CAPÍTULO XVI
LOS PÁRPADOS
DE BUDA
En este
capítulo seguimos con el objeto del deseo, más allá que el título tiene que ver
con el viaje reciente de Lacan a Japón, del que nos va a hablar en el punto 3.
Recordemos que viene de hablarnos de dicho objeto a en relación a la circuncisión, objeto
cortado luego con una relación especial a la separación, como tal perdido y de
nuestra relación permanente a este objeto perdido; esta separación de una
cierta parte del cuerpo deviene para el sujeto, simbólica de una relación
fundamental al cuerpo propio.
Está claro que hablar de la angustia es hablar del deseo,
también el deseo es el fondo esencial del mensaje freudiano. Hablar del objeto a es ir al lugar central de la función
del deseo, ahí donde a el objeto de los objetos, se forma. Y por tanto estamos
en la función de la causa, objeto causa del deseo, causa irreductible.
Este objeto perdido, trozo de carne arrancado en los
distintos niveles de la experiencia corporal donde se produce el corte, es el
sustrato de toda función de la causa. Es esta parte de nosotros mismos prendida
en el formalismo lógico, constituido por el trabajo del uso del significante, y
jamás recuperable.
Conviene recordar entonces que no somos objetos del deseo más
que como cuerpo, el deseo en último término queda como deseo del cuerpo del
otro y nada más que deseo de su cuerpo. La causa figurada en la falta se aloja
en las entrañas, en la experiencia corporal. Lacan nos lo ilustra con el
determinismo de la función por ejemplo de un brazo, que es como nos prevenimos
antes que de su pérdida de su no control, que alguien se lo apodere o que pueda
olvidárselo, algo que podemos entender de cómo se presenta en la histeria,
brazo paralizado, no propio, como mecánico.
La relación del sujeto al significante necesita (necesidad
estructural) la estructuración del deseo en el fantasma, el funcionamiento del
fantasma implica el borrado o desaparición del objeto, necesaria en tanto que
el objeto estructura un cierto nivel del fantasma, objeto escondido en tanto
que sincopado, fundamento del funcionamiento último de la causa.
El sujeto desde el momento en que habla está por esta palabra
implicado en su cuerpo, por este compromiso del sujeto en la dialéctica
significante hay siempre en el cuerpo algo separado, sacrificado, “la libra de
carne”. El resto es lo que sobrevive a la prueba de la división del campo del
Otro por la presencia del sujeto, el a.
Subraya claramente Lacan que lo que hay más de mí mismo en el
exterior no es tanto por proyección sino porque ha sido de mí cortado. Y todo
su punto 3 con su experiencia de la escultura de Buda le sirve para
introducirnos en la cuestión de la imagen, es decir del espejo en cuanto que es
el campo del Otro donde debe aparecer la primera vez sino el a, sí su lugar, resorte radical que hace
pasar de la castración al espejismo del objeto del deseo.
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