CAPÍTULO III
LA ANGUSTIA
DEL COSMOS A LO SINIESTRO
La pregunta por la que es requerido es esta: ¿cuál es la
articulación entre la imagen especular y el significante? Responder que hay ahí
un hiato, un corte, una escisión, es apropiado, sin embargo Lacan va a intentar
dar una respuesta dado que la angustia le va a permitir repasar dicha
articulación.
La existencia de lo imaginario y del significante no remiten
a dos tiempos distintos en Lacan, pues ya en un texto del 1946 “Proposición
sobre la causalidad psíquica”, dichos dos registros estaban ya en juego.
Para recordarnos que la articulación del sujeto al otro
minúscula (Imaginario) y la articulación del
sujeto al Otro con mayúscula (Simbólico) no están
separadas, retomará el esquema del florero invertido.
Y nos recuerda que la relación especular toma su lugar y
depende de que el sujeto se constituya en el lugar del Otro mayúscula, y su
marca se constituye en relación al significante.
En el estadio del espejo el niño se reconoce en el espejo y
se asume como totalidad en esa imagen especular [i(a)], y en ese movimiento que
hace de dirigir su mirada al Otro mayúscula que le sostiene, confirma el valor
de esta imagen.
En
La interpretación de los sueños, Freud se refiere al inconsciente como el lugar
de la otra escena. Esta dimensión de la escena permite justamente con su
división del lugar donde está el espectador, imaginar la distinción radical del
mundo y de ese lugar donde las cosas, incluso las cosas del mundo, se dicen.
Todas las cosas del mundo se ponen en escena según las leyes del significante,
que no son homogéneas a las leyes del mundo.
Primer
tiempo el mundo, segundo tiempo la escena donde hacemos montar el mundo entero.
La existencia del discurso, donde estamos implicados como sujetos, es anterior
al advenimiento de la ciencia. “La escena
es la dimensión de la historia”, la historia subjetiva tiene ese carácter
de puesta en escena. Luego podemos entonces podemos cuestionar el mundo e
interrogar, ¿no será que eso con lo que tenemos que lidiar, es simplemente el
cúmulo de restos de lo que proviene de la escena cuando está en rodaje? Esto
para introducir un tercer tiempo.
Es
a través de la escena que nos lleva de la mano a Hamlet y a la escena sobre la
escena, Hamlet va a hacer representar por actores el crimen cometido por el
rey, y ante su presencia. Y Lacan remarca lo extraño, que cuando la escena solo
se ensaya no parece agitar al rey, para quien va dirigida por Hamlet esta
especie de trampa donde atrapar su conciencia por el crimen. En cambio será
Hamlet quien tendrá una crisis de agitación cuando el personaje comete el
crimen, claro que este personaje no corresponde al parentesco del hermano del
rey que será asesinado, como es en la realidad, sino más bien el sobrino del
rey, posición análoga a la de Hamlet con respecto al usurpador.
Esto
que Hamlet representa en la escena es a él mismo cometiendo el crimen, matando
al rey. Y Lacan nos dice que antes de vengar al padre, como su fantasma le
pide, intenta con la escena dar cuerpo a algo que pasa por su imagen especular
en el momento, no de vengar el crimen, sino de asumir el crimen que tendrá que
ser vengado. Esta es una identificación imaginaria e insuficiente.
Es
una pequeña crisis maníaca, ante el asesinato del padre, pero a la hora de la
verdad, cuando tiene al alcance a su enemigo, no hace nada más que escabullirse
con un pretexto, en otro momento mejor que en este en que el rey está orando.
Y
trae un segundo momento, el de la identificación de Hamlet con Ofelia, captado por el alma furiosa que podemos legítimamente
inferir ser la de la víctima, la suicidada, ofrecida en sacrificio, ella
sucumbe después de la muerte de su padre.
Y
vamos a ver en el duelo subsiguiente la identificación al objeto que es el
resorte del duelo, por su lado negativo en los lamentos y no en el regocijo de
haberlo tenido viviente entre nosotros; aunque también Lacan señala el lado
positivo de esta identificación, que en Hamlet es la entrada en esta furia del
alma femenina, (la venganza que clama Ofelia), aceptando entrar en combate
incluso contra su imagen especular que es Laertes.
De
aquí se puede considerar la distancia entre dos tipos de identificaciones
imaginarias, la identificación a la imagen especular, i(a), de la escena sobre
la escena, y la identificación al objeto a del deseo, que es reintegrado en la
escena gracias a la identificación.
El
tercer tiempo es el de la interrogación sobre el objeto en su estatuto de
objeto del deseo, estatuto que Lacan persigue por la vía de la angustia. Este
objeto no es el objeto de la epistemología, de la ciencia. Retomando “el
pensamiento salvaje”, de Lévi-Strauss, entiende que si su planteamiento de la
permanencia, perpetuidad, de la realidad del objeto, no contenta, es porque
queremos preservar la dimensión de la angustia, luego debe haber una razón para
ello.
El
estudio de la función de la angustia es una vía a transitar como dice Lacan
entre la vuelta a un cósmico asegurado y el mantenimiento de un patetismo
histórico.
Nos
recuerda la cuestión de cómo se anuda la relación especular con la relación al
Otro mayúscula y que ya planteo al igual que Freud que la función de la
investidura especular está situada en el interior de la dialéctica del
narcisismo. La investidura de la imagen especular es un tiempo fundamental de
la relación imaginaria, fundamental porque no toda la investidura pasa por
dicha imagen, hay un resto pivote de esta dialéctica, bajo la forma del falo.
Esto quiere decir que en lo imaginario el falo vendrá bajo la forma de una falta.
En
i(a) tenemos la imagen real, la producida por el espejo esférico, que es la
imagen del cuerpo que funciona en el material del sujeto como imaginaria, es
decir libidinizada, y ahí el falo aparece como una ausencia, es decir el falo
no está representado a nivel imaginario sino que además está cortado de la
imagen especular (-ϕ).
Imagen
que ha manipulado para demostrar como un cierto corte puede dar lugar a dos
piezas distintas, una que puede tener una imagen especular, la banda de moebius
que representa al sujeto: “tenemos que pensar al sujeto como el sujeto donde
“ello” puede hablar, sin que él se entere, e incluso del que hay que decir que
nada sabe de ello en cuanto que habla”, y la otra que no es especularizable, el
objeto a, el disco que se desprende por el corte de la banda de moebius, banda
de una sola cara y especularizable. Se trata de la relación del –ϕ, imaginario
inaprensible y ligado a un órgano, debiendo entrar en juego para la
satisfacción del deseo, el falo, y de la constitución del objeto a, ese resto,
ese objeto del que habla Freud referido a la angustia.
Va
a tratar de articular el estatuto de este objeto, tratando de imaginarlo de
otro modo que en el registro especular, para ello parte del sujeto (S) que
habla, pues desde el momento que habla el trazo unario entra en juego, el 1 del
que es preciso partir para poder decir 1 y 1 y 1… que constituye la
identificación primaria. Pues es a partir de ahí que se reconoce como tal la
unidad llamada i(a), la imagen de la experiencia especular y autentificada por
el Otro y como tal a nivel de i’(a), que es la imagen virtual de la imagen real
i(a). Vemos en el esquema que a este nivel de la imagen virtual (en el cuello
del jarrón) no aparece nada. Por eso ha escrito ahí el –ϕ, porque no es
sensible, ni presentable, como en el otro lado del esquema, no entra en lo
imaginario.
El
punto inaugural del deseo atañe a la relación del sujeto barrado con el objeto
a bajo la forma del fantasma.
En
la primera parte del esquema, es como si el sujeto pudiera ser realmente y no
por intermediario del Otro, en relación entonces la imagen real i(a) y al
objeto del deseo (a), que son los dos pilares de la función del deseo.
El deseo existe porque se puede
conseguir eso, la relación sujeto y objeto deseo, dando un rodeo por el
fantasma. Sin embargo no es posible porque solo podemos tener delante de
nosotros la imagen virtual de la imagen real y sin nada el cuello del jarrón,
el objeto no es visible siendo que constituye la imagen de su deseo.
Más acá, a la izquierda está la
presencia de a, demasiado cerca del sujeto para ser vista, pero que es el
inicio del deseo. Es de ahí que la imagen virtual i’(a) toma su prestigio. Por
eso cuanto más uno de aproxima a lo que cree ser el objeto de su deseo, más uno
se desvía, pues más se acerca, más da cuerpo a la imagen especular.
Ahora
Lacan puede responder a la pregunta de cuándo surge la angustia, cuando algo
viene al lugar del –ϕ, que corresponde del lado izquierdo al lugar del a objeto
del deseo.
Lo
siniestro (unheimlich) es lo que aparece en ese lugar del –ϕ, es la castración
imaginaria, porque no hay imagen de la falta, por eso Lacan dice que entonces
la falta viene a faltar.
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