viernes, 5 de septiembre de 2014

SEMINARIO LA ANGUSTIA



CAPÍTULO XVIII
La voz de Yahvé

Añade dos formas más del objeto a de los planteados por Freud, oral, anal, fálico, como son el ojo (pulsión escópica) y la oreja (pulsión vocal). Lo que une a todos estos objetos, lo común es la fundación del sujeto en el Otro por la vía del significante y el advenimiento en ella de un resto alrededor del cual gira el drama del deseo, drama que quedaría opaco si la angustia no estuviese ahí para permitirnos revelar su sentido.
Debido al uso analógico del símbolo va a tomar un artículo de Reik ( Lo ritual, psicoanálisis de los ritos religiosos) y el objeto ritual, Shofar, que le servirá para sustanciar la función del a en este nivel, que permitirá revelar la función de sustentación que liga el deseo y la angustia. Este objeto es un cuerno que emite un sonido.


Recorriendo este artículo la función de este cuerno es la celebración del diálogo, pacto y alianza con Dios, Reik concluye que es la voz misma de Yahvé.
Con respecto a esta forma de a  conviene despejarla del significante articulado y acercarla al significante emitido, es decir a la emisión vocal, es esta dimensión lo que interesa. Lo que nos interesa es saber dónde se inserta este objeto, la voz, como separado, en qué dominio enlazarlo en la referencia al Otro y a los estadíos de emergencia e progresiva instauración por el sujeto de ese campo que es el Otro del sujeto.
Para ello retornará primero al nivel del ojo que es el del espacio.
La base de la función del deseo es este objeto a central, en tanto que está separado, siempre elidido, en otra parte que ahí dónde soporta el deseo y por tanto en relación profunda con él. Este carácter de elusión en ninguna parte es más manifiesto que a nivel de la función del ojo. Es por esto que el fantasma, soporte satisfactorio del deseo, está siempre marcado por su parentesco con los modelos visuales donde por lo común funciona y da el tono de nuestra vida deseante.
En ese espacio nada parece estar separado. El espacio tiene una cierta relación con el ojo, a este cuerpo el espacio está suspendido. Lacan vuelve así a decirnos que la forma i(a), mi imagen, mi presencia en el Otro es sin resto, no puedo ver lo que ahí yo pierdo, es el sentido del estadio del espejo.


Este esquema funda la función del yo ideal y del Ideal del yo y muestra la relación del sujeto con el Otro cuando domina la relación especular, espejo de Otro mayúscula. Es la imagen i(a) especular el objeto característico del estadio del espejo. Posee la seducción ligada a la función del conocimiento. Es una imagen cerrada, gestáltica, marcada por la predominancia de una buena forma, es lo que tiene de tramposo.
Lo que hay de ilusorio se revela con aportar una mancha en este campo visual para ver dónde se ata la punta del deseo, “suficiente una mancha para hacer función de lunar (grain de beauté)”. Muestra el lugar de a aquí reducida al punto cero aludido anteriormente. Pues más que la forma es la mancha de belleza lo que me mira y es por esto que me atrae, a veces más que la mirada de mi partenaire, pues esa mirada me refleja no es más que mi reflejo, vaho imaginario. Ceguera de la castración siempre elidida a nivel del deseo cuando este está proyectado en la imagen. El blando del ojo del ciego o el ojo inerte de la cosa marina (La dolce vita) es eso por lo que somos mirados y muestra como la angustia emerge en la visión en el lugar del deseo que dirige a. El cero del a es por donde el deseo visual enmascara a veces lo que le falta esencialmente al deseo. El objeto a es lo que falta, no especular no puede3 ser captado en la imagen.
Es decir la relación recíproca de la angustia y del deseo, a este nivel, se presenta bajo el enmascaramiento ligado a las funciones más engañosas de la estructura del deseo. En oposición está la abertura del shofar, del objeto de este otro nivel.
Lo que se deja oír en el shofar siguiendo a Reik es el mugido del toro alcanzado de muerte, crimen original, punto de partida de lo que se prohíbe, imposible de transgredir, lo que constituye el deseo original. Sin embargo es secundario a la relación de este objeto que hace de a, la voz, que trae dimensiones nuevas en la relación del deseo y la angustia.

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