CAP: IX
SALIDA DEL ULTRAMUNDO
Estamos en el discurso de Diotima, Sócrates deja hablar a la mujer que hay en él, cuyo punto de partida es la falta: ¿de qué carece el que ama?
Aunque su discurso parecería llevarnos a la dialéctica de los bienes, a su posesión para gozar de ellos, en cambio se produce un cierto giro, tomando la cuestión de lo bello y de lo mortal, ligada a la generación y procreación. Lacan dice que todo el discurso articula la función de la belleza como siendo del orden de una ilusión, por la cual el ser perecedero, mortal y frágil es sostenido en su búsqueda de lo perenne y eterno, que es su aspiración esencial.
En el ser mortal constantemente se renueva y pierde o destruye o mueren otras partes de él mismo, es la manera en que se conserva lo mortal, no por ser lo mismo sino porque lo que se pierde y está envejecido deja su lugar a otra cosa nueva, aquí vuelve la cuestión del seminario anterior sobre la ética, lo bello como guía del sujeto en su relación a la muerte, “si hay dos deseos en el hombre, que le capturan, uno en relación a la eternidad y otro a la generación, con la corrupción y la destrucción que comporta, es el deseo de muerte en tanto que inabordable y que lo bello está destinado a velar”.
Es lo ambiguo de la tragedia, aproximación del deseo de muerte que como tal se esconde detrás de la evocación de la calamidad fundamental alrededor de la cual se juega el destino del héroe trágico, momento en que aparece toda la belleza de lo trágico.
Lacan nos muestra lo escamoteado en el discurso de Diotima, lo bello que inicialmente es lo encontrado y definido en el camino del ser, deviene el fin de lo buscado, mientras que el otro, el objeto, primero presentado como el soporte de lo bello, deviene transición hacia lo bello. Y nos señala que la función dialéctica del amor en Diotima viene a ser como la función metonímica en el deseo, es decir el deseo siempre deseo de otra cosa.
Qué ha sido de lo que se presentaba como fin de la posesión, en este ir del amante hacia lo amado, hacia todo lo que es digno de ser amado. La diana está no en el tener sino en el ser, en una identificación última del sujeto a lo amable supremo, es decir más él ama más está en posición de amarse en esa identificación al yo ideal. Más él desea, más deviene él mismo deseable.
De la misma manera que Diotima sitúa eros en posición intermedia, entre los Inmortales y los mortales, también su discurso sobre el amor está entre la episteme y la amathia, la ignorancia, es decir en la Doxa, como opinión verdadera aunque uno no sepa en qué es verdadera. En el texto griego viene señalada como dar la fórmula sin tenerla, lo que equivale a lo que lacan dice del amor, dar lo que no se tiene.
Lo importante a señalar es “él no sabía”, 1) tanto en que Sócrates sabiendo que se retira de ese lugar pues no puede hablar del amor más que quedándose en el lugar de él no sabía, no puede hablar él mismo de lo que sabe y debe hacer hablar a otro que habla sin saber, 2) como en el discurso de Agatón que ante la interpelación acaba afirmando que no sabía lo que quería decir, 3) así como en el mito del nacimiento del amor, la que carece es la posición femenina que es deseante, el que tiene es la posición masculina y él no sabe, duerme. Si no hay metáfora, sustitución de la posición de amado por la de amante es porque no hay posición de amado, pues estamos justamente en el tiempo lógico de antes del nacimiento del amor. Lacan recuerda el poema de V. Hugo sobre Booz y su semilla, del que se sirvió para ilustrar la metáfora del complejo de la paternidad.
El final del capítulo nos esboza el clima de escándalo, de lo no armónico del amor, para amar hacen falta tres, con la entrada de Alcibíades del que Sócrates pide que se le proteja pues es alguien que no le permite mirar a ningún otro. Con ello viene ahora la función del objeto, del objeto a del fantasma que como dice Lacan un objeto que repugna incluso de mostrarlo, el malestar de Alcibíades en su confesión pública lo plantea.
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