lunes, 16 de septiembre de 2013

CAPÍTULO II SEMINARIO LA ANGUSTIA





Capítulo II
La angustia signo del deseo

                                      

     Al inicio hace referencia al concepto de “enseñanza” y más por ser analistas, ya que dicho concepto debe verse afectado por el hecho de que el analista es un interpretante, es la palabra que utiliza “interprétant” que remite a quien extrae interpretaciones de hechos reales.

      Nos recuerda la variedad de sujetos que ha ido añadiendo a la cuestión del saber, por tanto del deseo, él no sabía, yo no sabía, dejará al sujeto de la frase indeterminado con un impersonal no se sabía Y es en relación a este no saber que el analista se supone debe saber alguna cosa. La pregunta es ésta, ¿qué es enseñar lo que él sabe? cuando se trata de enseñárselo no solamente al que no sabe, sino al que no puede saber.
     Es interesante el recorrido que hace a continuación sobre esta cuestión de qué es enseñarlo. 
 
Primero como si esta enseñanza de un Seminario fuese una supervisión donde el analista, él en este caso, no intervendría más que para dar un análogo (subrayo análogo en cuanto que no se trata de una interpretación) de la interpretación, la adición de algo por lo que alguna cosa aparece, que da sentido a lo que se cree saber y hace aparecer en un destello lo que es posible captar más allá de los límites del saber.
Se trata luego de ir de la teoría psicoanalítica constituida como un cuerpo de saber, a lo que es su fuente, a saber la  experiencia psicoanalítica.
Y se plantea, ya que la enseñanza de un seminario es una experiencia común, que no puede quedarse en la posición del que interpreta, sino pasar al que comunica y hace comprender, siendo que el hacer-comprender constituye un escollo al hablar de la angustia, pues justamente la comprensión es algo que debemos dejar en suspenso.

     Cómo hablar de la angustia cuando subsumimos en ella experiencias diversas:
-angustia existencial (Kierkegaard)
-esa angustia para-normal o patológica que todos podemos experimentar
-la angustia de los neuróticos (material de nuestra experiencia psicoanalítica)
-incluso esa angustia más periférica con respecto a nuestra práctica, del perverso, incluso del psicótico.

Afirmación: La comprensión no es la de una vivencia sino la de un resorte.
Advertencia: No creer demasiado en lo que uno puede comprender.

Por eso la importancia de los elementos significantes que ha introducido y escrito, elementos privados en lo posible de contenido comprensible y así la comprensión es menos engañosa, algo necesario tratándose de un afecto, pues la angustia es un afecto.

Abarca bajo tres rúbricas las vías posibles para enseñar:

A.- La vía que llama del catálogo, que consiste en agotar no solo lo que el afecto es sino también todas las aportaciones hechas sobre esta categoría.
      Como en St. Tomás de Aquino, su división del afecto entre lo concupiscible y lo irascible, y la fórmula del debate escolástico proposición-objeción-respuesta, para tratar de saber cuál de los dos es primero con respecto al otro. La teoría que resulta de este método podría ser digna de recepción a no ser porque queda referida en último término al Bien Soberano. Veremos lo que esta teoría aclara para nosotros, que siempre puede dar más a la reflexión que la psicología pretendidamente experimental. (Santo Tomás concluye que lo concupiscible es primero porque lo irascible se inserta en cualquier lugar de la cadena concupiscible. No olvidemos que terminó el capítulo anterior que se trata del desarrollo de una praxis llamada erotología)
Pero esta vía empuja a la clasificación de los afectos que lleva a puntos muertos. Un buen ejemplo de ello es la teoría psicoanalítica del afecto que intenta David Rappaport, que no deja de ser un catálogo de las distintas acepciones de la angustia dentro de la teoría psicoanalítica, para darse cuenta de que son acepciones irreductibles y cuya discusión es infecunda. Recordatorio:
1.     el afecto como constituyente de la descarga de la pulsión (Freud)
2.     el afecto como connotación de una tensión, de su variación, respecto a fases conflictivas
3.     como señal a nivel del yo de un peligro venido de afuera.
El autor constata que nada se resuelve concerniente a la primacía de estos tres sentidos.

B.- La vía de lo análogo que discernirá niveles de angustia, sociológico, biológico, cultural, para llegar a una especie de tipología, Este método acaba en una antropología, vía que comporta más presunciones azarosas. Acaba en un núcleo central que es el Junguismo

C.- La experiencia conduce a una tercera vía, la que llama función de llave, utiliza la palabra “clé” que es llave y también clave, lo dice porque la llave (o la clave) es lo que abre y funciona para abrir. “La llave es la forma según la cual opera o no la función significante”. Me sugiere la intervención de desciframiento en cuanto que es el trabajo con los significantes del decir, cuyo efecto es el abrir a nuevos sentidos.

     En toda enseñanza importa la cuestión de la simplicidad. A la pregunta ¿Por qué lo real (señalo que está escrito en minúsculas) sería simple?
Lo que nos permite suponerlo es el tema del inicio subjetivo: “no hay aparición concebible de un sujeto como tal, más que a partir de la introducción primera de un significante y del significante más simple, el que se llama del rasgo unario”.

-El rasgo unario está antes que el sujeto y para que haya sujeto, es el trazo de la diferencia, de la división. La frase en el comienzo fue el verbo quiere decir en el comienzo fue el rasgo unario.

-Es un inicio ultra simple. Simple es la singularidad del trazo y es lo que hacemos entrar en lo real, tanto si lo quiere como si no lo quiere. Lo cierto es que eso entra y que ya ha entrado antes que nosotros. Así pues lo que hay entre los seres hablantes y lo real, es el campo del significante, pues a partir de este aparato del trazo unario es que se han constituido como sujetos.

- En el análisis antes de que podamos comprender o entender está la presencia del Otro, el Otro está ahí, por eso no hay autoanálisis.
Lo que es anterior a cualquier elaboración que podamos hacer es el Otro con mayúscula, inmersos en el lenguaje al hablar nos dirigimos a ese Otro, lugar de los significantes desde el cual construimos el mensaje, el Otro al que preguntamos sobre el deseo, ¿qué me quieres?, que nos evocó con la escena de la mantis religiosa que tiene que ver con el deseo del Otro.

Para aproximarse al deseo del Otro nos recuerda su enunciación, el “deseo del hombre es el deseo del Otro”, fórmula Hegeliana desde la cual Lacan da un salto en cuanto a la cuestión de la función del deseo.
En Hegel, el Otro (deseante en relación a mi deseo) es conciencia, es aquel que me ve, y esto es lo que compromete la lucha del puro prestigio, y aquí es donde está interesado mi deseo. Pero para el psicoanalista el Otro está ahí como inconsciencia constituida como tal. El Otro interesa a mi deseo en cuanto a lo que le falta y no sabe, y si está ahí tan fuertemente interesado es porque no hay otro atajo para encontrar lo que me falta como objeto de mi deseo. No hay otra manera de acceder a mi deseo que no sea ligado a la división del sujeto, que es la que hace a la dependencia del sujeto en relación al Otro mayúscula, que no se confunde con el otro minúscula, el semejante, en el sentido de que es la marca de la diferencia.

Nos da una serie de fórmulas a transcribir para ver luego su funcionamiento.
                       Fórmula 1                             Hegeliana
                       d(a): d(A) < a                      Deseo de deseo

El deseo de deseo es deseo de que un deseo responda al llamado del sujeto. Implica deseo de un deseante, el Otro mayúscula. Y si el sujeto lo necesita es para recibir de él reconocimiento. Luego el Otro instituirá algo, a minúscula, que es de lo que se trata a nivel de lo que desea. Y lacan nos muestra el sin salida de ello: exigiendo ser reconocido por él, soy reconocido como objeto, puesto que él es en su esencia una conciencia. Obtengo lo que deseo, soy un objeto y no puedo soportarme como objeto. Cortar con esto solo es posible mediante la violencia.

                         Fórmula 2                            Lacaniana
                         formula deseo                   Deseo del Otro

Aquí el deseo de deseo es el deseo del Otro, relación de d(a), con la imagen soporte de ese deseo que es i(a), pero no la imagen especular, aunque es del orden de la imagen, es el fantasma. El Otro barrado es el Otro caracterizado como falta. El fantasma que Lacan recubre con la anotación de la imagen especular.

Las otras dos fórmulas:
                                    Fórmula 3
                                    d(x): d(A) < x

La otra en realidad es la misma escrita de dos maneras, en direcciones opuestas.
                                    Fórmula 4
                                    d(0) < 0: Otro barrado
                                    
                                    d(a) 0 >d(0)                                    d(a) 0 >d(0)



La primera pone en evidencia la angustia es lo que da la verdad de la fórmula hegeliana, verdad que quiere decir la nº 3 de Kierkegaard.

La segunda es la verdad de la angustia que solo puede captarse con la fórmula 2 del deseo a nivel analítico.

Comparando las fórmulas 1 de Hegel y 2 la suya señala que a causa de la existencia del inconsciente podemos ser el objeto afectado de deseo y marcados así como finitos, nosotros, nuestra falta, sujeto del inconsciente, puede ser deseo y deseo finito.
Si puede parecer infinito es por la metonimia propia debido al vacío de la falta que siempre puede llenarse, hacer uno repetidamente, 1-1-1-… Es el 1 de la sucesión de la cadena significante.
A partir de este Otro mayúscula originario, lugar del significante y del S todavía no existente, que ha de situarse como determinado por el significante, de ahí su ejemplificación de la división:
  A=Otro
El sujeto del inconsciente se inscribe como un cociente marcado por el rasgo unario del significante y en el lado del Otro. De esta operación de la división cae un resto, irracional y prueba de la alteridad del Otro es el objeto a. Ambos, el sujeto marcado por la barra del significante y el el objeto a como residuo de la condicionalidad del Otro, están del mismo lado, del Otro, por lo tanto el fantasma, soporte del deseo, está del lado del Otro.
Lo que está de mi lado es lo que me constituye como inconsciente, el Otro mayúscula barrado, en tanto imposible de alcanzar.

Terminará el capítulo, en esta teoría del deseo en su relación al Otro mayúscula, dando la vuelta en cuestión del amor, a la fórmula hegeliana, ese modo de conquista del otro, el partenaire, de “Te amo incluso si tú no lo quieres”, con su fórmula de “Te deseo incluso si yo no lo sabía”.
Es irresistible, el deseante, sin saberlo, lo tomo por el objeto para mí desconocido de mi deseo, yo te identifico a tí a quien yo hablo, al objeto que te falta a ti mismo.




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