domingo, 13 de octubre de 2013

CAPÍTULO III SEMINARIO DE LA ANGUSTIA.



CAPÍTULO III LA ANGUSTIA
DEL COSMOS A LO SINIESTRO

La pregunta por la que es requerido es esta: ¿cuál es la articulación entre la imagen especular y el significante? Responder que hay ahí un hiato, un corte, una escisión, es apropiado, sin embargo Lacan va a intentar dar una respuesta dado que la angustia le va a permitir repasar dicha articulación.
La existencia de lo imaginario y del significante no remiten a dos tiempos distintos en Lacan, pues ya en un texto del 1946 “Proposición sobre la causalidad psíquica”, dichos dos registros estaban ya en juego.
Para recordarnos que la articulación del sujeto al otro minúscula (Imaginario) y la articulación del sujeto al Otro con mayúscula (Simbólico) no están separadas, retomará el esquema del florero invertido.


Y nos recuerda que la relación especular toma su lugar y depende de que el sujeto se constituya en el lugar del Otro mayúscula, y su marca se constituye en relación al significante.
En el estadio del espejo el niño se reconoce en el espejo y se asume como totalidad en esa imagen especular [i(a)], y en ese movimiento que hace de dirigir su mirada al Otro mayúscula que le sostiene, confirma el valor de esta imagen.

En La interpretación de los sueños, Freud se refiere al inconsciente como el lugar de la otra escena. Esta dimensión de la escena permite justamente con su división del lugar donde está el espectador, imaginar la distinción radical del mundo y de ese lugar donde las cosas, incluso las cosas del mundo, se dicen. Todas las cosas del mundo se ponen en escena según las leyes del significante, que no son homogéneas a las leyes del mundo.
Primer tiempo el mundo, segundo tiempo la escena donde hacemos montar el mundo entero. La existencia del discurso, donde estamos implicados como sujetos, es anterior al advenimiento de la ciencia. “La escena es la dimensión de la historia”, la historia subjetiva tiene ese carácter de puesta en escena. Luego podemos entonces podemos cuestionar el mundo e interrogar, ¿no será que eso con lo que tenemos que lidiar, es simplemente el cúmulo de restos de lo que proviene de la escena cuando está en rodaje? Esto para introducir un tercer tiempo.

Es a través de la escena que nos lleva de la mano a Hamlet y a la escena sobre la escena, Hamlet va a hacer representar por actores el crimen cometido por el rey, y ante su presencia. Y Lacan remarca lo extraño, que cuando la escena solo se ensaya no parece agitar al rey, para quien va dirigida por Hamlet esta especie de trampa donde atrapar su conciencia por el crimen. En cambio será Hamlet quien tendrá una crisis de agitación cuando el personaje comete el crimen, claro que este personaje no corresponde al parentesco del hermano del rey que será asesinado, como es en la realidad, sino más bien el sobrino del rey, posición análoga a la de Hamlet con respecto al usurpador.
Esto que Hamlet representa en la escena es a él mismo cometiendo el crimen, matando al rey. Y Lacan nos dice que antes de vengar al padre, como su fantasma le pide, intenta con la escena dar cuerpo a algo que pasa por su imagen especular en el momento, no de vengar el crimen, sino de asumir el crimen que tendrá que ser vengado. Esta es una identificación imaginaria e insuficiente.
Es una pequeña crisis maníaca, ante el asesinato del padre, pero a la hora de la verdad, cuando tiene al alcance a su enemigo, no hace nada más que escabullirse con un pretexto, en otro momento mejor que en este en que el rey está orando.

Y trae un segundo momento, el de la identificación de Hamlet con Ofelia, captado por el alma furiosa que podemos legítimamente inferir ser la de la víctima, la suicidada, ofrecida en sacrificio, ella sucumbe después de la muerte de su padre.
Y vamos a ver en el duelo subsiguiente la identificación al objeto que es el resorte del duelo, por su lado negativo en los lamentos y no en el regocijo de haberlo tenido viviente entre nosotros; aunque también Lacan señala el lado positivo de esta identificación, que en Hamlet es la entrada en esta furia del alma femenina, (la venganza que clama Ofelia), aceptando entrar en combate incluso contra su imagen especular que es Laertes.

De aquí se puede considerar la distancia entre dos tipos de identificaciones imaginarias, la identificación a la imagen especular, i(a), de la escena sobre la escena, y la identificación al objeto a del deseo, que es reintegrado en la escena gracias a la identificación.
El tercer tiempo es el de la interrogación sobre el objeto en su estatuto de objeto del deseo, estatuto que Lacan persigue por la vía de la angustia. Este objeto no es el objeto de la epistemología, de la ciencia. Retomando “el pensamiento salvaje”, de Lévi-Strauss, entiende que si su planteamiento de la permanencia, perpetuidad, de la realidad del objeto, no contenta, es porque queremos preservar la dimensión de la angustia, luego debe haber una razón para ello.
El estudio de la función de la angustia es una vía a transitar como dice Lacan entre la vuelta a un cósmico asegurado y el mantenimiento de un patetismo histórico.

Nos recuerda la cuestión de cómo se anuda la relación especular con la relación al Otro mayúscula y que ya planteo al igual que Freud que la función de la investidura especular está situada en el interior de la dialéctica del narcisismo. La investidura de la imagen especular es un tiempo fundamental de la relación imaginaria, fundamental porque no toda la investidura pasa por dicha imagen, hay un resto pivote de esta dialéctica, bajo la forma del falo. Esto quiere decir que en lo imaginario el falo  vendrá bajo la forma de una falta.

                                               
                     
 En i(a) tenemos la imagen real, la producida por el espejo esférico, que es la imagen del cuerpo que funciona en el material del sujeto como imaginaria, es decir libidinizada, y ahí el falo aparece como una ausencia, es decir el falo no está representado a nivel imaginario sino que además está cortado de la imagen especular (-ϕ).
Intento articularlo con la figura topológica del cross-cap donde lo imaginario se afina.
                                                    

 




Imagen que ha manipulado para demostrar como un cierto corte puede dar lugar a dos piezas distintas, una que puede tener una imagen especular, la banda de moebius que representa al sujeto: “tenemos que pensar al sujeto como el sujeto donde “ello” puede hablar, sin que él se entere, e incluso del que hay que decir que nada sabe de ello en cuanto que habla”, y la otra que no es especularizable, el objeto a, el disco que se desprende por el corte de la banda de moebius, banda de una sola cara y especularizable. Se trata de la relación del –ϕ, imaginario inaprensible y ligado a un órgano, debiendo entrar en juego para la satisfacción del deseo, el falo, y de la constitución del objeto a, ese resto, ese objeto del que habla Freud referido a la angustia.
Va a tratar de articular el estatuto de este objeto, tratando de imaginarlo de otro modo que en el registro especular, para ello parte del sujeto (S) que habla, pues desde el momento que habla el trazo unario entra en juego, el 1 del que es preciso partir para poder decir 1 y 1 y 1… que constituye la identificación primaria. Pues es a partir de ahí que se reconoce como tal la unidad llamada i(a), la imagen de la experiencia especular y autentificada por el Otro y como tal a nivel de i’(a), que es la imagen virtual de la imagen real i(a). Vemos en el esquema que a este nivel de la imagen virtual (en el cuello del jarrón) no aparece nada. Por eso ha escrito ahí el –ϕ, porque no es sensible, ni presentable, como en el otro lado del esquema, no entra en lo imaginario.

El punto inaugural del deseo atañe a la relación del sujeto barrado con el objeto a bajo la forma del fantasma.
En la primera parte del esquema, es como si el sujeto pudiera ser realmente y no por intermediario del Otro, en relación entonces la imagen real i(a) y al objeto del deseo (a), que son los dos pilares de la función del deseo.

El deseo existe porque se puede conseguir eso, la relación sujeto y objeto deseo, dando un rodeo por el fantasma. Sin embargo no es posible porque solo podemos tener delante de nosotros la imagen virtual de la imagen real y sin nada el cuello del jarrón, el objeto no es visible siendo que constituye la imagen de su deseo.


Más acá, a la izquierda está la presencia de a, demasiado cerca del sujeto para ser vista, pero que es el inicio del deseo. Es de ahí que la imagen virtual i’(a) toma su prestigio. Por eso cuanto más uno de aproxima a lo que cree ser el objeto de su deseo, más uno se desvía, pues más se acerca, más da cuerpo a la imagen especular.
Ahora Lacan puede responder a la pregunta de cuándo surge la angustia, cuando algo viene al lugar del –ϕ, que corresponde del lado izquierdo al lugar del a objeto del deseo.
Lo siniestro (unheimlich) es lo que aparece en ese lugar del –ϕ, es la castración imaginaria, porque no hay imagen de la falta, por eso Lacan dice que entonces la falta viene a faltar.



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