viernes, 5 de septiembre de 2014

SEMINARIO LA ANGUSTIA



CAPÍTULO XVI
LOS PÁRPADOS DE BUDA

En este capítulo seguimos con el objeto del deseo, más allá que el título tiene que ver con el viaje reciente de Lacan a Japón, del que nos va a hablar en el punto 3.
Recordemos que viene de hablarnos de dicho objeto a en relación a la circuncisión, objeto cortado luego con una relación especial a la separación, como tal perdido y de nuestra relación permanente a este objeto perdido; esta separación de una cierta parte del cuerpo deviene para el sujeto, simbólica de una relación fundamental al cuerpo propio.
Está claro que hablar de la angustia es hablar del deseo, también el deseo es el fondo esencial del mensaje freudiano. Hablar del objeto a es ir al lugar central de la función del deseo, ahí donde a el objeto de los objetos, se forma. Y por tanto estamos en la función de la causa, objeto causa del deseo, causa irreductible.
Este objeto perdido, trozo de carne arrancado en los distintos niveles de la experiencia corporal donde se produce el corte, es el sustrato de toda función de la causa. Es esta parte de nosotros mismos prendida en el formalismo lógico, constituido por el trabajo del uso del significante, y jamás recuperable.
Conviene recordar entonces que no somos objetos del deseo más que como cuerpo, el deseo en último término queda como deseo del cuerpo del otro y nada más que deseo de su cuerpo. La causa figurada en la falta se aloja en las entrañas, en la experiencia corporal. Lacan nos lo ilustra con el determinismo de la función por ejemplo de un brazo, que es como nos prevenimos antes que de su pérdida de su no control, que alguien se lo apodere o que pueda olvidárselo, algo que podemos entender de cómo se presenta en la histeria, brazo paralizado, no propio, como mecánico.
La relación del sujeto al significante necesita (necesidad estructural) la estructuración del deseo en el fantasma, el funcionamiento del fantasma implica el borrado o desaparición del objeto, necesaria en tanto que el objeto estructura un cierto nivel del fantasma, objeto escondido en tanto que sincopado, fundamento del funcionamiento último de la causa.
El sujeto desde el momento en que habla está por esta palabra implicado en su cuerpo, por este compromiso del sujeto en la dialéctica significante hay siempre en el cuerpo algo separado, sacrificado, “la libra de carne”. El resto es lo que sobrevive a la prueba de la división del campo del Otro por la presencia del sujeto, el a.
Subraya claramente Lacan que lo que hay más de mí mismo en el exterior no es tanto por proyección sino porque ha sido de mí cortado. Y todo su punto 3 con su experiencia de la escultura de Buda le sirve para introducirnos en la cuestión de la imagen, es decir del espejo en cuanto que es el campo del Otro donde debe aparecer la primera vez sino el a, sí su lugar, resorte radical que hace pasar de la castración al espejismo del objeto del deseo.









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