jueves, 22 de mayo de 2014

CAPÍTULO XIV Seminario La Angustia


La mujer, más verdadera y más real

Primera afirmación de Lacan: es preciso concebir el goce como independiente de la articulación del deseo. El deseo se constituye más acá de la zona que separa goce y deseo, en la falla donde emerge la angustia. Concierne al Otro interesado en el goce, que es el Otro real. El deseo no lo concierne en su centro, sólo excéntricamente y al lado, a minúscula sustituto del Otro mayúscula.
Si la mujer se presenta como superior en el campo del goce, se debe a que el lazo al nudo del deseo es más laxo.
Para el hombre el menos de la función fálica, hace que su lazo al objeto deba pasar por esa negativización del falo y el complejo de castración; es el estatus del -ϕ en el centro de su deseo el nudo por el que no tiene que pasar la mujer.
Es al deseo del Otro al que la mujer se afronta, y en esta confrontación el objeto fálico viene en segundo lugar y porque juega un papel en el deseo del Otro.

En torno a esta diferencia aquí señalada, tenemos a Tiresias, ciego por el castigo de Juno, a quien Jupiter manda llamar para consultarle sobre la cuestión del goce, y que ha sido durante siete años mujer. El responde que el goce de las mujeres es más grande que el del hombre. Es debido a la limitación para el hombre su relación al deseo que inscribe al objeto en el –φ.
Y tomando con ironía la imagen que expone Sartre del niño que hunde su dedo en la arena y que según él imita el acto fundamental (la jodienda), señala que la resonancia de esta imagen en lo inconsciente es el engullimiento deseado de todo el cuerpo en el seno de la madre-tierra, como denuncia Freud en Inhibición, Síntoma y Angustia, el retorno al seno materno es un fantasma de impotencia, (el acento está colocado en el ser, ser el falo).

Lacan transmitiendo cierto disgusto insiste en lo que él ha dicho, que a lo real no le falta nada. Y aclara con su historia de los potes, primero que aun haciéndolos iguales, esos potes son diferentes (Bertand Russell, distinción de los individuos), segundo que lo sustituible entre los potes es el vacío alrededor del cual se hace un pote, tercero que la acción humana comienza cuando ese vacío es tachado. En el jarrón está enteramente la relación del hombre al objeto y al deseo.

Va a tomar a continuación la relación de la mujer al goce y al deseo. Respecto al deseo, después de presentar la observación de su analizante, toma el jarrón femenino, no importa si está lleno o vacío, pues no falta nada, ya que es la presencia del objeto la que está ahí, porque esta presencia no está ligada a la falta del objeto causa del deseo, al –φ al que está ligada en el hombre. Y se sirve del mito de la costilla de Adán, para decir que la angustia del hombre está relacionada con el no poder, pues la mujer para el hombre es un objeto hecho con eso, su costilla. La mujer se tienta tentando al Otro, es el mito de la manzana, ella es el pez que hace que el pescador permanezca enganchado a la caña, es el deseo del Otro lo que le interesa.
Con respecto al goce de la mujer, recuerda que ella acepta bien la impotencia del partenaire, recordando la fórmula del masoquismo que ya nos dio en el sentido que busca despertar una angustia en el Otro. “El masoquismo femenino es un fantasma masculino” y así el hombre por procuración hace sostener su goce de algo que es su propia angustia. Es lo que recubre el objeto, en el hombre el objeto es la condición del deseo, y el deseo no hace más que cubrir la angustia.
Para la mujer es el deseo del Otro el medio para que su goce tenga un objeto. Su angustia es ante el deseo del Otro pues no sabe bien lo que este deseo cubre.
La impostura para el hombre, la mascarada para la mujer.
Dejar ver su deseo para la mujer es angustiante. El dejar ver para la mujer es dejar ver lo que hay, si no hay gran cosa es angustiante, mientras que para el hombre dejar ver su deseo es dejar ver lo que no hay.

A continuación Lacan tomará la imagen de Don Juan. “Don Juan es un sueño femenino” Es un hombre al que no le falta nada. La relación compleja del hombre al objeto en él está borrada, pero al precio de aceptar su impostura, y su prestigio está ligado a esta impostura, está siempre en el lugar de otro. Aunque no está claro que inspire el deseo, ni que él lo sienta a pesar de deslizarse en el lecho de las mujeres. No es un personaje angustiante para las mujeres, pues cuando la mujer siente realmente ser el objeto en el centro de un deseo, es cuando huye.
Y terminará con los dos pacientes varones de Lucía Tower, más concretamente con uno de ellos, mostrando que una vez la analista toma la medida a su relación al deseo que es cuando puede guardar sus distancias en la transferencia.

Reus 12 mayo 2014

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