CAPÍTULO IV LA ANGUSTIA
“Más allá de la angustia de castración”
Seguimos con la función del
objeto que podremos seguir profundizando gracias a la angustia, al lugar que es
el suyo. Las funciones del objeto se encuadran por la subversión del sujeto y
la dialéctica del deseo, estos son términos del artículo en los Escritos que
completa el grafo del deseo. Por lo tanto se trata de las funciones del objeto
del deseo.
En el esquema óptico, en el
lugar de i’(a) en el Otro mayúscula (a la derecha del espejo plano),
se refleja una imagen de uno
mismo, que aunque autentificada por el Otro mayúscula, no deja de ser engañosa.
Pues esta imagen se caracteriza por una ausencia, una falta, “eso que es
llamado ahí no sabría aparecer”, es lo que orienta y polariza el deseo, pues
tiene una función de captación. Luego el deseo no está sólo velado sino en
relación a una ausencia.
Esta ausencia (implica también
una posibilidad de aparición), es dirigida por una presencia que está en otro
lado, ahí donde es inaprensible para el sujeto, es la presencia del a, objeto del fantasma. En el lugar de
la ausencia ha colocado el signo –ϕ, que indica la relación con lo libidinal, eso
que no se proyecta, ni se inviste a nivel de la imagen especular, irreductible,
pues permanece investido a nivel del cuerpo propio, narcisismo primario,
autoerotismo, goce autista.
Es el instrumento de relación
al otro, imagen de mi semejante, la imagen del cuerpo en su función seductora,
el partenaire sexual.
La angustia de castración en
su relación al Otro mayúscula, lo es en cuanto angustia que viene a este lugar
del –ϕ.
Si para Freud el límite en el
neurótico, era la roca de la castración, Lacan abre una vía diciendo que no es
la angustia de castración en sí misma que constituye el límite. El neurótico no
recula ante la castración, sino de hacer de su castración lo que falta en el
Otro, de hacer de ella la garantía de la función del Otro, quien siempre se
sustrae en el renvió indefinido de los significantes. Se trata de una ficción,
las historias del sujeto son sólo ficción, es su invención propia, la verdad de
esta ficción es su enlace a los fantasmas individuales, que quedan recubiertos
por ella.
Lacan explicita esta pregunta
¿qué es lo que asegura la relación del sujeto al mundo de las significaciones?
Pues que en alguna parte hay goce. Y solo puede asegurarlo por un significante
que falta, lugar faltante donde el sujeto es convocado a hacer signo, el de su
castración.
Y Lacan nos dice que si el
neurótico se para en el punto de dedicar su castración a la garantía del Otro,
es por una razón interna al análisis, puesto que el análisis le lleva a ese
encuentro.
”La castración no es a fin de cuentas nada más que el momento de la
interpretación de la castración”.
Hay una posibilidad de pasaje,
que veremos gracias a la exploración de la angustia, cuestionando precisamente
el complejo de castración.
Lacan a partir de su planteo
de que la angustia está ligada a lo que puede aparecer en el lugar del –ϕ, va a
tomar el fenómeno de lo siniestro. Y tomando este término en alemán,
descomponiéndolo, de unheimlich a Heimlich, y de unheim a heim, para afirmar
que el lugar del –ϕ es la casa, el hogar del hombre. El hombre encuentra su
casa en un punto situado en el Otro, más allá de la imagen de la que estamos
hechos, el Otro representa la ausencia donde somos, y se ampara de la imagen
que lo soporta, así la imagen especular deviene la imagen del doble, con lo que
conlleva de extrañeza y que nos hace aparecer como objeto.
Es la historia de la imagen de
la muñeca del cuento de Hoffman que es la imagen especular i’(a), Freud resalta
la función del ojo y de la mirada y su importancia en la angustia de
castración, y Lacan señala que el heim se revela aquí como deseo, no solo deseo
del Otro sino también que el deseo propio entra ahí donde es esperado siempre,
bajo la forma del objeto que soy y que me exilia de la subjetividad.
Lo siniestro tiene que ver con
la presencia del doble y el sujeto no accede a su deseo más que sustituyéndose
a uno de sus propios dobles. Los relatos de Hoffman y otras creaciones ponen en
escena lo que en la realidad permanece en el estado de fantasma, el fantasma es
deseo, el otro desaparece ante este objeto que soy yo, deducción hecha de cómo
yo me veo.
Según la función reflexiva del
Otro como espejo, los términos del fantasma: el sujeto escindido y el objeto a,
pueden situarse diferentemente. Diferencia del fantasma perverso y del
neurótico
En el perverso las cosas están
en su sitio, el objeto a está donde el sujeto no lo puede ver y el sujeto dividido
está también en su lugar, así aunque inconsciente el sujeto perverso se ofrece
al goce del Otro.
Sin embargo gracias al
neurótico sabemos algo distinto, revela el fantasma en su estructura por lo que
hace de él, se sirve de él para fines particulares, y es que el fantasma del
neurótico está entero situado del lado del Otro, y es esto lo que lo hace
parecer como perversión.
El fantasma del neurótico es
lo que mejor le sirve para defenderse contra la angustia, dado que algo del
orden del a, objeto, aparece en el lugar de la i’(a), la casa del hombre que es
el lugar de aparición de la angustia. El objeto a que el neurótico se hace ser
en su fantasma es un a postizo. Como ya Lacan nos recuerda que planteo con el
sueño de la bella carnicera, el caviar que tanto le gusta y que no quiere, pues
lo que le interesa es que su marido, de gran apetito, tenga ganas de ese
poquito nada que ella guarda en reserva. Y aunque es el caso de la histeria
también funciona para todas las neurosis, el objeto a del fantasma es también
el cebo con el que se agarra al Otro. Es a esto a lo que debemos el
psicoanálisis, con Anna O y Freud y Breuer, este último que se tragó junto con
el cebo ese nada, no Freud que se supo servir de su propia angustia ante su
deseo.
El neurótico ha podido
trasladar la función del a en el Otro, pues la realidad que hay detrás de la
falacia del uso del objeto en el fantasma es la demanda, lo que busca es una
demanda, que quiere que se le demande, que se le suplique, pero lo que no
quiere es pagar el precio. Lacan ironiza sobre la oblación y sobre los que
predican la maduración genital como el lugar del don, cuando lo que el
neurótico tendría que aprender a dar es ese nada que es su angustia.
Como el neurótico no da su
angustia, todo el proceso del análisis consiste en que al menos dé el
equivalente, pues ya comienza dando un poco su síntoma. En eso consiste la
entrada en análisis, en aceptar el ofrecimiento que el paciente hace aunque sea
engañoso, es el modo de entrar en el juego del que hará un llamado a la
demanda, y como el analista no le demanda nada, tendrá que comenzar por modular
las suyas.
A continuación Lacan critica
la teoría de la frustración- agresividad- regresión. La agresividad apunta a la
imagen especular, así cuestionada, y es en la medida en que se agotan hasta el
fondo todas las formas de demanda, hasta la demanda cero, que aparece la
relación de castración, la que se inscribe en el límite regresivo de la
demanda.
La angustia no es señal de una
falta, sino el defecto del apoyo que da la falta, y así va a enumerar el
listado de Freud en su artículo <inhibición, síntoma y angustia>. No es
la nostalgia del seno lo que provoca angustia sino su inminencia, todo eso que
nos anuncia que vamos a entrar en el regazo. Y nos recuerda que la presencia-
ausencia de la madre es un juego que el niño renueva dado que la ausencia
asegura la presencia, por lo tanto tampoco tiene que ver con la angustia, al
contrario lo que angustia más al niño es cuando la relación que instituye la
falta que hace el deseo está perturbado y no hay posibilidad de falta, con una
demanda materna que nos desfallece. Como en el caso Juanito, donde la
prohibición de tocarse como toda prohibición es tentación, no se trata de la
pérdida del objeto sino de la presencia de que los objetos no falten, que eso
no falte. Del mismo modo que lo temido es el éxito, luego de nuevo que eso no
falta.
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