domingo, 3 de marzo de 2013

CAP. XVIII LA PRESENCIA REAL

Es en la fórmula del fantasma del obsesivo donde Lacan muestra las funciones respectivas del Falo masyúcula y del menos falo minúscula. Los objetos a, a' a''... objetos de deseo lo son para el obsesivo en su función de ciertas equivalencias eróticas y en este sentido funcionan como falo minúscula, que es subyacente a la equivalencia que se instaura entre los objetos en el plan erótico. El falo en menos o minúscula es en cierto modo la unidad de medida dionde el sujeto acomoda el objeto a, es decir la función de los objetos de su deseo y de aquí la metonimia o desplazamiento permanente, objetos desplazados según la unidad de medida, según su valor fálico (falo minúscula).

Si el Falo mayúscula es la función del falo para todos los sujetos que hablan, en el obsesivo esa función emerge bajo las formas degradadas del falo minúscula en el registro consciente o visible, pero no por eso hay menos desconocimiento, como en el mecanismo de la negación, no es reconocible para el propio sujeto. Claro que ser sujeto es tener un lugar en el Otro mayúscula, en el lugar de la palabra. 

Nada más difícil que llevar al obsesivo al pie del muro de su deseo. Cuando el obsesivo está en una búsqueda autónoma, avanzándose en el camino de realizar su fantasma, se produce lo que se llama la afánisis, la desaparición del deseo.

Hay una afánisis natural y habitual que es la del poder limitado para mantener la erección (brevedad del acto), porque además el deseo tiene su ritmo, escollo interno propio del fantasma, la caída del deseo una vez terminada la línea de su erección. Se trata en el obsesivo del desacuerdo entre su fantasma, ligado por supuesto a la función fálica, y el acto donde él aspira a encarnarlo. La afánisis pone a prueba la función del Falo, que en este caso se convierte en derrota. Lo que teme el obsesivo es la libertad de sus actos. Con respecto a la inflación fálica, el obsesivo teme deshincharse, por eso le conviene la fábula de la rana que quería hacerse tan gruesa como el buey, por eso es que inflándose revienta. El deseo del obsesivo comporta la degradación del Otro mayúscula en un otro minúscula y en este sentido qué mayor degradación que la fantasía de hacer intervenir la hostia en el coito colocada en la vagina de la mujer.

El deseo del sujeto en tanto que habla viene a habitar el lugar de la presencia real y a poblarlo de fantasmas. Entonces el Falo mayúscula designa ese lugar vacío, en tanto que es en el intervalo entre los significantes, ahí donde puede aparecer la presencia real. Véase la necesidad del obsesivo de llenar eso que puede situarse entre-dos, llenar el intervalo, ya que ahí puede puede aparecer lo que haría desaparecer la fantasmagoría.

También el objeto fóbico tiene una función de llenar, sólo que en este caso está en avanzadilla, pues haciendo del objeto fóbico un signo único impide al sujeto aproximarse al agujero. Lo que el sujeto fóbico teme encontrar es un deseo que hiciera entrar en la nada todo el sistema significante.

Que Lacan plantee la cuestión de la presencia real tiene que ver con el Falo mayúsculas en su función de símbolo, es lo propio del símbolo de la cosa, que está ahí donde la cosa no está como presencia real, el símbolo es el testimonio del traumatismo, de la ausencia, del corte, que no podrá encontrar nunca su otra mitad. Pero también nos señala el Falo en su función de significante, lo que tiene que ver con la simbolización, que intenta decir con significantes lo que es el símbolo. Y también habla del Falo en el sentido del signo que sería hacer signo de algo a alguien. El Falo como símbolo tiene que ver con el corte, la ausencia, entonces representa el deseo. Como signo  del deseo hace signo para alguien, entonces como objeto de deseo o de atracción para alguien, como significante implica hacer que el alguien para quien el signo designa algo devenga él también significante. Por eso Lacan aquí habla del momento perverso, "que el falo que se muestra tiene por efecto producir también en el sujeto a quien es mostrado la erección del falo, no es una condición que satisfaga , en lo que sea, alguna exigencia natural", por ejemplo el zapato en el caso de una perversión.

 

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