falta esencia de la
subjetividad (como en la histeria y el sueño de la bella carnicera)
La elección de género, cuando tiene lugar,
me emplaza a tratar de aclarar el concepto de falo en Lacan, primero porque es
a partir del autoerotismo que se instaura, en una sexualidad todavía precoz, la
creencia del falo como único símbolo sexual. El autoerotismo no implica
distinción de género, ya que cada uno entra en el goce fálico cualquiera que
sea su sexo anatómico, es decir, tanto el pene como el clítoris se erotizan
igualmente, por tanto igualdad de goce. Y segundo porque el falo aparece como
el símbolo a partir del cual cobra sentido una bisexualidad psíquica y después
una elección del género; al mismo tiempo la constatación de una elección de
género afirma la bisexualidad implícita.
Para Lacan el falo no designa para nada lo
que se es o se tiene, sino que es el índice de una falta en ser del hablante,
sea cual sea su sexo, esta falta polariza y orienta el deseo, y es aquí en este
lugar de la falta que Lacan coloca el (-φ), como vemos en negativo, es decir no
puede ser positivado, ya que solo puede aparecer como ausencia, siendo el
objeto clave de un goce absoluto. Si Lacan escribe el (–) es para señalar que, en
el campo del lenguaje, se resiste a toda articulación y denominación, que es
indecible, y que en el campo especular es invisible, que solo puede aparecer
como ausencia, trascendiendo así la diferencia anatómica de los sexos.
El falo es la falta donde reside la
esencia de la subjetividad o la castración misma. Y la neurosis reside en que
el sujeto quiere gozar creyendo encontrar en el pene su positivado. El sujeto
hablante, hombre o mujer, es víctima del lenguaje ordinario que hace de la
ausencia del órgano el signo del sexo femenino.
Y a este nivel fálico se entiende lo que
enunciaba Lacan como “dar lo que no se tiene”, lo que el sujeto da es su falta,
su castración, eso por lo que hace del otro la causa de su deseo.
De un único símbolo sexual a la elección
de género hace imprescindible la construcción fantasmática del complejo
paterno, como el fantasma de seducción que implica la construcción de un padre
seductor que erotiza y feminiza tanto al niño como a la niña, pues de la
respuesta a la seducción paterna depende la elección del género sexual.
Los que rechazan o reniegan de la
feminización por un padre se sitúan del lado masculino y los que aceptan la
feminización del lado femenino, más allá
de que como dice Lacan la mujer está no-toda feminizada, permanece un poco, o
un mucho masculina.
Dadas las críticas habituales que se nos
hacen de atribuir la actividad del lado masculino y la pasividad del femenino,
es importante aclarar, para no caer en ese malentendido, que cuando hablamos de
actividad y pasividad nos referimos a la calificación de una actividad
fantasmática y no son conceptos que definan “hombre” o “mujer”, son las formas verbales propias,
besar y ser besado, además todos los fantasmas fundamentales comportan un
sentido activo y otro pasivo, seducir y ser seducido, pegar y ser pegado, mirar
y ser mirado, etc., implicaciones pasivas y activas variables según la historia, las fijaciones y
las repeticiones del sujeto.
Cuando la bisexualidad es explicita como
en el caso de las asociaciones de bisexuales, lo hace bajo el juego de la no
elección de género. Leyendo ciertos artículos de cómo definirse bisexual, se
llega a largas clasificaciones según los distintos tipos de personas y su
erótica, lo que no hace en mi opinión más que añadir confusión, porque se
mezclan y amalgaman cuestiones como la identidad sexual o la orientación
sexual, la elección del sexo del objeto, con la realidad de unas prácticas
sexuales determinadas etc…
En realidad la sexualidad humana comporta solo
un elemento invariante, que es el sexo anatómico, mientras que los otros son
todos variables, mudables, tenemos el género psíquico y como venimos de
plantear la elección de género es aparte de la anatomía; la elección de objeto
o el género del partenaire sexual, ya Freud decía que nuestra libido, la de todos,
oscila normalmente durante la vida entre el objeto masculino y el objeto
femenino, y es algo que está bajo la particularidad de cada sujeto, de sus identificaciones
y de su fantasma; el fin sexual, qué hacer con el partenaire, abarca la extensión
de prácticas posibles, y supone el juego de las pulsiones; el deseo sexual,
fuente de la excitación sexual, siendo la causa del deseo lo que lleva a
diferentes combinatorias, a variaciones sexuales, y a una diversidad, que
dependerá de una fantasmática del sujeto.
Rosa Navarro
Fernández
Reus 1
diciembre 2014
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