Georges
Didi-Huberman, director de estudios en l’Ecole des Hautes Études en Sciences
Sociales
Seminario: Sublevaciones ( Soulèvements )
Ver en “La ausencia” de Pierre Fédida, donde cuenta un caso en el
que se evidencia a partir del juego de las dos pequeñas
hermanas, cuya madre ha muerto, como el duelo realiza simbólicamente el deseo,
que le hace decir el duelo pone al mundo en
movimiento.
En palabras de G, Didi-Huberman, la pérdida que nos
hunde hoy puede gracias a un juego (a partir del
juego de las dos pequeñas hermanas, cuya madre ha muerto, del caso de Fedida),
un gesto, una idea, un deseo, puede también sublevar el mundo.
Siguiendo el tema, del duelo a la insurrección, toma el film de
Chris Marker, El fondo del aire es rojo, con un montaje de imágenes recientes
de 1960/70 y del Acorazado Potemkin. Así vemos como las sublevaciones suponen
una profunda solidaridad, no solo de los sujetos en duelo, sino también de
tiempos diferentes, heterogéneos, por imágenes interpuestas. Veremos una masa
de puños elevarse en Potemkin, al ritmo de los que se elevaban en torno al
féretro de Pierre Overney seguido por unas 200.000 personas, o al ritmo de los
puños que se levantan de los Black Panthers en Chicago y en los mismos años. Este
montaje toma la forma de un atlas de los conflictos, de las luchas, partiendo
de la revolución de octubre 1905 en Rusia y con una diseminación por todos los
lugares del mundo y en todos los momentos de la historia para dar la imagen de
un mundo sublevado.
La cuestión del sudario-sábana, sábana-banderas, (en Potemkin) da
la relación entre una sublevación política y un levantamiento en la superficie,
un levantamiento en la superficie implica la sublevación. Sudario blanco puesto
inmóvil sobre un cuerpo, que al moverse pasa a ser la ropa de casamiento y
sábana que se desgarra por la fuerza del levantamiento, desgarro que puede
distinguirse en la superficie. Son las formas las que hacen sensibles las
fuerzas de la sublevación.
Veamos la relación entre el duelo y la sublevación.
S. Freud, en Duelo y melancolía (1917 [1915]), observa qué pasa
cuando se pierde el objeto amado, la pérdida suscita un movimiento psíquico
fundamental de rebelión en contra de ella, se levanta una rebelión comprensible.
Así pues, la primera cosa que sucede es rebelarse, esta rebelión puede ser tan
intensa que uno se desvía de la realidad y mantiene el objeto por una psicosis
alucinatoria del deseo. Según Didi-Huberman, Freud en ese momento no encara
todavía la posibilidad de que esta rebelión comprensible pueda dar lugar a una
realidad nueva, el deseo es productor también de la realidad, yo pienso que la
diferencia radica en cuanto es un movimiento regresivo al que Freud se refiere,
regresar a lo alucinatorio para conservar el objeto negando la realidad, y un
movimiento progresivo al que se refiere Didi-Huberman, el de crear una realidad
nueva, a partir de estar presente que la rebelión no hará resucitar el objeto amado,
impulsando a revolverse contra ciertas constricciones del mundo. Como dice
luego el autor del seminario, hay una polaridad dialéctica entre hundido y
sublevado, como la diferencia entre la queja y el presentar una denuncia - como
decimos los psicoanalistas la primera cosa para salir de lo traumático es pasar
de la objetivación sufrida en la que nos sumerge a una subjetivación por el
hacer, gracias a una acción – no es lo mismo clamar, quejarse, que reclamar
justicia.
Veamos el empuje pulsional de libertad.
Freud en “Malestar en la cultura” (1930 [1929]), plantea que este
empuje de libertad contribuye plenamente a un desarrollo de la cultura. Eso que
hierve en una comunidad humana en tanto empuje a la libertad guía la revuelta
contra una injusticia y de ahí que contribuya al desarrollo de la cultura.
Las tres hipótesis de Didi-Huberman son, 1- la fuerza de nuestras
memorias cuando se ponen a querer, con 2- la fuerza de nuestros deseos cuando
ambos se abrazan y 3- la fuerza de las imágenes teniendo como tarea el hacer
llamear nuestros deseos a partir de nuestras memorias.
Y nos recuerda que Lacan en su Seminario sobre “La ética del
psicoanálisis”, que lo que Freud llama la juventud moral de denuncia política,
no se enraíza más que en el deseo mismo.
Quiero recordar que Lacan nos recuerda algo tan fundamental como
que una acción, un acto, implica siempre su relación con el deseo que la habita,
y también erige el interrogante: ¿habéis actuado conforme al deseo que os
habita? Ceder en su deseo es una traición.
Dos nombres de mujer a retener, Julia Kristeva (El porvenir de una
revuelta. Ed Seix Barral (1918), La révolte intime, Fayard 81917) y Judith Butler
(mecanismos psíquicos del poder, Sujetos de deseo.), ya que han sugerido que no
habría sublevación política sin la asunción de una experiencia anterior radical.
Y terminará con el film de Jean Vigo y sus maravillosas escenas de
unos niños que se sublevan y leen el texto de su proclamación.
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