Capítulo II
La angustia signo del deseo
Al inicio hace referencia al concepto de
“enseñanza” y más por ser analistas, ya que dicho concepto debe verse afectado
por el hecho de que el analista es un interpretante, es la palabra que utiliza
“interprétant” que remite a quien extrae interpretaciones de hechos reales.
Nos recuerda la variedad de sujetos que
ha ido añadiendo a la cuestión del saber, por tanto del deseo, él no sabía, yo no sabía, dejará al
sujeto de la frase indeterminado con un impersonal no se sabía Y es en relación a este no saber que el analista se supone
debe saber alguna cosa. La pregunta es ésta, ¿qué es enseñar lo que él sabe?
cuando se trata de enseñárselo no solamente al que no sabe, sino al que no
puede saber.
Es interesante el recorrido que hace a
continuación sobre esta cuestión de qué es enseñarlo.
Primero
como si esta enseñanza de un Seminario fuese una supervisión donde el analista,
él en este caso, no intervendría más que para dar un análogo (subrayo análogo
en cuanto que no se trata de una interpretación) de la interpretación, la
adición de algo por lo que alguna cosa aparece, que da sentido a lo que se cree
saber y hace aparecer en un destello lo que es posible captar más allá de los
límites del saber.
Se
trata luego de ir de la teoría psicoanalítica constituida como un cuerpo de
saber, a lo que es su fuente, a saber la
experiencia psicoanalítica.
Y se
plantea, ya que la enseñanza de un seminario es una experiencia común, que no
puede quedarse en la posición del que interpreta, sino pasar al que comunica y
hace comprender, siendo que el hacer-comprender constituye un escollo al hablar
de la angustia, pues justamente la comprensión es algo que debemos dejar en
suspenso.
Cómo hablar de la angustia cuando
subsumimos en ella experiencias diversas:
-angustia
existencial (Kierkegaard)
-esa
angustia para-normal o patológica que todos podemos experimentar
-la
angustia de los neuróticos (material de nuestra experiencia psicoanalítica)
-incluso
esa angustia más periférica con respecto a nuestra práctica, del perverso,
incluso del psicótico.
Afirmación: La comprensión no es la de una vivencia sino la de un resorte.
Advertencia: No creer demasiado en lo que uno puede comprender.
Por eso
la importancia de los elementos significantes que ha introducido y escrito, elementos
privados en lo posible de contenido comprensible y así la comprensión es menos
engañosa, algo necesario tratándose de un afecto, pues la angustia es un
afecto.
Abarca
bajo tres rúbricas las vías posibles para enseñar:
A.- La
vía que llama del catálogo, que consiste en agotar no solo lo que el
afecto es sino también todas las aportaciones hechas sobre esta categoría.
Como en St. Tomás de Aquino, su división
del afecto entre lo concupiscible y lo irascible, y la fórmula del debate
escolástico proposición-objeción-respuesta, para tratar de saber cuál de los
dos es primero con respecto al otro. La teoría que resulta de este método
podría ser digna de recepción a no ser porque queda referida en último término
al Bien Soberano. Veremos lo que esta teoría aclara para nosotros, que siempre
puede dar más a la reflexión que la psicología pretendidamente experimental.
(Santo Tomás concluye que lo concupiscible es primero porque lo irascible se
inserta en cualquier lugar de la cadena concupiscible. No olvidemos que terminó
el capítulo anterior que se trata del desarrollo de una praxis llamada
erotología)
Pero
esta vía empuja a la clasificación de los afectos que lleva a puntos muertos.
Un buen ejemplo de ello es la teoría psicoanalítica del afecto que intenta
David Rappaport, que no deja de ser un catálogo de las distintas acepciones de
la angustia dentro de la teoría psicoanalítica, para darse cuenta de que son
acepciones irreductibles y cuya discusión es infecunda. Recordatorio:
1.
el afecto como constituyente de la
descarga de la pulsión (Freud)
2.
el afecto como connotación de una
tensión, de su variación, respecto a fases conflictivas
3.
como señal a nivel del yo de un peligro
venido de afuera.
El
autor constata que nada se resuelve concerniente a la primacía de estos tres
sentidos.
B.- La
vía de lo análogo que discernirá niveles de angustia, sociológico,
biológico, cultural, para llegar a una especie de tipología, Este método acaba
en una antropología, vía que comporta más presunciones azarosas. Acaba en un
núcleo central que es el Junguismo
C.- La
experiencia conduce a una tercera vía, la que llama función de llave,
utiliza la palabra “clé” que es llave y también clave, lo dice porque la llave
(o la clave) es lo que abre y funciona para abrir. “La llave es la forma según la cual opera o no la función significante”.
Me sugiere la intervención de desciframiento en cuanto que es el trabajo con
los significantes del decir, cuyo efecto es el abrir a nuevos sentidos.
En toda enseñanza importa la cuestión de
la simplicidad. A la pregunta ¿Por qué lo real (señalo que está escrito en
minúsculas) sería simple?
Lo que
nos permite suponerlo es el tema del inicio subjetivo: “no hay aparición concebible de un sujeto
como tal, más que a partir de la introducción primera de un significante y del
significante más simple, el que se llama del rasgo unario”.
-El
rasgo unario está antes que el sujeto y para que haya sujeto, es el trazo de la
diferencia, de la división. La frase en el comienzo fue el verbo quiere decir
en el comienzo fue el rasgo unario.
-Es un
inicio ultra simple. Simple es la singularidad del trazo y es lo que hacemos
entrar en lo real, tanto si lo quiere como si no lo quiere. Lo cierto es que
eso entra y que ya ha entrado antes que nosotros. Así pues lo que hay entre los
seres hablantes y lo real, es el campo del significante, pues a partir de este
aparato del trazo unario es que se han constituido como sujetos.
- En el
análisis antes de que podamos comprender o entender está la presencia del Otro,
el Otro está ahí, por eso no hay autoanálisis.
Lo que
es anterior a cualquier elaboración que podamos hacer es el Otro con mayúscula,
inmersos en el lenguaje al hablar nos dirigimos a ese Otro, lugar de los
significantes desde el cual construimos el mensaje, el Otro al que preguntamos
sobre el deseo, ¿qué me quieres?, que nos evocó con la escena de la mantis
religiosa que tiene que ver con el deseo del Otro.
Para
aproximarse al deseo del Otro nos recuerda su enunciación, el “deseo del hombre es el deseo del Otro”,
fórmula Hegeliana desde la cual Lacan da un salto en cuanto a la cuestión de la
función del deseo.
En
Hegel, el Otro (deseante en relación a mi deseo) es conciencia, es aquel que me
ve, y esto es lo que compromete la lucha del puro prestigio, y aquí es donde está interesado mi deseo. Pero para
el psicoanalista el Otro está ahí como inconsciencia
constituida como tal. El Otro interesa a mi deseo en cuanto a lo que le
falta y no sabe, y si está ahí tan fuertemente interesado es porque no hay otro
atajo para encontrar lo que me falta como objeto de mi deseo. No hay otra
manera de acceder a mi deseo que no sea ligado a la división del sujeto, que es
la que hace a la dependencia del sujeto en relación al Otro mayúscula, que no
se confunde con el otro minúscula, el semejante, en el sentido de que es la
marca de la diferencia.
Nos da
una serie de fórmulas a transcribir para ver luego su funcionamiento.
Fórmula
1 Hegeliana
d(a):
d(A) < a Deseo de
deseo
El
deseo de deseo es deseo de que un deseo responda al llamado del sujeto. Implica
deseo de un deseante, el Otro mayúscula. Y si el sujeto lo necesita es para
recibir de él reconocimiento. Luego el Otro instituirá algo, a minúscula, que
es de lo que se trata a nivel de lo que desea. Y lacan nos muestra el sin
salida de ello: exigiendo ser reconocido por él, soy reconocido como objeto,
puesto que él es en su esencia una conciencia. Obtengo lo que deseo, soy un
objeto y no puedo soportarme como objeto. Cortar con esto solo es posible
mediante la violencia.
Fórmula 2 Lacaniana
Deseo del Otro
Aquí el deseo de deseo es el deseo del Otro, relación de d(a), con la imagen soporte de
ese deseo que es i(a), pero no la imagen especular, aunque es del orden de la imagen, es el
fantasma. El Otro barrado es el Otro caracterizado como falta. El fantasma que
Lacan recubre con la anotación de la imagen especular.
Las
otras dos fórmulas:
Fórmula 3
d(x): d(A) < x
La otra
en realidad es la misma escrita de dos maneras, en direcciones opuestas.
Fórmula 4
d(0) < 0:
d(a) 0 >d(0) d(a) 0 >d(0)
La
primera pone en evidencia la angustia es lo que da la verdad de la fórmula
hegeliana, verdad que quiere decir la nº 3 de Kierkegaard.
La
segunda es la verdad de la angustia que solo puede captarse con la fórmula 2
del deseo a nivel analítico.
Comparando
las fórmulas 1 de Hegel y 2 la suya señala que a causa de la existencia del
inconsciente podemos ser el objeto afectado de deseo y marcados así como
finitos, nosotros, nuestra falta, sujeto del inconsciente, puede ser deseo y
deseo finito.
Si
puede parecer infinito es por la metonimia propia debido al vacío de la falta
que siempre puede llenarse, hacer uno repetidamente, 1-1-1-… Es el 1 de la
sucesión de la cadena significante.
A
partir de este Otro mayúscula originario, lugar del significante y del S
todavía no existente, que ha de situarse como determinado por el significante,
de ahí su ejemplificación de la división:
A=Otro
El
sujeto del inconsciente se inscribe como un cociente marcado por el rasgo
unario del significante y en el lado del Otro. De esta operación de la división
cae un resto, irracional y prueba de la alteridad del Otro es el objeto a.
Ambos, el sujeto marcado por la barra del significante y el el objeto a como
residuo de la condicionalidad del Otro, están del mismo lado, del Otro, por lo
tanto el fantasma, soporte del deseo, está del lado del Otro.
Lo que
está de mi lado es lo que me constituye como inconsciente, el Otro mayúscula
barrado, en tanto imposible de alcanzar.
Terminará
el capítulo, en esta teoría del deseo en su relación al Otro mayúscula, dando
la vuelta en cuestión del amor, a la fórmula hegeliana, ese modo de conquista
del otro, el partenaire, de “Te amo incluso si tú no lo quieres”, con su
fórmula de “Te deseo incluso si yo no lo sabía”.
Es
irresistible, el deseante, sin saberlo, lo tomo por el objeto para mí
desconocido de mi deseo, yo te identifico a tí a quien yo hablo, al objeto que
te falta a ti mismo.
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