martes, 22 de abril de 2014

CAPÍTULO XI Seminario La angustia



CAPÍTULO XI
Seminario La angustia

Puntuaciones sobre el deseo

     En el inicio de este capítulo, Lacan a partir de la lectura de artículos sobre la contratransferencia que han trabajado Perrier, y Granoff, a quienes dejó al cargo en su ausencia vacacional, retoma el tema para insistir que de lo que se trata es del deseo del analista, quien hace obstáculo a la contratransferencia, a sus dificultades y confusión expresadas en los artículos, incluso cita el de Lucía Tower que no puede evitar poner las cosas sobre el plan del deseo.
Es sobre la cuestión del deseo que uno se debe preguntar, cuestión no planteada hasta ahora por los psicoanalistas.

 

     Lacan nos recuerda lo que ya dijo en uno de los capítulos anteriores, “el deseo es la ley”. Lo sustancial de la ley es el deseo por la madre, inversamente lo que fija la norma del deseo, lo que lo sitúa como deseo, es la ley de prohibición del incesto.
En el erotismo, el deseo puede presentarse como voluntad de goce, pero esta voluntad fracasa, encuentra su propio límite en el ejercicio mismo del deseo, la ley es freno, sujeta y para al sujeto en el camino del goce, tanto en la perversión como en la neurosis. Y eso que en la primera se da la subversión de la ley, es decir, es el deseo el que soporta la ley, mientras en la segunda es la ley la que sostiene el deseo, el sujeto neurótico no puede desear más que según la ley, como deseo insatisfecho, en la histeria, y como deseo imposible en la obsesión.
El tema de la angustia nos lleva al mito de la ley moral en el sentido de una autonomía del sujeto, cuando la ley moral

     Es en relación al peligro interno de la señal de angustia en el yo que enunciaba Freud, que lacan va primero a desmontar el mito de la ley moral en el sentido de la autonomía del sujeto, cuando es heterónoma, esta es la definición de esta palabra: dicho de una persona: Que está sometida a un poder ajeno que le impide el libre desarrollo de su naturaleza. Es así como Lacan entra a plantear la cuestión de lo real, que cuando interviene, lo hace elidiendo al sujeto y determinando por su intervención misma la represión (lo traumático). Es la vuelta del significante a la huella, porque con la intervención de lo real, es el significante lo que salta, reenvía al sujeto a la huella y al mismo tiempo lo suprime, ya que sólo hay sujeto por el significante (definición del significante).
Hay pues una relación de lo real y de la angustia. En el caso del masoquista lo que se le escapa es lo que busca, cree que busca el goce del Otro y por eso no sabe que lo que busca es la angustia del Otro.
Recordemos que en el seminario anterior sobre la identificación, ya había hablado de la angustia como manifestación específica del deseo del Otro. Tomando lo dicho por Freud, si la angustia es señal en el yo entonces no es señal para el yo, si se alumbra en el yo es para advertir al sujeto de algo, a saber de un deseo, de una demanda que no concierne a ninguna necesidad (demanda de amor), concierne sólo al ser mismo, que lo pone en cuestión, que lo anula, que se dirige a mí como perdido, que solicita mi pérdida para que el Otro se reencuentre. El deseo del Otro no me reconoce, me cuestiona y me interroga en la raíz misma de mi deseo. Y es porque apunta ahí, a la raíz misma, que uno no puede hacer nada, para evitar ser cogido, sólo comprometerse. Esto es la base del análisis, el deseo del analista suscita en mí la dimensión de la espera, ya estoy cogido, comprometido.
En cuanto que el deseo interviene en el amor, es su apuesta esencial, el deseo no concierne al objeto amado.

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