martes, 22 de enero de 2013

CAPÍTULO I SEMINARIO LA ANGUSTIA




CAPÍTULO 1
LA ANGUSTIA EN LA RED DE LOS SIGNIFICANTES
     No es extraño que ya desde el inicio Lacan  vuelva al grafo del deseo, primero por el título de este primer capítulo, la angustia como el deseo están tomados por los significantes, por eso dice que con la angustia vamos a poder articular otros elementos ya estudiados en anteriores seminarios, el Otro mayúscula, el otro minúscula, la cadena significante inconsciente, el sujeto y el objeto a, luego el fantasma.
     La angustia no es un tema que a los psicoanalistas no nos concierna, cosa pensable ateniéndonos a la fórmula de la relación esencial de la angustia al deseo del Otro, punto de origen del trauma subjetivo, el encuentro con el deseo del Otro mayúscula y de nacimiento del deseo del sujeto.
 
     Ese deseo del Otro mayúscula, tan bien figurado en la imagen del final del seminario anterior, sobre la identificación, por la escena con la mantis religiosa, que cobra su importancia ahora con la pregunta sobre el deseo del Otro, ¿qué quieres? Y ¿qué me quiere? En cuanto qué quiere él de mí y qué quiere él concerniente a este lugar del yo. Según emplaza el deseo en el grafo estaría en el camino de vuelta del segundo piso, homólogo y distinto del emplazamiento también en el camino de vuelta de la identificación narcisista i(a). La función de la angustia la vamos a ver en esa dialéctica de un piso y otro del grafo, entre el deseo y la identificación narcisista.


     Va a diferenciar la angustia de tres conceptos: seriedad (sérieux), preocupación (souci) y espera (attente), explicitando también que no la encontraremos situada en el círculo central entre ellos. Se diferencia del existencialismo en su filosófica interpretación de la angustia y va a traer la función de la seriedad de Sartre, de lo serio (considerar los valores como datos trascendentales independientes de la subjetividad humana y de transferir el carácter deseable del ser de las cosas a su constitución material), diferenciándolo de la angustia. Se aproxima a Heidegger y su concepción de derelicción, desamparo, es a través del ser-para-la-muerte que el filósofo lleva a la cuestión del ser y el siendo, el ser de lo que es, para decir que tampoco pasa por la angustia. Más bien la referencia de la vivencia de la cuestión Heideggeriana, que es de todos, remite al 2º concepto, preocupación (souci). En cuanto al tercero, la espera, no cree que promueva la angustia. Esta es la manera de Lacan de plantear la cuestión de la distancia desde la que abordar la angustia.

Toma del artículo de Freud, Inhibición, Síntoma y Angustia, y lo primero que va a enunciar es que no hay red de significantes para la angustia, no hay sentido ya que en cada malla de la red sólo está el vacío en el que hay angustia. Para la angustia no hay significación ni representación, sólo el vacío de la división, de la separación.
Coloca a los tres términos en distintos niveles según un marco de coordenadas, el orden de la dificultad para la horizontal y el del movimiento para la vertical.

Vemos cómo ha rellenado los espacios entre ellos, excepto dos marcados por la X.
En el eje del movimiento la inhibición supone parada del movimiento, siguiendo el orden de dificultad tenemos el impedimento, el cual es un síntoma, vemos como está en la misma columna que éste. Lacan aprovecha para hacer un cierto juego diciendo que la inhibición es también un síntoma pero ya en el museo. Con los términos que añade va a servirse de la etimología, en este caso etimológicamente implica también el sentido de estar impedido por caer en una trampa y la trampa es la captura narcisista. El impedimento está ligado a ese círculo de que en el mismo movimiento en que el sujeto avanza hacia el goce, se encuentra con la división, la rotura íntima, habiéndose dejado prender en el camino por la imagen especular i(a).
Después trae el término embarazo, que implica el sujeto revestido de la barra, que es a la barra a lo que alude etimológicamente el término (imbaricare), cuando no sabemos que hacer de nosotros mismos buscamos detrás de aquello que nos puede amurallar. En el embarazo la barra está en su lugar, como muy precisamente en el sentido del español, de la embarazada.
     En el orden del movimiento desde la inhibición encontramos emoción, que etimológicamente implica el movimiento que se desagrega. Y luego conmoción (émoi) con el sentido etimológico del patois, de trastornar, asustar, pero también del latín exmagare con el sentido perder la fuerza, y del portugués vendría a ser como abrumar, aplastar… Pero la conmoción es perturbación, caída de potencia.
Para terminar este capítulo, dirá que la angustia es un afecto, el cual tiene una relación estrecha de estructura con lo que es un sujeto, es decir es un afecto propio y original de la estructura subjetiva. Y nos recuerda que como ya formuló Freud, el afecto no se reprime, se reprimen los significantes que le amarran, el afecto se desplaza, se despega,  se desamarra, se libera, se metaboliza… El tema de la relación del afecto al significante es una cuestión que requeriría otro seminario.
Es porque no somos psicólogos, sino psicoanalistas, que Lacan nos introduce a la cuestión de la angustia abordando todos esos términos del cuadro de coordenadas y no una teoría general sobre los afectos, así termina el capítulo: “yo no os desarrollo una psico-logía, un discurso sobre esta realidad irreal que llamamos psique. Sino sobre una praxis que merece un nombre, EROTOLOGÍA. Se trata del deseo.

  
    
    


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